Economía

Empresarios españoles en la frontera con Rusia: "No hay miedo real, a Putin no le conviene una gran guerra"

Diego Maestre nunca había estado en un país en guerra hasta 2014. Su trabajo de entonces en una compañía biotecnológica de producción de semillas le obligaba a pasar una o

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Diego Maestre nunca había estado en un país en guerra hasta 2014. Su trabajo de entonces en una compañía biotecnológica de producción de semillas le obligaba a pasar una o dos semanas al año en Ucrania. Sobre todo, en Crimea, la misma que Rusia se anexionó aquel año. "En el resto de Ucrania hay un sentimiento de Estado y patriótico fuerte, estoy convencidísimo de que [el país] batallará no ser ruso", cuenta a Vozpópuli.

Hoy, este zaragozano tiene 44 años, trabaja para otra empresa y vive en Valencia. Está "preocupado" por la escalada de tensión con Rusia, pero es prudente: "Parece más un sistema de negociación, los rusos son gente dura, pero nunca habíamos llegado a este punto".

Como él, otros dos trabajadores españoles cuentan a este periódico su experiencia en suelo ucraniano. Uno de ellos dirige una empresa que ayuda a comerciantes españoles a exportar producto nacional a Ucrania. Otro trabaja en Moscú para Rusbáltika, una consultora especializada en las relaciones comerciales entre España con los países bálticos, escandinavos, Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Ambos coinciden en que, de momento, se respira un ambiente de "tranquilidad".

En Crimea, antes y después

"Esta gente ha estado muriendo hasta hoy, pero en el telediario se dejó de hablar de ello". Diego Maestre lamenta la situación que sufre el país que visitó tantas veces entre 2011 y 2019. Su trabajo consistía en conocer la cadena de producción agrícola para poder vender semillas a productores locales. La antigua república soviética y, en particular, la península de Crimea, al sureste del país, es conocida por sus suelos ricos y fértiles.

El conflicto se germinó a finales de 2013, tras la marcha atrás que dio el entonces presidente, el prorruso Victor Yanukóvich, en un acuerdo de asociación con la Unión Europea. La decisión indignó a una buena parte de la población ucraniana, que se manifestó en Kiev. En 2014, estalló la guerra en el Dombás entre el Ejército ucraniano y los separatistas prorrusos apoyados por Moscú. Semanas después, Rusia se anexionó Crimea tras un polémico referéndum. Desde entonces, la guerra ha pasado por diferentes fases, sin llegar nunca a una solución y ha causado más de 14.000 muertos entre ambos bandos, según la ONU.

Empresarios españoles entre Ucrania y Rusia: "No hay miedo real, a Putin no le conviene una gran guerra"
'Chekpoint' en una carretera ucraniana próxima a Crimea, en agosto de 2014.Diego Maestre (Cedida)

Licenciado en ingeniería agrícola en la Universidad de Zaragoza, Maestre se especializó con los años en horticultura y se enfocó en la sandía y melón. Del conflicto guarda varios recuerdos en su memoria: los checkpoints en las carreteras, los coches en las proximidades de Lugansk con carteles que avisaban de que transportaban niños o los chiringuitos del puerto de Sebastopol que vendían camisetas con imágenes de Vladímir Putin. "En Crimea, la gente estaba muy contenta. Cuando pasó el tiempo, lo estaban menos por la devaluación de la moneda y el proceso burocrático", recuerda.

El ingeniero zaragozano visitó Ucrania por última vez en 2019. Recuerda "más normalidad", pero aún con "problemas" y "tensión". Hoy trabaja en otra compañía de su sector. Y contempla con preocupación los acontecimientos de los últimos meses, pero sostiene que "parece un sistema de negociación de los rusos, unos negociadores psicópatas". "Cuando se enfrentó a Ucrania [en 2014] y empezó a tener vetos, en ningún momento reculó", señala.

Rusia "desprecia" y Ucrania "odia"

"La gente [de Rusia] no piensa que su Gobierno sea tan bobo para una guerra", relatan desde Rusbáltika, consultora asentada en el noreste de Europa, pero comandada por españoles. Un trabajador español relacionado con el trabajo de esta compañía en Rusia insiste a este periódico que la estrategia seguida por Putin en las últimas semanas responde al 'modus operandi' típico de los rusos en las negociaciones empresariales.

