Su desempeño contra el Sevilla, discutido en lo colectivo por el resultado final, ya fue reseñable. Una falta directa que se estrelló en el poste de Rico pudo haber envenenado el partido como ya lo hiciese en el Vicente Calderón aquella otra que perforó a Oblak. Sin la voracidad de Luis Suárez apareciendo de manera regular, el Barcelona se entrega a Neymar. No es aún alfa y omega, como en la selección brasileña, pero el traje de líder que deja Messi vacante empieza a no quedarle grande al paulista.
Ante el Rayo Vallecano, Neymar personificó el desequilibrio. En cada desajuste y cada espacio que aparecía en la zaga de Paco Jémez, el brasileño metió el dedo en la llaga. Nacho y el tierno Llorente fueron incapaces de contener la imprevisibilidad del culé; tanto que el primero acabó sustituido y el segundo, tarjeteado. De las botas del 'once' del Barça nacieron dos penaltis señalados (los que remontaron el partido) y varios provocados sin castigo.
La temporada pasada, como todo el Barcelona, Neymar vivió bajo la sombra interminable de Messi. Sin hacer ruido, como Sancho Panza del Quijote rosarino, totalizó 39 goles y 7 asistencias. Una minucia, claro, comparados con los 58 tantos y 26 envíos del argentino, pero cifras siderales si se equiparan con casi cualquier otro jugador del planeta.
Este Neymar desencorsetado está empezando a encontrar la alegría con la que jugaba en el Santos. Ninguna mirada le fiscaliza si le sobra un quiebro y él devuelve la confianza atreviéndose a todo. Los problemas extradeportivos (financieros, sobre todo) se le siguen acumulando, pero no parecen suficiente carga para borrarle la sonrisa a un hombre que, por primera vez desde que está en la Ciudad Condal, se sabe piedra angular.
En la accidentada segunda parte contra los vallecanos, terminó rescatando a un equipo con el agua al cuello que olía a empate. Primero un hat-trick y, lejos de conformarse, fue a por un póquer que le sirvió un reverencial Luis Suárez. En consideración, el brasileñó le devolvió al charrúa el quinto del Barça. Aun sin Messi, la química de los titanes de arriba sigue intacta. Ni Sandro ni Munir, eso sí, consiguen seguirles el ritmo como compañeros circunstanciales.
"Está en el top ten de mis partidos con el Barça", reconocía un Neymar extasiado tras el choque sabatino. Por el camino, ha abandonado la ansiedad y ha comenzado a atinar en las penas máximas. Un mes por delante hasta que vuelva Messi. Algo más de treinta días para que Luis Enrique disfrute de un príncipe que, de pronto, se ha vuelto rey.