La industria alimentaria está en estos días en el centro del debate, y no sólo por el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que asegura que la carne procesada es cancerígena y la mete en el mismo saco que el tabaco o las emisiones de diésel. Además, este fin de semana un estudio de la ONG británica 'Action on Sugar', que ha sido realizado por una pléyade de médicos, endocrinos y cardiólogos, concluye que las comidas preparadas, aquellas que sólo necesitan abrirse y en algunos casos calentarse y que últimamente proliferan en los supermercados, tienen de media hasta el doble de azúcar que una lata de Coca-Cola: el equivalente a 15 cucharadas de café cada una.
La OMS recomienda tomar 25 gramos de azúcar al día. Sólo un plato preparado puede contener hasta 61, casi tres veces esa cantidad
El estudio ha sido realizado en los cinco principales supermercados de Reino Unido: Tesco, Sainsbury's, Waitrose, Mark & Spencer y ASDA. Sin embargo, sus resultados podrían ser totalmente aplicables a las comidas preparadas que se venden en España, pues los procesos de la industria alimentaria son muy similares en Europa occidental, y en muchas ocasiones incluso los llevan a cabo los mismos grupos alimentarios. "Existen muchos productos en un supermercado muy procesados y con mucha grasa y mucho azúcar de manera que tenemos el apetito de comer más. La gente no es consciente de la cantidad de azúcar que se consume al final del día y acaba siendo uno de los principales probemas de la obesidad porque no te das cuenta y comes mucho. Imagina que desayunas algo que crees sano: una tostada de pan de molde con mermelada casera y un zumo de naranja. Todo eso es azúcar, y la gente no se ha dado cuenta. Además en los alimentos procesados hay mucho más, al igual que grasa, con el objetivo de que su sabor nos guste más. Igual en cereales del desayuno, galletas, el ketchup. Es un tipo de azúcar que no haría falta que estuviese pero que te lo ponen. Las compañías que envasan ponen azúcares que no son del propio producto. Y nuestro cuerpo, con la herencia genética de una época donde las cosas dulces y con grasas daban más energía, está más preparado para comer más de esto", comenta a este periódico el médico Carles Miralles, de Medicos Mundi Catalunya, una asociación que participó el año pasado en la campaña 25 Gramos, que es la cantidad recomendada al día por la OMS. Tan sólo uno de estos platos preparados puede contener hasta 61 gramos, casi triplicando la cantidad recomendada diaria.
Preguntada por este estudio y sus conclusiones, la Federación de Industrias Alimentarias y Bebidas (FIAB) ha dado la callada por respuesta. El año pasado, en una información de 'El Mundo', aseguraba que "no existen alimentos buenos y malos, sino una alimentación equilibrada o desequilibrada".
Las etiquetas confunden
El etiquetado es uno de los grandes problemas que tiene ahora mismo el consumidor a la hora de saber cuánto azúcar contiene un alimento de un súper o hipermercado. Hay que tener en cuenta que el azúcar se esconde bajo distintas nomenclaturas, muchas de ellas confusas para el que las lee: "Glucosa, sacarosa, fructosa, jarabe de maíz, miel de caña, superosa, azúcar moreno", comenta Miralles. También es habitual que se de la vuelta a la tortilla a la hora de poner los azúcares añadidos: "Por ejemplo, si en un zumo de frutas ponen que tiene hidratos de carbono, 12,9 de los cuales son azúcares, y naturales de la fruta 3,2, lo que quiere decir realmente es que 9,7 son azúcares añadidos, con los que se consigue que el zumo esté más bueno. ¿Por qué no lo indican así de claro? Hemos añadido 9,7 gramos de azúcar".
No se trata, y en esto coincide Miralles como otros médicos, de demonizar el azúcar que no deja de ser una molécula que necesita el cuerpo: "No queremos criminalizar el azúcar, sino el hecho de no poder escoger en el día a día cosas que contengan azúcar natural sin añadir nada". La campaña iniciada por Medicus Mundi junto con VSF Justicia Global en 2014 calculó que el consumo medio en España es de 112 gramos diarios.
Ponerles impuestos
Para Miralles, es evidente que debería de ponerse una tasa especial para los productos muy azucarados "como la hay para el tabaco y para el alcohol" por sus efectos nocivos para la salud demostrados científicamente. En Reino Unido, el debate es similar y así se expresa a profesora Neena Modi, del Royal College of paediatrics and Child Health: "La oleada de apoyo para los impuestos sobre los alimentos y bebidas poco saludables con el fin de mejorar la salud de la nación es cada vez más difícil de ignorar para el Gobierno".
Porque el problema, aseguran, es que en nuestras sociedades occidentales es mucho más barato comer mal que comer bien, por eso la obesidad, al contrario que siempre había ocurrido a lo largo de la historia, se manifiesta ahora en familias con bajos ingresos. "Un impuesto ayudaría a que bajasen las cantidades de azúcar que ponen en los alilmentos. Se tendría que penalizar a las compañías que no hacen un etiquetado claro y además tendría que ser más caro comer mal que comer bien".
ASÍ ACTÚA EL AZÚCAR EN LA SANGRE
Cuando un azúcar es más añadido o procesado nuestro cuerpo lo digiere más rápidamente y por eso después se tiene más hambre. Hay azúcares de absorción lenta o muy rápida. Por ejemplo, el arroz integral es de absorción lenta y difícilmente dará hambre a las 2 horas. El azúcar puro es absorbido rápidamente por el cuerpo, que crea una subida excesiva de azúcar en sangre. El azúcar debe estar entre 80 y 110 miligramos por decilitro de sangre y cuando tienes hambre es porque ha bajado de 80. Si se come por ejemplo un donut sube de 70 a 180 en media hora, por lo que el organismo empieza a segregar insulina que lo que hace es almacenarse en forma de grasa. Suele ocurrir que se pasa de frenada y rápidamente baja a niveles bajos como 80. Esto ocurre en a gente obesa, que tiene picos de insulina, al no ser adecuado llega un punto en el que el páncreas no es capaz de segregarla.