Alfredo Sáenz mantiene su despacho en el Santander y continúa acudiendo a las instalaciones como asesor, según confirman varias fuentes del sector financiero.
El exconsejero delegado de la entidad presidida por Emilio Botín abandonó sus cargos después de que una sentencia anulase parcialmente el indulto que le brindó el Gobierno de Zapatero. Con una condena a sus espaldas, los códigos de honorabilidad exigidos por ley a los banqueros ponían en cuestión su continuidad en la gestión directa del banco.
Una salida azarosa
En un primer momento parecía que el Gobierno de Rajoy iba a ponerlo fácil para que Sáenz permaneciese. El Ejecutivo popular llegó a sustituir el código de honorabilidad por uno europeo menos severo y que le podía haber permitido seguir.
Sin embargo, por razones todavía nada claras, el Gobierno cambió de opinión y presionó para que Sáenz tomase la puerta, muy probablemente por el peso de los fondos extranjeros, a quienes no les agradaba que estuviese al timón un ejecutivo con antecedentes penales.
Finalmente, Sáenz decidió soltar las riendas tras casi 20 años al servicio del Santander y unos 30 años trabajando en el sector financiero. Su pensión alcanzó los 88 millones de euros, otra de las razones esgrimidas para acelerar su salida, pues podía haberla perdido si era destituido.
El ‘Messi’ de la banca
Pese a haber renunciado a su puesto, Sáenz, de 71 años, todavía asiste a la sede de la entidad e imparte y reparte órdenes y consejos. Y en el Gobierno son plenamente conscientes de que retiene su influencia y poder en el banco. “Es el Messi de la banca española y el único capaz de sujetar a Botín. Por eso, se hace con él la vista gorda”, explican fuentes financieras.
Sáenz es el único gestor que ha estado al frente de las dos principales entidades del país, BBV y Santander. Fue condenado a tres meses de cárcel por haber presionado a unos deudores con una acusación falsa cuando dirigía Banesto, una entidad entonces intervenida tras la gestión de Mario Conde.
Botín ha aprovechado el hueco dejado por Sáenz para poner en marcha un relevo generacional designando a Javier Marín, de 47 años, como consejero delegado.