El poder de Lionel Messi fuera de la cancha es tanto o mayor que en el césped. Algo que en los últimos tiempos han cuestionado desde el propio Fútbol Club Barcelona diversos estamentos. Directivos, directores deportivos y hasta el entrenador han llegado a cuestionar de alguna manera esa importancia del argentino.
La salida de Pere Gratacós es el último capítulo de un libro que no deja de escribirse. Y que cuenta en uno de sus primeros episodios con el protagonismo de Luis Enrique. El asturiano llegó al vestuario azulgrana advirtiendo que solo había un líder en el vestuario y era el entrenador. Su falta de comunicación con los jugadores, y especialmente con Messi, era evidente.
Todo saltó por los aires un día que Luis Enrique hacía de árbitro en un partidillo y anuló un gol a Leo. Messi se encaró con el asturiano y la cosa empeoró cuando Luis Enrique le dejó en el banquillo en Anoeta. Hubo intercambio de opiniones en el vestuario donostiarra y Leo decidió borrarse del entrenamiento a puertas abiertas el día de Reyes, sin tan siquiera coger el teléfono a Pepe Costa, su hombre de confianza, al que Luis Enrique había bajado del avión en los desplazamientos.
El incendio lo tuvieron que sofocar Mascherano, mano derecha del futbolista en el vestuario, y Unzúe, el contacto de los jugadores con el cuerpo técnico. Además de la intervención de Bartomeu, que logró aplacar la tensión. Desde entonces el entrenador no ha vuelto a cruzarse en el camino de Messi, al que dedica encendidos elogios en sala de prensa, en lugar de declaraciones desafiantes como las que había ofrecido hasta entonces.
El incidente de Anoeta, y la derrota con medio equipo titular en el banquillo de suplentes, le costó el puesto a Andoni Zubizarreta, quien declaró desafiante tras el partido: "Me gustan los entrenadores que se atreven, que toman decisiones y lo que ven y tienen que ejecutar lo ejecutan, al margen de que el resultado vaya peor". El presidente culé cargaba en las alforjas de Zubi el problema de los fichajes irregulares en la cantera que costó la sanción de FIFA.
La situación se complicó más aún tras la falta de Messi al entrenamiento, ya que Luis Enrique solicitó abrirle un expediente disciplinario y declaró: "No puedes tratar a todos los jugadores igual, pero sí hay que cumplir unas normas". El asunto se solventó con la marcha de Zubizarreta, quien seguía defendiendo a su amigo Luis Enrique.
Las renovaciones del crack
El director deportivo no era la primera ‘víctima’ del astro. El primero fue el vicepresidente económico del Barcelona, Javier Faus, que en diciembre de 2013 realizó unas declaraciones en la emisora RAC1 que no gustaron al crack. "No sé por qué tendríamos que negociar una nueva renovación. No tenemos por qué presentar una mejora de contrato cada seis meses. Al señor Messi ya se le renovó el contrato”.
Messi se pronuncio al respecto, algo poco habitual, días después en Argentina: “El señor Faus es una persona que no sabe nada de fútbol y quiere manejar el Barça como si fuera una empresa, y no lo es. Ni yo ni nadie de mi entorno pedimos nunca ningún aumento ni renovación y él eso lo sabe muy bien”. Faus desapareció de la directiva de Bartomeu tras las elecciones de 2015.
El despido de Pere Gratacós, el director de Relaciones Institucionales del club, llega tras unas controvertidas declaraciones al cuestionar la valía del argentino fuera del hábitat azulgrana. A la conclusión del sorteo de los cuartos de Copa del Rey, Gratacós advirtió que “Messi no sería tan bueno sin Iniesta, Neymar o Piqué”. Horas después el director de Deportes del club, Albert Soler, le comunicaba su relevo.
¿El último? Apunten el nombre de Óscar Grau, el CEO azulgrana que recomendaba días atrás: “Hay que mantener la cabeza fría y no perder el sentido con la renovación de Messi". Messi es patrimonio del Barcelona fuera y dentro del campo. El argentino tiene contrato hasta final de 2018 y su renovación es una cuestión de Estado en la Ciudad Condal. Lo quieran ver o no, Messi, es mes que un club.