César Alierta y su equipo más cercano, mano a mano con su delfín, José María Álvarez-Pallete, venían trabajando en secreto en el plan de relevo al frente de la primera multinacional española desde finales del pasado año. Las elecciones del 20D dejaron un panorama político tan incierto, como se ha demostrado hasta la fecha, que Alierta no quería fiar su futuro a la posible formación de Gobierno.
Han sido meses en los que se ha trabajado con estas fechas (justo a la vuelta de las vacaciones de Semana Santa), confirman fuentes del entorno de Telefónica, a la vista de que formar Gobierno se había convertido en algo casi imposible y de que el horizonte de nuevas elecciones en junio se antojaba como mal menor dada la situación.
Ante este contexto, el ejecutivo aragonés propuso la vuelta de las vacaciones como fecha clave. Cuando ya estaba todo atado y bien atado a nivel interno, Alierta comunicó tanto al presidente en funciones, Mariano Rajoy, como al rey Felipe VI su intención de anunciar el relevo.
Alierta no quería fiar su futuro a la posible formación de Gobierno y un panorama político tan incierto como el actual
Eso fue antes de que arrancara la Semana Santa, confirman las mismas fuentes. Con Casa Real y Moncloa informados, Alierta se centró en "aquellos líderes mundiales con los que mejor relación tiene y lógicamente en aquellos países donde más presencia tiene el grupo", añaden estas fuentes.
Alierta llamó a la canciller alemana, Angela Merkel, para avisar de que los cambios no iban a suponer alteración alguna de la estrategia de Telefónica en el país europeo.
Pero donde realmente la operadora de telecomunicaciones tiene ahora puesto buena parte de su presente y futuro es en Brasil y México, las dos grandes apuestas en el continente americano. Así que Alierta, cuya relación con los presidentes de ambos países es muy fluida, se comunicó también la pasada semana, confirman las fuentes, con Dilma Rousseff, la presidenta brasileña, que vive horas bajas por los escándalos de corrupción en el país y la implicación de su Gobierno y de su antecesor, Lula Da Silva.
Hizo lo propio también con Enrique Peña Nieto, presidente de México. Los dos mandatarios vieron con buenos ojos el proceso ordenado de sucesión y se mostraron confiados en las bondades profesionales de Álvarez-Pallete, al que ya conocían.