Cuando a finales de 2014 Carlos Slim, propietario de la cuarta mayor fortuna del mundo, llegó en auxilio de Esther Koplowitz, por entonces aún principal accionista de FCC, fue para quedarse definitivamente junto a la empresaria. Primero, como salvavidas ante una más que delicada situación financiera personal; después, como socio en FCC; más tarde, como financiador particular; y ahora, como acreedor único. En su ruta para tomar el control del grupo de construcción y servicios, el magnate mexicano ha liberado a los acreedores de la empresaria de un problema nada menor: la deuda que Koplowitz mantiene con ellos, que se aproxima a los 850 millones de euros. Entre ellos está BBVA, con el que Slim tuvo que batallar más para sacar adelante sus planes en FCC.
El empresario mexicano ha acordado con BBVA y Bankia (también acreedor de Koplowitz) una opción de compra-venta de la deuda de la empresaria que se ejecutará en el caso de impago. Una situación esta última que resulta familiar a las dos entidades financieras. La suspensión del dividendo de FCC a finales de 2012 dejó a la empresaria sin ingresos recurrentes para pagar los intereses y llegó a acumular un volumen de deuda vencida y no pagada superior a los 100 millones de euros.
Precisamente, la llegada de Slim a la vida empresarial de Koplowitz puso fin a esta situación e hizo posible que la empresaria firmara la refinanciación de su deuda. Pero Bankia y BBVA no quieren más sobresaltos de este tipo.
Sobre todo, porque la escena podría repetirse dentro de no mucho tiempo. FCC sigue adelante con su saneamiento financiero y ha cerrado los últimos cuatro ejercicios con números rojos, lo que ha cerrado la puerta a retribuir a sus accionistas. En circunstancias normales, la compañía volvería a ser rentable en 2016 pero la banca acreedora le impuso el cumplimiento de una serie de condiciones para poder retomar el dividendo. Por el momento, el grupo no las cumple.
En el mejor de los escenarios, FCC podría volver a recompensar a sus accionistas en los próximos años, aunque sería de forma prácticamente simbólica. En cualquier caso, insuficiente para que Koplowitz asumiera sus compromisos financieros, una vez transcurrido además el periodo de carencia acordado con sus acreedores antes del verano de 2015.
Una piedra en las negociaciones
Con este escenario, el acuerdo con Slim supone un alivio para Bankia y BBVA que, de este modo, reducen al máximo el riesgo con uno de los clientes que más problemas les ha dado en los últimos tiempos. Quién sabe si por esta circunstancia, BBVA se convirtió en un auténtico dolor de cabeza para el magnate mexicano en su intención de llevar a cabo una nueva ampliación de capital en FCC para amortizar parte del crédito sindicado con el que la compañía refinanció su deuda en 2014.
Slim propuso a los acreedores del grupo llevar a cabo una ampliación y destinar los ingresos a amortizar el tramo B del citado préstamo, el más gravoso para el grupo. La oferta incluía, eso sí, una quita, como la que ya se llevó a cabo en la anterior amortización, que contó con un apoyo mayoritario (aunque no unánime) de los acreedores.
Una de las entidades con la que más le costó llegar a un acuerdo fue el BBVA, lo que retrasó la operación hasta finales del pasado ejercicio. El visto bueno del banco que preside Francisco González fue decisivo para poder llevar a cabo la ampliación antes de que finalizara 2015, una circunstancia que favorecía fiscalmente a FCC.
Relaciones complicadas
¿Forma parte la compra-venta de la deuda de Esther Koplowitz por parte de Slim de esas negociaciones? No hay constancia de este extremo pero lo cierto es que el empresario mexicano no tenía ninguna necesidad de hacer este movimiento. Y su relación con BBVA no ha salido precisamente reforzada a raíz de las negociaciones por la amortización parcial del préstamo sindicado.
La prueba es que a la hora de buscar el aval para lanzar la OPA sobre FCC, pendiente de aprobación por parte de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), Slim ha optado por Caixabank (su socio en Inbursa) y Santander.