"El Real Madrid nunca hace el rídiculo". Emilio Butragueño, cariacontecido ante decenas de periodistas, echaba balones fuera sin ser capaz de responder la pregunta de la noche: ¿Quién tiene la responsabilidad de saber que un jugador está sancionado y no puede ser alineado? "No es momento de culpables". El Real Madrid cuenta con 703 empleados, además de los deportistas. Pero ninguno reparó en la circunstancia de que Cheryshev estaba sancionado. Insisto, 703.
El ridículo protagonizado por el Real Madrid anoche en Cádiz retrata el estado caótico de un club más pendiente de los caprichos de su presidente que de atender a las cuestiones deportivas. Anoche el Real Madrid dejó de ser el club más prestigioso de la historia del fútbol para convertirse en el hazmereir, en el centro del choteo de toda España, desde las gradas del Carranza a Piqué, pasando por las redes sociales.
El Real Madrid es hoy una caricatura de club. Un club que veta a los medios de comunicación que no obedecen a Florentino, un club que paga favores con cargos, un club que va a ser sancionado por la FIFA por cometer irregularidades en la captación de jugadores de la cantera, lo que le impedirá acudir al mercado de fichajes durante dos plazos. Un club que tiene a su delantero implicado en un caso de extorsión, un club con 19 lesionados en tres meses en el que sus jugadores no quieren tratarse con los servicios médicos del club...
Florentino Pérez ha convertido el Real Madrid en su cortijo gobernándolo con dejadez y una falta de profesionalidad alarmante. Pérez ha cometido, en nombre del señorío y de la excelencia, tropelías de todo pelaje. No faltará sitio en el palco para jueces y jeques, antes banqueros y constructores, pero nadie sabía que Cheryshev no podía jugar. El Real Madrid ha llegado a un punto en el que su propia incompetencia le penaliza. Si Bernabéu levantase la cabeza... ¡Suerte Chendo!