El tiempo para diseñar y ejecutar la entrada de capital privado en AENA se está consumiendo a marchas forzadas sin que el proceso muestre síntomas avance. El objetivo del Gobierno de privatizar el gestor aeroportuario antes de que finalice el presente año, que ya fue revisado desde la estimación inicial de hacerlo en primavera, está en serio peligro. Y con él, el del proceso en sí dado que 2015 será un año intenso en consultas electorales.
El presidente de AENA, José Manuel Vargas, ha reiterado en numerosas oportunidades que la compañía ya está preparada para afrontar la entrada de capital privado, después de los ajustes que ha llevado a cabo en los últimos tres años, que han incluido una notable reducción de la deuda, un ERE para más de 1.000 trabajadores y la transición de los números rojos a los beneficios.
Sin embargo, el bloqueo viene desde el punto de vista político. Las discrepancias en el Gobierno sobre la idoneidad de la privatización de AENA continúan haciendo inviable la venta del gestor aeroportuario y mucho menos en los plazos marcados en Moncloa.
Si el Ejecutivo quisiera cumplir con el calendario, debería aprobar la operación en muy breve espacio de tiempo para que el proceso pudiera completarse antes de finales de 2014. La cuestión lleva prácticamente tres meses encima de la mesa del Consejo de Ministros sin que, por el momento, haya visos de que pueda salir adelante.
Aluvión electoral en 2015
Tras el verano, la privatización de AENA entra definitivamente en fase crítica puesto que, de aprobarse entonces, su ejecución llegaría prácticamente en paralelo con la celebración de los comicios autonómicos y municipales, que tendrá lugar durante la primavera de 2015. Y, sin solución de continuidad, antes de que finalice el ejercicio los ciudadanos deberán volver a pasar por las urnas para las elecciones generales. Es decir, un calendario que pondría prácticamente imposible rematar la privatización.
Además, todo apunta a que el reparto de poder, tanto autonómico como central, será sensiblemente distinto del actual después de las elecciones de 2015. Pactos y negociaciones a varias bandas serán necesarios para diseñar una operación que, desde el punto de vista político, es mucho menos complicada con el escenario actual, con la mayoría absoluta del PP en el Congreso y con los 'populares' también al frente de gran parte de las comunidades autónomas.
El proceso de privatización de AENA ha empezado a generar nerviosismo tanto en el Gobierno como en la propia compañía, donde empiezan a temer que los esfuerzos realizados en estos años para poner la empresa a punto no vayan a culminar en lo previsto.
El más que probable cambio de equilibrios en los poderes autonómicos complicarán la venta de AENA, toda vez que desembocará en aspiraciones de gestión de los aeropuertos a cargo de los nuevos gobiernos autonómicos. Al mismo tiempo, la improbabilidad de que haya otra mayoría absoluta en las generales pondrá encima de la mesa la necesidad de llegar a pactos en los que la gestión aeroportuaria estaría entre las monedas de cambio.
El reloj comienza a volar en contra de la privatización de AENA. Si no hay avances significativos en las próximas semanas, el proceso entrará en el tiempo de descuento.