El Gobierno lleva meses alabando su propia política de reformas económicas y sus caras más reconocidas, aunque de otra manera y con diferentes palabras, llevan repitiendo un tiempo el mantra aquel de España va bien, tan utilizado por uno de sus antiguos líderes. Según explican, sus cuatro años de gestión han creado un país más competitivo y encarrilado, desde el punto de vista económico, del que cogieron en 2011 tras los gobiernos del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero.
Y, según ciertos datos y quien lo explique, dicha constante afirmación de los miembros del Partido Popular puede llegar a ser cierta. Algunos de estos datos son los que se encargó de repetir el ministro de Economía Luis de Guindos el pasado fin de semana en una entrevista con El País: "España ha reducido el déficit del 9,3% de 2011 al 4,6% de este año (…) El desempleo bajará al 12% en 2019 (desde el 27% de 2011). Pero, aunque dichas afirmaciones pueden ser ciertas (la primera seguro, la segunda está aún por ver), lo cierto es que desde el gobierno se suelen olvidar dos de las principales razones por las que la situación económica española se ha mantenido en una constante (y supuesta) mejora durante los últimos años. Quizás, dicho olvido selectivo puede tener que ver con que ninguna de las dos tiene que ver con el trabajo del ejecutivo presidido por Mariano Rajoy, sino que son completamente externas a su trabajo: los bajos precios del petróleo y los bajísimos tipos de interés.
Motores externos de la recuperación
La idea de que las reformas de la economía española han creado por sí solas un escenario positivo y de crecimiento en el país es bastante incierta. Y es que el contexto económico ha jugado un papel crucial en dicha mejora, un contexto en el que el Gobierno, todo hay que decirlo, ni pinchaba ni cortaba.
Una de las principales razones de las mejoras ha sido el descenso en el precio del petróleo, que sufrió una profunda caída en cuestión de dos años. Si a finales de 2014 la cotización del barril de crudo estaba alrededor de los 110 dólares norteamericanos, en cuestión de año y medio llegó a ponerse por debajo de los 40 dólares. El resultado, para los países importadores como España, es obvio: la reducción de los gastos hace que se aumente el consumo y la productividad.
Por otra parte, otro de los elementos que ha jugado un papel muy importante en el tímido resurgimiento ha sido el de las políticas monetarias del Banco Central Europeo, que ha mantenido los tipos de interés bajo mínimos con la aplicación de las técnicas de QE o quantitative easing, al estilo de la FED nortamericana.
Problemas de la economía española
Pues bien, los principales escollos de cara a una verdadera recuperación están, paradójicamente, en relación con los dos elementos externos mencionados anteriormente: los precios del petróleo y las políticas monetarias del BCE.
El crudo ya se está encareciendo y más que lo hará, toda vez que las reservas de petróleo acaparadas durante la época de los precios muy bajos comiencen a agotarse. A día de hoy, con la caída de la extracción del petróleo de esquisto en Estados Unidos (a espera de que el nuevo gobierno de Trump le otorgue ciertos beneficios fiscales al sector), la producción es inferior a la demanda, lo que conllevará la subida de unos precios ya en alza. Además, por otra parte, en algún momento el BCE tendrá que empezar a subir los tipos de interés, ya que no se van a mantener negativos eternamente.
Esto provocará una caída del consumo y un aumento en el pago de intereses para la deuda española. Tal y como dijo el presidente del BCE, Mario Draghi, hace unos días, "España crece más, pero todavía es vulnerable: tiene un déficit elevado y un gran endeudamiento público y privado". Si los intereses sobre dicho gran endeudamiento aumentan, la estabilidad económica española se tambaleará, seguro, porque sus cimientos no son tan profundos. Se necesita una nueva reforma fiscal de forma urgente porque la hucha de las pensiones está vacía, se habla de una posibilidad de otra reforma laboral y, por todo el mundo, las corrientes políticas de extrema derecha acechan la confianza de los mercados.
¿Está por lo tanto España lista para afrontar lo que va a llegar? Probablemente no, y en el corto-medio plazo es posible que se abra para los inversores la posibilidad de beneficiarse de la volatilidad de las acciones españolas, especialmente en sectores como el bancario o los más relacionados con el consumo.
La legislatura que acaba de comenzar va a ser el momento en el que se decida si, ciertamente y tal y como se proclama desde el Partido Popular, las reformas económicas realizadas han sido suficientes como para anclar el país a la estabilidad. El momento en el que el precio del petróleo y los tipos de interés suban será el momento de la verdad. Veremos si España está preparada para ello.