Renfe anunciará el próximo lunes el vencedor definitivo del proceso para la fabricación de hasta 30 trenes de alta velocidad, un concurso que se ha visto marcado por la autoproclamación como ganador de Talgo, tras abrirse los sobres con las ofertas, y la reclamación posterior de mayor información por parte de la francesa Alstom, cuyas propuestas, tanto la económica como la técnica, quedaron por detrás de la española. Un escenario ya conocido de sobra en el sector: la guerra entre franceses y españoles, que dirime en estos días su última batalla.
La penúltima no está muy lejos en el tiempo. Hace escasas semanas, el fabricante vasco CAF, que también ha participado en el concurso de Renfe, valorado en unos 2.600 millones de euros, vio cómo quedaba fuera del proceso de selección de trenes de cercanías puesto en marcha por SNCF (la Renfe francesa) pese a haber realizado la mejor oferta.
El contrato consistía en el servicio de 370 trenes de cercanías para remozar la flota de la empresa pública gala. Tras la presentación de las ofertas, un informe de la consultora Oliver Wyman sobre la capacidad de CAF para hacer frente al pedido desaconsejaba la adjudicación del contrato a la empresa con sede en la localidad guipuzcoana de Beasain.
Detrás del escenario aguardaba Alstom, también aspirante al contrato, en consorcio con el gigante canadiense Bombardier. En el caso de confirmarse la exclusión de CAF, lo más probable es que la compañía gala termine por adjudicarse un pedido cuyo valor puede superar los 3.000 millones de euros.
El episodio del AVE a La Meca
Ahora, apenas unos días después, es Alstom la que se siente agraviada en territorio español. Ha solicitado a Renfe por carta que haga pública toda la información sobre la oferta que se perfila como ganadora, la de Talgo. La compañía pública española ha respondido que dará todos los detalles de las propuestas que le sea posible. Eso sí, tendrá que ser después de tomar la decisión sobre el adjudicatario final, lo que podría derivar en una reclamación por parte de la empresa gala.
La peculiar guerra ferroviaria entre ambos países vivió un episodio a gran escala durante el proceso de adjudicación del contrato para la construcción de la línea de alta velocidad entre La Meca y Medina. Después de que los consorcios español y francés resultaran finalistas se inició una carrera desaforada por ganarse el favor del Gobierno saudí.
Los cuerpos diplomáticos trabajaron a destajo y no faltó el juego subterráneo y una cierta guerra sucia desde los medios de comunicación, especialmente los franceses, que dieron varias veces por hecho que el contrato se quedaría en manos galas debido a la superioridad de la propuesta de su consorcio.
Finalmente, tras una crucial mediación del hoy rey emérito Juan Carlos I, el contrato terminó en manos españolas, no sin la correspondiente polémica que ha llegado prácticamente hasta el día de hoy. Paradójicamente, Talgo forma parte del consorcio español que lleva cuatro años trabajando en territorio saudí. Y Alstom fue miembro del francés.
Se trata de episodios concurrentes en el tiempo, no necesariamente relacionados entre sí, pero que, de alguna forma, ponen de manifiesto la importancia que se concede al componente país para otorgar este tipo de pedidos. Precisamente, esta circunstancia motivó que el proceso puesto en marcha por Renfe se retrasara por la necesidad de redefinirlo debido a la impugnación de Bombardier. Un fabricante que, finalmente, se ha quedado fuera del proceso y no ha podido ni siquiera presentar una oferta.