Quién sabe si en el momento que usted lee este artículo, escrito necesariamente minutos antes, u horas, Cristiano Ronaldo ha sido de nuevo condecorado con alguna distinción individual. Seguramente habrá sido reconocido como el mejor de algo del mundo mundial o de torneos menores que se le quedan pequeños aunque no los gane. En el peor de los casos, quizás el premiado sea algún compañero del Real Madrid. Pero a alguno le habrá caído. Y no hace falta que rebusquen, se enterarán. Van a tal ritmo las distinciones y las alabanzas a lo blanco que apenas caben en los medios de comunicación, que corren más rapido que las mismísimas agujas del reloj. Llega a tal punto el abuso que los jugadores ninguneados se han cansado de levantar las manos y ahora lo que levantan es la voz. "Que enseñen las votaciones", ha gritado Godín después de la sonrojante opereta de la gala de la Liga BBVA. Pero no hay más que hablar. Cristiano, Cristiano, Cristiano, Madrid, Madrid, Madrid. Y se acabó.
Nada nuevo, en cualquier caso. Como tampoco lo es que los canallas que aún abundan en el fútbol sigan regalando cinismo intolerable tras alguna de sus fechorías. "El fútbol es roce, no jugamos al parchís", escupió como excusa Juan Rodríguez después de pisar cobardemente a Mandzukic mientras se retorcía en el suelo. Comportamientos así logran esquivar con demasiada frecuencia los castigos federativos, un misterio de la justicia que esperemos esta vez no se repita, pero lo que no deben conseguir es sortear el desprecio de la gente decente. Si miserable es su pisotón a escondidas, peor es su irritante justificación. O el 'y tú más de rigor' al que también acudió para lavar en falso su conciencia. Ni parchís ni gaitas, mala intención. Y con esas cosas no se bromea.
Con los premios y su caprichoso criterio de elección o nominación, ya sí. Porque son un chiste. Antes de cerrar, den a la tecla F5: igual a Cristiano le han designado el mejor de alguna cosa más. Pocas galardones parecen...
