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Pau Gasol: El baloncesto jugado como ballet y el reinado de guante de seda

El pívot español ha conseguido cuajar uno de sus mejores torneos con 35 años. Su juego combina un físico perfecto para la práctica del baloncesto con una inteligencia que le permite economizar esfuerzos y hacer simple lo que es complejo. Es una leyenda a la altura de los mejores europeos de siempre.

  • Gasol celebra con SM Felipe VI el título de campeones en el Eurobasket.

Pau Gasol sabe bien que la canasta se eleva a 305 centímetros del suelo y los esfuerzos que se necesitan para que esa distancia sea solo una cifra. Son ya muchos años los que lleva jugando a esto, pero no es solo una cuestión de experiencia, tiene más que ver con su cabeza. Hay otros que se pasan una vida entera mirando a una canasta y son incapaces de decir la altura, el color o la forma de la misma.

La naturaleza le dotó con una altura privilegiada para jugar al baloncesto y unos brazos más largos de lo normal en alguien de su tamaño. El tiempo y el trabajo fueron moldeando el cuerpo: los brazos, las piernas, el torso, la resistencia… las herramientas perfectas para quien las sabe usar. Esa es, probablemente, la clave de todo deporte. Tener las armas y saber utilizarlas. Gasol, decíamos, sabe cuanto mide la canasta y, consecuentemente, sabe que si se coloca a un metro de distancia y da un pequeño brinco solo tiene que depositar la pelota en el aro para sumar dos puntos. ¿Fácil? La mayoría nunca lo aprenden.

Gobert o Valanciunas, que a priori daban miedo, se fueron de la cancha con una derrota y una lección de baloncesto para verse en vídeo

En este campeonato, y ya con 35 años, ha dado una de las mayores exhibiciones que se recuerdan en una cancha de baloncesto. Es reduccionista decir que un hombre solo ganó un torneo pero, si no fue así, sin duda lo pareció. Partido tras partido iba convirtiendo en rutina lo que en la mayoría es milagro. El balón va a la zona, él cuerpea con el rival, sin importar que sea un avatar de tres metros, encuentra la posición y mete la canasta. Una y otra y otra vez. Hasta desesperar a todos aquellos que, como Gobert o Valanciunas, aspiran al cielo pero se tienen que conformar con salir de la pista con una lección de baloncesto aprendida. Si su objetivo es ser los mejores tienen que coger el vídeo e intentar replicar todos los movimientos que ven hacer al español.

Gasol no es el más aguerrido ni el que más se va a pelear, no se le verá gritando en la cara a nadie y parecerá, incluso, displicente en ocasiones. Él no necesita fuegos artificiales porque sabe que cuando llegue la pelota a sus manos mandará a su alrededor. Tiene los movimientos más puros que puede desear un pívot, siempre clava los pies donde tienen que estar y abre el hueco necesario para llegar a su destino. A veces la respuesta no está en lo visible sino en esos pequeños detalles, en ocasiones las anotaciones de Gasol se pueden contar antes de que le llegue la bola porque él, más listo que nadie, ya ha vencido la pelea sin tener siquiera que batirse en ella, siempre con hilo de seda. Y, en el caso de que esté más forzado, da un poco lo mismo, porque sabe cuerpear, tiene un gancho perfecto –a Francia la cosió mil veces con el mismo ardid- y recursos ilimitados. Si hasta tira triples con alto porcentaje, que con ese corpachón es meritorio. La muestra de esto último, su increíble racha contra Polonia en los cuartos. 

La carrera de Gasol es la historia de un diamante bien pulido. Además de la materia prima, ya suficientemente glosada en líneas anteriores, da la impresión de que las circunstancias siempre fueron perfectas para ir mejorando hasta ser lo que es. Viene de una familia sin problemas, muy unida, tuvo una maduración algo tardía –en el mundial juvenil de Lisboa que ganó España aún no destacaba tanto- pero lógica para un jugador que se tiene que acostumbrar a mover un cuerpo como el suyo.

