La hoja de ruta de la generación dorada tiene marcado desde hace tiempo un final de trayecto. Una tercera para ir a por la vencida. Al mejor grupo coetáneo que nunca ha coincidido en una selección de baloncesto en nuestro país le queda decir adiós colocándose la corona de laurel en lo más alto de un podio olímpico. Los Juegos de Río de Janeiro serán la traca final de los fuegos artificiales que se iniciaron aquella tarde de 1999 en Lisboa.
La de los aros multicolores sería la guinda a un pastel que sí consiguió otra camada irrepetible. La Argentina de 2004, con Ginóbili, Scola, Nocioni y Oberto en la cancha y Rubén Magnano en el banco, logró en Atenas un hito eterno, superando a Italia en la final de un torneo en el que Estados Unidos sólo pudo ser medalla de bronce.
Los nuestros, que con tanto descaro han tuteado a los norteamericanos en dos finales olímpicas consecutivas, tienen el espejo perfecto en un equipo cuyo infinito talento, como el de la Selección en Lille, también se ha apuntalado desde el sudor. Tan enfermizamente competitiva como aquella albiceleste es esta España que tantos, sin embargo, tachaban ya de crepuscular.
El debate que se volverá a rescatar el verano que viene será, seguro, el Mirotic-Ibaka
Sergio Scariolo, que volvió para apuntalar una situación peliaguda, ha hecho un destacable trabajo de restauración con las grietas que dejó la Copa del Mundo. Su pizarra ha convencido, es valorado por el vestuario y su solvencia en situaciones de riesgo está lejos de las dudas que la autogestión radical trajo a la Selección en el pasado reciente. Además, sus números en eliminatorias son aplastantes: once veces ha jugado su España un partido en el que la derrota significaba caer al precipicio y las once veces ha ganado.
Presumiblemente, y salvo lesión, todos los ausentes en Lille se animarán en Brasil a saltar a la pista en el último baile. El que más dudas despierta es quizá Juan Carlos Navarro. Contrariamente a lo que parece ocurrir con sus compañeros Pau Gasol y Felipe Reyes, los años para 'La Bomba' pasan a la velocidad del resto de mortales. Y sus achaques se multiplicarían si la temporada del Barça es larga.
El debate que se volverá a rescatar el verano que viene será, con total seguridad, el Mirotic-Ibaka. Hoy por hoy, tras el oro en Francia, los planes de la FEB son continuar apostando por el hispano-montenegrino, y sólo una dolencia del de los Bulls haría replantear la situación. Nikola ha sido una apuesta personal de Scariolo y el de Podgorica ha calado bien en el grupo.
Hacer realidad el sueño no será sencillo: los rivales europeos clamarán venganza, Argentina también querrá decir adiós a sus venerables con un éxito y Estados Unidos... volverá a ser Estados Unidos. El USA Basketball, su federación, no escatimará fuerzas a la hora de reclutar un nuevo equipo de ensueño para apresar otro oro. Allí estarán los muchachos de Pau Gasol para intentar impedirlo.