Hace 20 años salía en el mes de agosto de la plaza de toros de Barcelona cuando en la puerta cuatro tipos me llamaron asesino y salvaje. Fue la primera vez que vi a los antitaurinos. No les tomé en serio. Hoy, no hay toros en Cataluña porque esos cuatro han hecho una labor de desgaste y han conseguido que algo que no interesaba a nadie fuera noticia y ahora esté prohibido.
En Cataluña hay un problema muy grave con el tema del independetismo. Mucho más de lo que en Madrid se cree. Los políticos catalanes son tan malos o peor que el resto de los políticos españoles, pero tienen un arma genial: se pasan el día diciendo que la culpa es de Madrid y listos.
Por eso es tan importante no darles margen y ocupar cualquier posibilidad de espacio público. La gente en Cataluña no quiere ser independiente, pero necesita cariño. Necesita sentirse oída y respetada.
En Cataluña hay mucho parásito que vive de explicar lo bueno que es la independencia, de lo poco que nos quieren en Madrid. Personajes que se pasan el día intoxicando. La prohibición de los toros es un ejemplo de lo que está pasando, pero hay más, y vinculados al deporte, que es lo que aquí nos ocupa.
Si la Familia Real vive de representar a España, ¿cómo es posible que ninguno de sus miembros fuera a los Mundiales de Natación? ¿Cómo es posible que en dos semanas no hayan tenido tiempo para ir a Barcelona a apoyar a los deportistas españoles? Viendo las imágenes de la Reina, la Infanta y la Princesa de Asturias en Palma de Mallorca, me pregunto: ¿no podrían haber ido un ratito a ver la natación?
Cada día tengo más claro que Cataluña se separará de España. Entre otras razones, porque si una familia, que sólo tiene la obligación de ir y representar a su país, no es capaz de pasarse un ratito por la piscina, como decimos los catalanes: a fer punyetes!