"El ruso es una persona que en las negociaciones adopta posiciones maximalistas. Quiere dar la impresión de que puede hacer cualquier cosa, muy buena o muy mala, y que puede levantarse de la mesa y no volver, pero muchas veces es un teatro para que el otro se asuste… Hay que bailar a su ritmo y demostrar que no te amilanas porque sino, van a cogerte el brazo", argumenta.

El ruso adopta posiciones maximalistas en las negociaciones. Hay que bailar a su ritmo y demostrarle que no te amilanas porque sino, van a cogerte el brazo", cuenta un empresario español que trabaja de consultor comercial en Moscú

El consultor tiene clara su visión sobre los dos bandos y la relación que mantiene un país sobre el otro. El ciudadano ruso, dice, ve el conflicto con "pena y desprecio", considera a la antigua república soviética como "la novia que te engaña y se va con el tío más feo". El ucraniano, sin embargo, mira a su vecino "con odio" por comerse parte del país e "intentar ejercer un derecho que no tiene".

En cualquier caso, asegura que los rusos no ven el conflicto "como un problema directo", aunque sí les preocupan las sanciones. E insiste en que al Kremlin no "le conviene un ataque a gran escala" al ser "muy difícil de gestionar a largo plazo". Sus conocidos en Ucrania le han dicho que no se "preocupe porque no va a haber invasión alguna" ni llegará a "mayores", aunque siempre puede ocurrir un "imprevisto". "No hay un miedo real en la población, otra cosa es en el Dombás, donde hay miedo desde 2014".

Comerciante y con lazos familiares

Julio Suárez trabaja hoy a medio camino entre Tenerife y Alicante. Pero vivió varios en Jersón, una ciudad del sur de Ucrania, en la orilla del río Dniéper y de las más cercanas a Crimea. Suárez nació en Venezuela, pero se mudó a España con 19 años. Se dedicó al comercio desde muy joven; primero en Galicia y luego en el extranjero, según explica.

En 2009, visitó la antigua república soviética por primera vez por motivos familiares -su mujer es ucraniana- y se encontró un país con posibilidades de negocio. "Detectamos que había una gran presencia de productos de origen italiano en los supermercados y tiendas, y muy poca presencia de productos españoles". Todo ello, siendo España un país "muy apreciado en Ucrania".

Empresarios españoles entre Ucrania y Rusia: "No hay miedo real, a Putin no le conviene una gran guerra"
Julio Suárez, de Cortuhondo, en un 'stand' con productos nacionales. Cortuhondo (Facebook)

Suárez cuenta que en 2012 abrió una oficina en Jersón de Cortuhondo, una empresa fundada en 1997 pero que relanzó como marca en el país del este de Europa. A partir de entonces, se especializó en vender productos de alimentación de España procedentes de grandes compañías. "Nunca es fácil iniciar el desarrollo de un negocio -indica-, sin embargo, desarrollamos estrategias que nos permitieron darnos a conocer y consolidarnos como interlocutores serios de los fabricantes españoles".

No se transmite en Ucrania una inquietud latente, sin embargo, hay factores externos, de movimientos que pueden ser promovidos por terceros con intereses en el conflicto, que pueden perturbar la tranquilidad actual", dice Julio Suárez, comerciante español con años de experiencia laboral en Jersón, una ciudad del sur de Ucrania

Según el comerciante, los tres primeros años del proyecto fueron de crecimiento. Luego, entre 2014 y 2018, ralentizaron su actividad por el golpe que ocasionó el conflicto en el Dombás en la economía ucraniana. La recuperación se notó a partir de 2018 y ahora intentan superar las consecuencias de la pandemia. Desde hace un tiempo, la oficina en Ucrania la gestiona uno de sus cuatro hijos.

Sobre las tensiones con Rusia, afirma que "de momento" percibe "tranquilidad". "No se transmite una inquietud latente, sin embargo, hay factores externos, de movimientos que pueden ser promovidos por terceros con intereses en el conflicto, que pueden perturbar la tranquilidad actual", añade.

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