Disciplina olímpica que retornará en Tokio 2020, el béisbol no ha dado tradicionalmente muchas alegrías a España. Deporte nacional en lugares como Cuba, Panamá, Japón o Venezuela, no ha terminado de cuajar en Europa, donde es casi utópico pensar en una profesionalización y un organigrama sólidos, con pocas instalaciones adecuadas y un nivel de seguimiento marginal. A pesar de ello, España rozó el oro en el Europeo recién disputado en Hoofddorp (Holanda). Una Selección subcampeona, eso sí, algo especial.
Y es que, de los 23 jugadores que componen el plantel dirigido por Paco Figueroa (miamense de raíces gallegas), 16 son venezolanos (y varios otros, cubanos y dominicanos). Tras muchos años de sequía en cuanto a grandes resultados (61 sin disputar una final continental), una España criolla (el madrileño Jorge Balboa suele ser el único nacional de pura cepa habitual en las convocatorias) cuajó un torneo casi impecable en el que se impuso a Bélgica, Grecia, Croacia, Italia, Francia, República Checa y Alemania, sólo cediendo ante la anfitriona Holanda tanto en primera ronda como en la postrera final.
El país de los tulipanes lo es también del béisbol a tenor del medallero continental, dominado con creces por la Oranje con 21 oros y nueve platas, seguida en el palmarés, por este orden, por Italia y Bélgica. La progresión española es ascendente en los últimos años, tal y como demuestra el hecho de que ha obtenido cinco bronces en las últimas seis ediciones disputadas del torneo.
Figueroa ha dirigido un combinado que se quedó a las puertas de lograr un oro que no alcanzó por pequeños fallos en la recta final de un igualado choque que finalizó 3-2. "Nos entregamos en cuerpo y alma por un himno que sentimos", dice quizá la estrella del plantel, Luis Guillorme. Nacido en Caracas de madre madrileña, él es la alegoría del triunfo de una Selección que, en paralelo al debate político nacional, ha conseguido casar en una paradójica armonía España con Venezuela.