¿Quién está reconstruyendo Madrid? ¿Quién lleva las riendas de lo que tiene que ser la capital en los próximos años? Es una pregunta sobre la que podría responderse de manera gruesa: quien tenga dinero y prometa generación de ingresos, así como puestos de trabajo. Sólo eso importa. Al menos, eso denuncian algunos colectivos relacionados con la arquitectura y la defensa del patrimonio histórico.
Hace pocos días se ha sabido que Norman Foster ha decidido llevarse de la ciudad su fundación, en un gesto que ha sido un auténtico mazazo para quienes desean potenciar la capital con propuestas contemporáneas de vanguardia, capaces de competir con Nueva York o París.
La oportunidad no podía ser más clara. El británico ha realizado un montón de obras, como la Torre Bankia de la Castellana o incluso llegó a presentar un proyecto para el nuevo Santiago Bernabéu. Sir Norman Foster está casado con la española Elena Ochoa, muy relacionada con el arte y la arquitectura, algo que sin duda había tenido su peso para que su marido eligiera Madrid a la hora de instalar su fundación. El británico llegó incluso a comprar el Palacio de Montesquinza de su propio bolsillo.
Ana Botella perdió con Norman Foster una oportunidad de oro para superar el sambenito de que "el PP desprecia la cultura".
Foster comenzó a remodelar el palacio una vez obtenida la licencia, pero desde el Ayuntamiento le hicieron ver que el proyecto incumplía algunas normativas, por lo que debía volver a pasar por comisión de Urbanismo. En ella le pusieron seis prescripciones, de una manera un tanto displicente, por lo que Foster retiró su expediente de manera directa e inmediata.
Podrá argumentarse que el mítico arquitecto peca de soberbia, pero es algo que puede permitirse cuando en Nueva York le ponen un cheque en blanco en todos los sentidos para llevar allí su fundación. En cualquier caso, el asunto es un baldón tremendo para Madrid, que ha cruzado fronteras. Después de fracasos como los JJOO o Eurovegas o Rock in Río, tampoco cuaja un proyecto de glamour mundial.
No falta quien defiende que las ordenanzas están para ser cumplidas y que Foster no debería ser una excepción, aunque con esta rigidez el PP difícilmente va a quitarse de encima la cantinela que le persigue: “no les interesa la cultura”.
Todo para Eurovegas
Porque esta falta de facilidades al arquitecto, o al menos, rigidez, contrasta con la pelea de Ayuntamiento y Comunidad por Eurovegas, para la que pidieron que se suprimiera la prohibición de fumar, con el consiguiente sofoco de la ministra de Sanidad, Ana Mato. “Son 250.000 empleos y por eso se anulan las leyes que haga falta”, decían, aunque finalmente el magnate Sheldon Adelson resultó más bien un bluff, al más puro estilo Bienvenido Mr. Marshall.
Madrid se moviliza donde 'huele' dinero, y si para ello hay que eliminar prohibiciones para fumar, dar licencias para más casinos o rebajar la protección de edificios, se hace.
Sin embargo, esa parece la máxima que impera en el consistorio: el que prometa dinero, tendrá todas las facilidades, pero el que no, deberá someterse al rodillo de la ley. No importan los fiascos, Madrid se movilizará donde ‘huela’ negocio, ya sean Juegos Olímpicos, mega casinos o enormes centros comerciales.
Así, se ha cambiado la Ley de Modificación del Patrimonio Histórico, rebajando los blindajes de los edificios BIC (Bien de Interés Cultural), permitiendo de esta manera la instalación en estos venerables inmuebles de centros comerciales, hoteles, parkings, etcétera. El caso más célebre en los últimos tiempos es el de la Plaza Canalejas.
Siete edificios a la vez
El complejo Canalejas pertenecía a Santander y ha sido vendido a OHL. Villar-Mir traerá a ese mega inmueble, compuesto por siete edificios históricos de los cuales dos son BIC, a la cadena hotelera Four Seasons y construirá un centro comercial de lujo. La dotación que iba a dar a la ciudad como contraprestación, un intercambiador de transporte, será finalmente sólo una enorme parada de autobús subterránea. Pero eso no importa ya.
Las leyes al servicio del negocio, han denunciado en algunos foros, o “urbanismo a la carta”, según insisten una y otra vez los representantes de UPyD en el Ayuntamiento madrileño. Incluso en Bruselas han denunciado los favores concedidos a Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y la constructora ACS, con los terrenos para su soñado nuevo estadio Santiago Bernabeu, en un escándalo sobre el que apenas llega nada a la opinión pública.
También ha generado mucha controversia el nuevo Museo de la Arquitectura a mayor gloria del arquitecto argentino Emilio Ambasz, experto en diseño industrial, aunque algunos peldaños por debajo en reconocimiento mundial que Foster. Un pequeño detalle: tiene una ingente fortuna.
