Repsol sufrió ayer un serio correctivo en bolsa (se desplomó un 7,1%, su mayor caída desde noviembre de 2008) tras presentar su Plan Estratégico para el periodo 2012-2016, la adaptación de la compañía a la nueva realidad surgida de la expropiación de YPF el pasado abril. En un primer análisis, la nueva línea de ortodoxia financiera adoptada por la petrolera no ha convencido al mercado, fundamentalmente, por dos aspectos: el anunciado recorte del dividendo y la posibilidad de que la compañía ofrezca cambiar por acciones (de forma opcional para sus propietarios) hasta 3.000 millones de euros en participaciones preferentes.
Repsol, que se ha marcado como una de sus grandes prioridades salvar su calificación crediticia (para no caer al nivel de bono basura), abonará este año entre el 40% y el 55% de su beneficio en dividendos, lo que, según estimaciones de analistas, podría suponer un recorte de hasta el 40% en el pay-out, que hasta ahora era uno de los más altos del sector. Tanto el canje de preferentes como el pago de dividendos (en acciones, tan en boga en estos días) se harán mediante ampliaciones de capital, lo que diluirá ligeramente las participaciones de los actuales accionistas.
También plantea interrogantes el 5% de autocartera que la compañía aún conserva tras el rescate a Sacyr de diciembre pasado (compró el 10% que los bancos ejecutaron a la constructora), que, con el batacazo de ayer, ya acumula más de 500 millones de euros en minusvalías. La compañía se plantea vender ese paquete de aquí a final de año y, como ayer advirtió su presidente, Antonio Brufau, la prioridad en este punto no es ganar ni perder dinero, sino mantener la estabilidad accionarial. Las eventuales pérdidas (o plusvalías, si las hay) impactarían contra el patrimonio neto de la entidad (no contra sus resultados).
El Financial Times resumía ayer con ironía británica el plan de Repsol: “todo muy limpio, creíble, autosuficiente”; pero, advertía, tanta disciplina financiera puede impulsar a los inversores a “comprar en otro lado”. El rotativo británico, no obstante, reconocía el “valiente esfuerzo” de la dirección de Repsol para reponerse de un “mordisco” de las dimensiones de la expropiación de YPF.
En el capítulo de inversiones, Repsol prevé un desembolso de 19.100 millones hasta 2016, frente a los 28.500 millones del anterior plan (2010-14), cuando YPF aún estaba en su perímetro. Los vectores serán un importante crecimiento del área de Exploración y Producción (Upstream) y la maximización de los retornos de la de Refino y Márketing (Downstream).
Al elaborar el plan, en el que ha trabajado a contrarreloj en el último mes, la dirección de Repsol no ha contemplado la hipótesis de una ruptura del euro, ni una eventual salida de España de la moneda única, explican fuentes de la petrolera. Repsol ha sido la primera gran firma del Ibex que ha actualizado su programa de inversiones en los últimos meses, coincidiendo con un momento de enorme incertidumbre en los mercados.
Desechados esos escenarios, la compañía se ha centrado en las dos variables que más le afectan: la evolución esperada del precio del barril de petróleo y del tipo de cambio euro-dólar. Respecto al cambio de divisas, ha planteado una cotización media de 1,3 dólares por euro de aquí a 2016, ligeramente superior al nivel actual de la moneda europea, que se mueve en el entorno de los 1,24 euros, la cota más baja en casi dos años, por la incertidumbre respecto a Grecia y España.
En cuanto a la cotización del crudo Brent, la hipótesis de la compañía es conservadora: una media de 80 dólares por barril entre este año y 2016. El pronóstico de Repsol es similar al que planteó en julio del año pasado la estatal brasileña Petrobras (también 80 dólares) en su plan estratégico, aunque en ese caso el periodo de referencia era otro (2011-2015). En el caso de Repsol, las previsiones macroeconómicas de la petrolera parecen poco halagüeñas, ya que el precio más alto corresponde a este año (107 dólares por barril) y para el que viene pronostica 95 dólares por barril.