Aprendió en las categorías inferiores del Barça en unos años en los que el club trabajaba especialmente bien con las jóvenes promesas. Tuvo algunos encontronazos con Aito García Reneses, que no es muy dado a conceder tiempo a los jóvenes, pero también con él aprendió de uno de los más grandes entrenadores que ha tenido España. Dio el salto cuando tenía que darlo y llegó a una franquicia sin prisas y eso le sirvió también para aprender lo que es la NBA.

Como en la cancha, los pasos en su carrera siempre aterrizan en el lugar perfecto y en el momento adecuado

 Aterrizó en una franquicia perdedora, cambió su filosofía y, cuando la cosa ya no tenía más crecimiento posible, se fue a los Lakers, la alta nobleza de la Liga, para ser campeón. Después de eso, cuando ya había exprimido al máximo su paso por California, pudo ir a cualquier sitio, pero eligió Chicago que era, probablemente, el sitio perfecto para renacer después de unos años erráticos. Lo consiguió, claro, y esta temporada ha vuelto a asombrar a todos los aficionados estadounidenses.

Es decir, como en la cancha, Pau en su carrera siempre supo dar el paso correcto, el que más le acercaba a su objetivo, que era la eternidad. Por suerte o por inteligencia, casi siempre por las dos, paso a paso para ahora, a los 35 años, ser mejor jugador de lo que nunca fue. Porque esa es otra, la evolución nunca termina y Gasol sabía desde siempre que el éxito es más fácil en carreras largas y ascendentes.

Mientras todo eso pasaba Gasol iba a la selección. Buscaba, como todas las grandes estrellas, un poco más de historial y una manera de evadirse. También en el equipo nacional se le vio evolucionar, fue poco a poco cogiendo galones, convirtiéndose en leyenda. Pau Gasol no es solo, de más está decirlo, el mejor jugador que ha tenido España: también es de los mejores que ha visto nunca Europa.

Su historial se puede comparar con cualquiera que se ponga por delante. Tiene dos anillos de la NBA, es campeón de Europa tres veces con España, campeón del mundo también y dos veces medallista olímpico. Su juego funciona bien en Estados Unidos, pero se adapta aún mejor al ritmo de Europa que no valora tanto la fuerza bruta como el ingenio. Los hay más anchos y más largos, más fuertes y más duros, pero no los hay que sepan armonizar tan bien los movimientos de una carcasa así. En todos los éxitos de la selección él fue mejor. Unas veces mejor acompañado, otras, como esta misma, ejerciendo de Quijote contra el mundo entero. Con más o menos ayuda, pero siempre él fue el mejor. Si se tenía que redoblar, lo hacía. Como en semifinales contra Francia.

Se puede jugar con los nombres: Drazen, Arvydas, Mirza, Dirk, Tony… y en esa lista, en uno u otro lugar, tiene que cuadrar también el de Pau. Porque su nivel es el de los mejores, el de los que tienen una plaza en la historia y un sitio en el recuerdo colectivo. Gasol, con la sonrisa, la educación, el físico y el infinito talento. El que hizo de España algo más que una selección pintona y competitiva, el que la convirtió en envidia y referencia. La generación de oro del baloncesto, también la del deporte nacional, siempre le tendrá entre sus figuras.

Además, tiene mucho de ejemplo para el resto de deportistas. Pocos han dado más tiempo y esfuerzo a causas solidarias, es un compañero ejemplar y siempre, sin distinción, el primero que coge el twitter para felicitar a cualquier deportista español cuando ha conseguido un éxito. Sus entrevistas son de las mejores, porque es reflexivo y le pone esencia a sus respuestas. No es casualidad, el Gasol de dentro de la cancha es cómplice perfecto del que está fuera. Y viceversa.

Le queda solo el epílogo, estas cosas es mejor admitirlas sin paños calientes. Para un deportista 35 años son muchos, aun estando bien cuidados. Él mismo afirmaba antes de este campeonato que si vuelve siempre es porque teme que sea el último. Lo lógico es pensar que solo le queda con España un torneo más, el de los Juegos de Río. Si no pasa nada durante el año allí llegará como lo ha hecho cada verano que ha ido a la selección: a punto de físico y con más lecciones aprendidas, más sabio y, por lo tanto, mejor.

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