Lahm, Xavi, Mertesacker, Gerrard, Ribery, Valdivia, Klose, Nasri, Villa, Fred, Etoo... el martes Lampard... ayer, Xabi Alonso. Moda o epidemia, las selecciones no hacen otra cosa que perder efectivos tras el Mundial. Un puñado de jubilaciones que se notan más porque no se hacen de una forma natural y silenciosa (dejar de ir por decisión del seleccionador de turno, como se hacía antes, y con el paso del tiempo se comprueba que no vuelven más) sino desde el anuncio formal del protagonista. Decisiones personales de cada cual, quizás como anticipo de lo que se temen, de lo que iba a ocurrir en cualquier caso, pero a las que el fútbol no estaba acostumbrado. O no de una forma tan masiva. Brasil 2014 como punto de inflexión, como fin de ciclo.
En España, desde luego. Del Bosque, que se libró de la criba general (ni dio el paso al frente de dejarlo ni, más sorprendente, la Federación interpretó que llegó la hora del cambio), tendrá que aplicar una revolución en la mejor selección española de todos los tiempos. Tres jugadores le han allanado un camino que no se atrevió a cruzar cuando ya debía, antes del pasado Mundial: Villa, Xavi y Xabi, quién sabe si a la vista de que el entrenador no iba a decidirse, no van a dejar que les llame más. Fernando Torres o Casillas, en cambio, otros señalados por el paso del tiempo, han preferido obligar a que el técnico se pronuncie. Quizás les tocara levantar ya la mano, anunciar su retirada de la Roja ahora que se ha puesto de moda. Pero no. El trago le corresponde a Del Bosque.
Y, la verdad, desde la lírica y el romanticismo que adorna el fútbol, mucho mejor irse uno a que le echen. Una jubilación responsable, como parece el caso de los españoles, y no caprichosa o fruto de una pataleta, como insinúan otros casos también caídos en esta tormenta. Una despedida emocionante y digna como la que consiguió fabricarse ayer Xabi Alonso. Quizás se debiera llegar aún más lejos y darle categoría de ceremonia a estos adioses, de homenaje. Pero vale incluso así. Porque permite detenerse un rato, repasar lo vivido y dibujar un aplauso. Xabi no llegó a Xavi, porque Xavi sólo hay uno, pero sí fue importantísimo, brillante y eficaz en la histórica e inolvidable selección española de los títulos. Un placer de jugador y de profesional. Agrandado además por la manera caballerosa con la que ha sabido irse. Su pase en largo más difícil.