La capital está haciendo astillas su patrimonio inmobiliario histórico, que servirá de combustible a una barbacoa selecta entre políticos y poderes fácticos.
A Ambasz se le ha permitido situar su fundación en un palacete en el Paseo del Prado 30, que será prácticamente derruido y reconstruido al 100%. “Gracias, Emilio, por haber elegido Madrid como sede de tu proyecto más personal”, decía Ana Botella, con un tacto que sin duda no ha recibido Foster.
Otro de los contenciosos sobre los que hay un enorme ruido es el Palacio de la Música, propiedad de Bankia y en el que se construirá un Mango. Llegados a este punto, “¿Quién está liderando el futuro urbanismo de la ciudad: la ciudadanía o los Botín, Andic, Villar-Mir…y, en definitiva, todo aquel que traiga dinero por delante?”, se preguntaba recientemente Vicente Patón, de la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio.
Operaciones anunciadas por políticos
También ha resultado algo sonrojante ver cómo la venta del Edificio España a un grupo chino, comprada en su día por Santander a Metrovacesa por unos 400 millones de euros, la anunció a los cuatro vientos el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González. Sin duda, tanto CCAA como Ayuntamiento han movido los hilos con intensidad buscando la operación, intentando lavar la cara a una Plaza de España que luce una imagen bochornosa, llena de edificios abandonados, derruidos y en su día pasto de los okupas. Lo bueno es que esa operación no está cerrada, pese a la indiscreción de González.
Madrid quiere un gran eje peatonal comercios-museos, desde Gran Vía a La Castellana y para eso hay que reformar tanto la Gran Vía como la Puerta del Sol, conocida coloquialmente como Puerta del sOHL, por el peso específico que tiene la compañía de Villar-Mir (OHL) en el reordenamiento de la ciudad.
Porque lo cierto es que las denuncias de doble rasero se escuchan por doquier. “A Canalejas se le cambia la ley, pero un particular que va a la CIPHAN (Comisión Institucional para la Protección del Patrimonio Histórico-Artístico y Natural) a pedir un ascensor interior o un restaurante que quiera un elevaplatos en la Cava Baja se encuentra con todos los problemas del mundo”, indican fuentes expertas en arquitectura.
Todo por el business
La forma de actuar de los poderes públicos busca impulsar el turismo y el comercio. Sin embargo, los comerciantes reclaman antes una política clara con el aeropuerto, superado en tráfico por Barcelona y con Iberia en caída libre dentro de la T4. Tampoco hay una política que facilite la ocupación hotelera: los empresarios han declarado estar literalmente “hartos” de Botella e Ignacio González.
El último episodio ha sido la instalación de una rana de dudoso gusto en la Plaza Colón, donada por el Casino Gran Madrid, en atención al permiso del Ayuntamiento para abrir otra sucursal. Se suponía que era para poder afrontar la competencia de un Eurovegas que ya no va a venir.
Fuentes políticas creen que la retirada de Foster sólo es un órdago y que continúan las negociaciones bajo cuerda. Tal vez caiga alguna cabeza.
“Eso no es una estatua, es un reclamo publicitario que nos han colocado unilateralmente”, decían fuentes especializadas en urbanismo.
Tal vez merezca la pena reflejar las reflexiones de un arquitecto madrileño que pidió permanecer en el anonimato porque ostenta un cargo público, en una carta enviada a Vozpópuli el pasado mes de febrero, en la que denunciaba que Madrid, para obtener dinero, está haciendo astillas su patrimonio inmobiliario. Esas astillas son el combustible para una hoguera de la que se benefician poderes públicos y élites privadas. Una auténtica barbacoa de acceso muy restringido.
Palos a Foster
Desde la oposición, sorprendentemente, critican con dureza Foster, denunciando que la retirada de su expediente no es más que un elemento de presión para que le aprueben la remodelación sin la más mínima objeción. Y apuntan que, con toda seguridad, continúan las negociaciones oficiosamente, algo de lo que dudan mucho en fuentes relacionadas con la arquitectura y el urbanismo.
Queda por ver si el fiasco de Foster se traduce en responsabilidades políticas. El responsable de control de edificabilidad de Madrid, Norberto Rodríguez, "está tocado", dicen las fuentes políticas y "Ana Botella está que trina con la marcha de la fundación". Los colectivos que defienden el patrimonio también están cada vez más molestos y prometen movilizaciones. Tal vez se sientan legitimados por el hecho de que ni la alcaldesa ni el presidente de la Comunidad han sido elegidos para sus respectivos cargos a través de elecciones democráticas.
El asunto, en cualquier caso, invita a debate. ¿De quién es el futuro urbanístico de Madrid? ¿De sus ciudadanos, de sus políticos o de las élites empresariales? Y, sobre todo, ¿tratan los políticos por igual a todos?