Ya hace demasiados años que estamos acostumbrados a que en el periodismo deportivo, en general, y en el futbolístico, en particular, vale todo. Cualquier cosa puede decirse, sea en una tertulia o en una información, porque acaba saliendo invariablemente gratis. No hay consecuencias. El rumor y la noticia se entremezclan conformando así una nebulosa que lo envuelve todo. Como el asunto tratado suele ser más bien frívolo (cómo va tal o cual fichaje, cómo se llevan determinados jugadores, etc), hay patente de corso para soltar lo que a cualquiera le venga en gana.
Este fenómeno es aún más exagerado en el caso de los sueldos. Es habitual desde hace años que en periódicos, radios y televisiones aparezcan individuos que propagan datos con una absoluta tranquilidad -la tranquilidad del que se siente impune- y una sorprendente alegría. "Fulanito cobra 12 kilos más variables". "Menganito gana 25 kilos de ficha y su llegada salió por 70". "Zutanito costará 100 millones y ganará 20 al año que al club le suponen 40".
Cifras y más cifras esgrimidas sin documento alguno y que se olvidan casi tan rápido como se consumen cuando la verdad es o suele ser que nadie sabe en realidad cuánto cobran o cuánto costaron Fulanito, Menganito o Zutanito. Ni siquiera el tipo que filtra la basura en el restaurante o el wasap de turno. Luego la realidad desmiente tantas exclusivas, claro, pero a nadie le importa ni lo más mínimo.
Luego la realidad desmiente tantas exclusivas, claro, pero a nadie le importa ni lo más mínimo
Gerard Piqué acaba de desnudar estas prácticas tan extendidas como lamentables. El jugador del Barça decidió hace unos días publicar el pantallazo donde podía verse que había cobrado una nómina de 2,3 millones de euros en concepto de la mitad de su salario anual. Ergo si no hay manipulación por su parte, el futbolista cobra 4,6 millones al año.
No es que Piqué quisiera gastar una broma a alguien o presumir de sueldo en las redes sociales. Esa era su particular forma de responder a un periodista, Lluís Canut, que había asegurado en el programa de televisión Onze de Esport3, canal deportivo de TV3, con formato de gran exclusiva, que el jugador ganaba 28 kilos al año. Junto al dato, el rejonazo: "Personajes como este cobrando de una televisión pública para defender a sus amigos. Aquí tienes el 50% de mi nómina cobrada a 30 de diciembre. Respétate un poco".
Casi nadie en este oficio de cínicos resiste el peso de la hemeroteca. Y no estamos aquí para dar cursos de ética periodística a nadie, pero parece obvio que la información no estaba contrastada. Quizás el informador fue víctima de un engaño o quizás no. Pero, en todo caso, no conviene detenerse demasiado en la anécdota cuando lo que importa es la categoría. La verdad es que este tipo de cosas suceden casi a diario en la prensa deportiva (también en la otra prensa, claro, pero ese no es el tema de esta sección).
Ocurrió algo aún más impresionante cuando El Mundo desveló el astronómico salario de Leo Messi en el Barça. Las cantidades contadas por el periódico superaban con creces a los números de todas las aseveraciones que se habían publicado, contado o radiado en los medios de comunicación durante años. Se conoce que nadie hizo el ejercicio de comparar el sueldo del argentino con lo que los periodistas y tertulianos habían dicho que cobraba. Abismal divergencia que ahí está, en Google, para quien quiera comprobarla.
No sorprende que todo valga en el periodismo balompédico cuando se habla de cifras. Ocurre lo mismo cuando se habla de fichajes. Y también cuando se aborda el deplorable comportamiento de los aficionados más enloquecidos. Y con el tratamiento informativo (y social) de la corrupción en este deporte. Y con bochornos como el Mundial de Qatar que se avecina. En todo eso periodistas y aficionados miramos para otro lado o hacemos la vista gorda -elijan-, porque todo está permitido pese a los delirios de artículos como este que aquí termina.