En España, el nombre de Nasser Al-Attiyah está indisolublemente ligado al de una de las grandes estrellas de nuestro deporte, Carlos Sainz. Compañeros y rivales, el piloto catarí y el madrileño lucharon a bordo de un Volkswagen Touareg por conseguir el rally Dakar de 2010. Ninguno lo había conseguido hasta entonces, pero la ventaja de sus coches les colocaban como únicos candidatos. Fue un duelo inolvidable, con espectaculares luchas cuerpo a cuerpo por los desiertos de Chile y Argentina y con una estrechez histórica. Ganó Sainz con solo dos minutos de ventaja sobre Al-Attiyah, la menor diferencia de toda la historia del rally.
Caballeroso con pocos, el catarí asumió su derrota y comenzó a prepararse para que no se le volviese a escapar. No sucedería. Un año después Al-Attiyah consiguió su primer Dakar, logro que repetiría en la edición de 2015 a bordo de un Mini. Con fama de intrépido y atrevido, Nasser vive como pilota, siempre al límite. Por eso se atrevió a compaginar el World Rally Champions (WRC) con el Rally Dakar durante once temporadas, aunque en el campeonato de velocidad no ha tenido tanta suerte como en el de navegación, siendo su mejor resultado un cuarto puesto en el Rally de Portugal de 2012. Eso fue lo más cerca que estuvo de un podio, al menos al volante de un coche.
Bronce en Londres
Como bien es sabido, el automovilismo no participa en los Juegos Olímpicos. Para muchos esto sería incluso un atentado contra el mismo espíritu del evento. Sin embargo, Al-Attiyah tiene una segunda y desconocida pasión, el tiro al plato. Incluso antes de comenzar a participar en pruebas del Mundial de Rallys el catarí ya llevaba años participando en pruebas de tiro, incluídos anteriores Juegos Olímpicos. El debut fue en Atlanta'96 y Al-Attiyah consiguió una discreta decimoquinta posición. En Sidney llegó el diploma (sexto), de modo que para Atenas, en 2004, estaba planificada la ansiada medalla. Ese año Al-Attiyah debutó en el Dakar a los mandos de un Mitsubishi y en el WRC a bordo de un Subaru Impreza. Quedaba ponerle la guinda al año con un metal olímpico, pero se quedaría a las puertas merced a una cuarta posición.
Tras una muy mala participación en Pekín en 2008, donde consiguió únicamente 117 aciertos, un registro incluso peor que el de su debut, Al-Attiyah consiguió por fin su medalla en Londres, en los pasados Juegos Olímpicos de 2012. El nivel fue altísimo, el americano Vincent Hancock batió el record histórico de la modalidad con 148 aciertos mientras que el danés Anders Golding no se quedó lejos con 146. A pesar de ellos, Al-Attiyah aguantó el tirón y logró 144 aciertos, una cifra tremenda que en otro año quizá le hubiese dado el oro, pero que esta vez le dejaba con el bronce y en el desempate frente al ruso Valeriy Shomin. Era la tercera medalla de toda la historia de su país. El sueño estaba cumplido.
Hancock, el gran escollo por el oro en Río
La de Río de Janeiro se presenta con la última gran cita olímpica para Al-Attiyah. Con 45 años, el declive acecha a su carrera como tirador. El oro olímpico es la última meta y para ello tendrá que volver a luchar contra Hancock, campeón de las dos últimas ediciones y 18 años más joven que él. Esta vez, el americano será su Carlos Sainz y, a pesar de que no es el favorito, Al-Attiyah volverá a sacar de espíritu de luchador y aventurero para ponerle el último broche a una carrera deportiva sin igual, casi renacentista. Y en cualquier lugar, si no lo consigue nadie debería darle por muerto, Al-Attiyah todavía podría presentarse en Tokio. Por más que envejeza su cuerpo, su corazón sigue siendo de un chaval.