España ya está en Francia, en su idílico refugio de la isla de Ré. Pero antes de partir ha subido, como es de rigor en esta era digital, una de esas fotografías con mensaje a las redes sociales. Buen rollo, optimismo, puro branded content. Algo muy necesario tras el gatillazo ante Georgia. Pero si miramos más allá de lo que vemos y analizamos lo que la foto cuenta, descubrimos significativas revelaciones. Empezando por aspectos de tipo formal, protocolario. Sólo tres protagonistas lucen chaqueta entre tanta camisa azul funcionarial, camisas que escapan a la dictadura del slim fit, evidenciando no estar hechas a medida según delatan los amplios pliegues en mangas y hombros. Tampoco hay gemelos para acompañar una arriesgada corbata de fantasia que rompe la sobriedad y elegancia de las corbatas lisas. Decíamos que apenas tres jugadores aguantan con la chaqueta puesta, dos de ellos porteros, (De Gea y Casillas), lo que confirma que son diferentes al resto. El otro es Sergio Ramos, capitán con Iker, que ha pasado del traje blanco a lo Don Johnson con el que se presentó en su primera convocatoria al look hipertatuado de Beckham.
Es Sergio Ramos el más expresivo en su gestualidad, con ese pulgar hacia arriba que delata la confianza de alguien que tiene muchas guerras. Sin ir más lejos, este mismo año ha visto como un Real Madrid depresivo alzaba la Champions. Apreciamos un solo elemento externo que distorsiona, la presencia de María José Claramunt, 'jefa' de la Selección y persona de confianza de Villar y Padrón. Aparece sentada junto a Casillas, apartado del grupo, como lo está en Oporto, aislado de la dinámica futbolística de las competitivas ligas en las que juegan el resto de sus compañeros de la Roja.
Pero lo más significativo de la imagen es la distribución de los jugadores. Probablemente nada aleatorio, pero nacido de la naturalidad. Delante a la derecha los madridistas, con Sergio Ramos y Lucas Vázquez (y admitimos también a Casillas con permiso de la yihad mourinhista). Por detrás, ocupando el ancho de la cabina del avión, la gent blaugrana. Cesc, producto de La Masia hoy en el Chelsea, escolta a Piqué y a Bartra (ya Borusser en Dortmund). Pedrito, actualmente en Stamford Bridge, se acomoda junto a Jordi Alba y Busquets. Y una fila por detrás, Iniesta y Thiago, culé emigrado a Múnich. Atrás llama poderosamente la atención la aparición de los atléticos, muy alejados de sus rivales en la final de la Champions, con Morata mezclado con Juanfran, que le echa la mano por encima tratando de atraerlo hacia el cholismo, y Koke. Los leones Aduriz y San José ocupan extremos de la misma fila cerca de Azpilicueta, jugador del entorno del Athletic. Y a su espalda los 'ingleses' De Gea y Bellerín acompañan a los menos habituales Bruno y Sergio Rico, dejando al otro lado al talento de los jugones Silva y Nolito, que comparten fila.
La gent blaugrana se agolpa en las filas centrales, mientras madridistas y atléticos se distancian en los extremos, como si aún no hubieran cicatrizado las heridas de la Champions
Una situación que delata la empatía de unos y otros a partir de la convivencia en sus clubes. Algo que define bien el ambiente que rodea a esta Selección en la que el cainismo de la prensa y los aficionados elige los reproches en función a la bufanda que les tiñe el raciocinio. Sostiene la proxémica que la distancia íntima, la zona en la que se desenvuelven amigos, parejas y familia, va de 15 y 45 centímetros. Y la personal, entre 46 y 120, es la destinada a la oficina, reuniones y conversaciones amistosas o de trabajo. La que hay cuando estiramos el brazo y llegamos a tocar la persona con la que mantenemos la conversación.
La imagen delata que esta España es más social que íntima y que domina el inconsciente de club. Una Roja intergeneracional que tiene un mes por delante para integrar a los nuevos y limar esa distancia social que separa a culés, merengues y colchoneros. Ojalá tengamos que analizar otra foto el próximo 10 de julio. Una fotografía con un protagonista diferente, el trofeo Henri Delauna, la Copa de campeón de la Eurocopa.