Recortes en los ministerios y aumento de la edad de jubilación son los dos grandes ejes del presupuesto presentado por el gobierno federal de Stephen Harper, en Canadá. Pero, aparte de algunas medidas difíciles de adoptar, los canadienses están satisfechos, ya que se esperaban algo mucho peor de parte de un gobierno conservador, el primero en tener mayoría absoluta en el Parlamento en veinte años.
Contando con un crecimiento de la economía del 2,1% en 2012 y de 2,4% por año de 2013 a 2015, el gobierno tampoco ha tenido que exigir demasiados sacrificios. El déficit público alcanzó el 3,8% del PIB en 2011, el gobierno quiere reducirlo al 1,2% del PIB en 2013 y llegar al superávit en 2016, con un excedente de 2.600 millones de euros.
Con objetivos más asequibles que los de España, Canadá aun ha decidido por adoptar un plan drástico de recortes. Ha anunciado Jim Flaherty, el ministro de Economía de Canadá, las malas noticias: se prevé un recorte del 7% del total de los presupuestos ministeriales, con la supresión de 19 200 puestos de funcionarios, o sea el 4,8% del total de la función pública federal. Esos recortes afectarán sobre todo la sanidad, la agricultura, los créditos de I+D y la ayuda internacional. También la televisión pública tendrá que reducir sus medios de un 10%.
Ejemplar en los más pequeños detalles
Aun así, Canadá toma decisiones muy ejemplares si las comparamos con los PGE españoles. El Estado federal también reajustará el presupuesto militar de 1.100 millones de euros hasta 2015, mejorará el procedimiento de atribución de los contratos, racionalizará la adquisición de material y centralizará la gestión de los bienes inmobiliarios.
El gobierno, para mantener el sistema de pensiones, anuncia que la edad de jubilación pasará de 65 años en 2023 a 67 años en 2029. Para los funcionarios, las cotizaciones serán igualmente pagadas por ellos y sus empleadores, como en el sistema privado. Y los primeros que verán su régimen cambiar son… los mismos diputados y senadores que votarán los presupuestos.
Canadá es incluso ejemplar en los más pequeños detalles. Durante un año, el gobierno ha escrutado atentamente los gastos de todos los ministerios antes de recortar. Para no perder influencia internacional, Ottawa venderá varias residencias oficiales del extranjero para comprar otras más pequeñas, lo que reportará 60 millones de euros al Tesoro. Dejará de fabricar las monedas de 1 céntimo, ya que su producción cuesta más que su valor nominal. Sobre todo, el propio primer ministro anunció que el gobierno, aunque quiere renovar la flota de aviones militares, no ha incluido en el presupuesto la compra prevista de 65 aviones F-35, desde que el Verificador general Michael Ferguson, controlador de la gestión financiera del Gobierno, criticó la poca transparencia de ese proyecto.
Venta de petróleo
La principal crítica que se elevó contra el presupuesto 2012-2013 es la reducción prevista de la reglamentación sobre la explotación de los recursos naturales. El Gobierno de Harper tiene claramente la intención de desarrollar los proyectos petroleros en Alberta, pese a la cólera de los ecologistas. Asegurando así la venta de petróleo, que permitió a la economía canadiense salir de la recesión en 2009, el ministro de Economía afirmó sin ambages que “tenemos la ocasión única de poner nuestro país en la vía del crecimiento sostenible a largo plazo. Mientras otros países tienen poca margen de maniobra, somos libres de elegir nuestro futuro.”