“Los precios inmobiliarios no deberían subir más”. Esta frase no constituye una noticia por sí misma cuando es pronunciada por inquilinos de oficinas, pequeños empresarios o particulares en busca de buenas oportunidades. Pero cuando proviene de alguien como Juan José Bruguera, presidente de Colonial, una de las principales inmobiliarias patrimonialistas de España y de Europa, con activos valorados en más de 7.000 millones de euros, la sentencia es más que significativa. Indica hasta qué punto el sector del ladrillo es cauto después de un año 2015 de récord en inversión en España, con más de 12.000 millones de euros.
Algunos de los principales actores de la industria se dieron cita en el encuentro inmobiliario organizado por el IESE en Madrid. Todos celebraban la recuperación que había comenzado a atisbarse ya el pasado año, en la primera edición de esta cita, pero la alegría no era completa. Los temores a los efectos de una reactivación demasiado acelerada también protagonizaron de alguna manera el encuentro.
Bruguera fue uno de los más prudentes, a pesar de que la compañía que preside cerró un 2015 más que notable, con beneficios superiores a los 425 millones de euros que han hecho que recupere el dividendo tras una década sin retribuir al accionista. “Este 2016 se presenta con incógnitas. Y además, la afluencia de tanto dinero ha reducido las rentabilidades, lo que rompe nuestros esquemas”.
Entre esas incertidumbres se encuentra, obviamente, la situación política en España, a la que se refirió otro notable del sector, Ismael Clemente, presidente de Merlin Property, a día de hoy, la única inmobiliaria que cotiza en el Ibex-35. “A finales del año pasado, cuando refinanciamos la compra de Testa, la prima de riesgo estaba en el entorno de 100 puntos. Ahora está cerca de los 150. Una subida del 50% en dos meses no es para tomársela a broma”. Clemente aseguró que será muy difícil que se repita en 2016 la cifra de inversión del pasado año “porque los inversores están siendo prudentes”.
Y en esa prudencia influyen también ciertos episodios relacionados con las Administraciones, como el caso del holding chino Wanda con el Edificio España. Santiago Aguirre, presidente de la consultora Aguirre Newman, apuntó que “los inversores van a optar por activos que no dependan de licencias de la Administración, por la incertidumbre que generan, lo que no deja de ser una pena porque son ésos los activos que contribuyen más a reactivar la economía”.
El ladrillo, la moneda del futuro
Además, quedan pocas joyas en el mercado, de las que gustan a los inversores. “La oferta es débil, por eso los precios no deberían subir más. Hay que ser prudentes porque, a lo mejor, los retornos que buscamos no los vamos a poder encontrar”, aseguró Bruguera.
Aun así, Aguirre considera que “2016 va a ser otro año de actividad extraordinaria. Incertidumbres como la caída de los precios del petróleo y la posible salida de Reino Unido de la Unión Europea se van a despejar a mediados de año”. Ignacio Martos, presidente ejecutivo de la tasadora Tinsa celebraba que el crecimiento de los precios que se había observado en los últimos meses había sido consistente. “Es la señal de que previamente se tocó suelo”.
Prudencia contra euforia. Un debate aderezado por el papel de los bancos, que parecen haber perdido también el miedo a un sector que les ha dado muchos quebraderos de cabeza. Santiago Bau, director ejecutivo de Goldman Sachs, señaló que actualmente hay mucho dinero buscando un buen destino y que el sector patrimonialista puede ser perfectamente ese refugio que anteriormente estaba prácticamente reservado en exclusiva a los bonos soberanos.
“Hemos visto quitas en estos bonos incluso en países de la Unión Europea como Grecia. El inversor ve ahora más seguro un edificio de oficinas en zona prime en Madrid o Barcelona”. Hasta tal punto es así que Bau señaló que la sensación existente en el mercado es que el sector inmobiliario “puede ser la moneda del futuro”.
Pocas veces un dato tan positivo como los 12.000 millones de euros que se invirtieron en el sector inmobiliario en España durante 2015 ha generado un sentimiento de duda como el que existe actualmente en la industria. El estallido de la burbuja inmobiliaria y la posterior crisis, con los efectos por todos conocidos, están demasiado recientes y los fantasmas de una posible repetición de la jugada recorren todos los recovecos del sector.