El fútbol español es cíclico. Siempre está ocurriendo lo mismo como en el eterno retorno de Heráclito. Nada de lo que se va repitiendo importa hasta que llega el Clásico entre Barça y Madrid. Como el partido se juega el próximo sábado, los futboleros vamos a estar toda la semana, Champions mediante, dándole vueltas a cómo llega cada uno de los contendientes. Lo divertido en esta ocasión es que las dudas y las sombras sacuden a los entrenadores de ambos clubes. O eso parece.
En la orilla culé se ha disparado el revuelo porque un jugador del Getafe, de nombre Nyom y de origen camerunés, llamó "gordo" a Koeman el otro día. Lo noticioso hubiera sido que le llamase flaco. Pero, bromas aparte, parece ser que este lateral derecho que no será tan recordado como Cafú también se acordó de la madre del técnico holandés. Estos insultos ya no resultan sorprendentes sino que parecen hasta lógicos si se tiene en cuenta que en el fútbol la mala educación está permitida aunque algunos prediquemos en el desierto reclamando lo contrario. Esos predicadores todavía albergamos la incauta esperanza de que se cambie este deplorable estado de cosas. Una ejemplar sanción para el jugador del Getafe sería un buen comienzo.
No obstante, de Koeman no nos importa la prominencia de su barriga, sino su talla como entrenador para un equipo de la magnitud del Barça. Después de la derrota en Getafe que recordó las oscuridades de las últimas temporadas, sus dos siguientes duelos, ante el Ferencvaros húngaro este martes y ante el eterno rival el fin de semana, servirán para medir cómo anda el tambaleante proyecto azulgrana. Por extraordinario que parezca, el estado de ánimo de Messi sigue siendo clave para ver si tal proyecto es realmente factible.
El técnico que consiguió la machada de ganar tres 'Champions' seguidas aún hoy es cuestionado por buena parte de la prensa especializada y por no pocos aficionados cada vez que pierde un partido
En la otra orilla, la blanca, se vive otra crisis, y van unas trescientas, de Zidane. El sorpresivo tropiezo ante el Cádiz ha vuelto a poner en el disparadero al entrenador galo. Quizás no haya en el mundo un banquillo tan difícil como el del Real Madrid. Porque el técnico que consiguió la machada de ganar tres Champions seguidas aún hoy es cuestionado por buena parte de la prensa especializada y por no pocos aficionados cada vez que pierde un partido. Es de risa pero sin gracia.
La verdad es que ese perpetuo cuestionamiento resulta entre aburrido e insultante. El año pasado llegó al paroxismo cuando periodistas y seguidores alentaban el linchamiento a Zidane en paralelo a esa exigencia, que en el fondo es más un sueño o un delirio que una posibilidad cierta, de que José Mourinho volviera al Bernabéu. Gentes que no tienen ni idea de cómo funcionan un equipo o un vestuario asaeteando públicamente a un tipo que lo ha ganado todo como jugador y entrenador. Es el peaje democrático que se paga en un deporte donde cada aficionado cree saber de fútbol más que Aristóteles y Platón de filosofía sin necesidad de haber golpeado un balón una sola vez.
Volviendo a la actualidad, ya se ha dicho y escrito que si el Madrid pierde contra el Mönchengladbach en Champions y contra el Barça en Liga Zidane podría ser destituido. Sí, soy consciente de que provoca carcajadas leerlo. Pero sin estas ocurrencias también cíclicas el fútbol no sería la bendita locura que es.