La historia del proyecto de la línea de alta velocidad entre Almería y Murcia lleva camino de convertirse en un argumento redondo para una ópera bufa. El último episodio ha tenido como involuntario protagonista a un reptil, la tortuga mora, causante indirecto (y, en realidad, anecdótico) del enésimo choque entre el Ministerio de Fomento y un constructora con el AVE de por medio.
En las últimas horas, Sacyr solicitó oficialmente a Adif la rescisión del contrato para la construcción del tramo Pulpí-Cuevas del Almanzora, perteneciente a la línea de alta velocidad Almería-Murcia, que se adjudicó a mediados del pasado año. El motivo que justifica la decisión se basa en que el administrador de las infraestructuras ferroviarias, licitador del contrato, ha incumplido los plazos previstos por la normativa para poner a disposición de la constructora los terrenos para llevar a cabo las obras.
El problema ha sido la tramitación de los procesos de expropiaciones. Pero no solo de los terrenos por donde debería pasar el trazado sino también aquéllos destinados a la construcción de una reserva natural para dar cobijo a la tortuga mora, según informó el diario Ideal. Se trata de un reptil vulnerable que tiene en la zona del sudeste español su hábitat más apropiado. La construcción de la línea del AVE pondría en peligro su supervivencia.
Por unas causas o por otras, el plazo de seis meses, prorrogables a otros dos, para que la constructora tenga a su disposición los terrenos han pasado sin que las obras hayan podido comenzar. La reacción de Sacyr no se ha hecho esperar. Tampoco la de Adif, que ha admitido retrasos en las expropiaciones pero también ha señalado que estas han concluido con éxito y que los terrenos ya están listos para trabajar, por lo que ha instado a la compañía a retirar la petición. Sin embargo, el asunto ya ha pasado a ser cuestión de abogados.
No se pasan ni una
La tortuga mora no es sino el involuntario y último protagonista de una historia que viene de lejos. La relación entre Fomento y las grandes constructoras hace tiempo que no pasa por su mejor momento. Y los planes en torno al AVE tienen gran parte de culpa. El malestar de las empresas se fundamenta en que Adif ha vuelto a acumular una buena cantidad de facturas sin pagar.
Y, además, que en los últimos tiempos no acepta ni un solo modificado en los proyectos, tras aflorar algunos episodios de corrupción que han derivado en operaciones judiciales, con consecuencias penales para directivos del gestor ferroviario.
La batalla está planteada en estos términos: Fomento se muestra absolutamente inflexible con las constructoras. En términos coloquiales, no les pasa ni una. Y la actitud de las empresas comienza a ser la misma: al mínimo incumplimiento llegan las peticiones de rescisión y el recurrir a los tribunales.
“Las constructoras tienen el derecho de pedir la rescisión si no se cumplen los plazos para disponer de los terrenos. El tiempo que transcurre desde la adjudicación hasta entonces supone una salida de recursos de la empresa sin poder comenzar los trabajos”, apuntan fuentes del sector.
Modificados demonizados
Obviamente, la compañía podría solicitar una compensación por estos recursos si hay un incumplimiento de los plazos. “Lo que sucede es que este tipo de reclamaciones están siendo últimamente rechazadas por sistema. Se han demonizado, como sucede con los modificados”. De esta forma, al contrario de lo que sucedía anteriormente, al mínimo incumplimiento en los plazos, las compañías piden rescindir los contratos.
La consecuencia de esta situación es que actualmente una inmensa mayoría de los contratos relacionados con la construcción de la red de alta velocidad en España atraviesa por serios problemas, como informó Vozpópuli. O presentan notables retrasos o están detenidos o en manos de la Justicia.
En el caso particular del AVE Almería-Murcia, llueve sobre mojado. En su día, este trazado también protagonizado el célebre cierre del túnel de los Gafarillos, el mayor de los construidos en Andalucía, con más de 7 kilómetros de longitud. La infraestructura, que costó más de 500 millones de euros, lleva dos años y medio clausurada a la espera de que se redefina el proyecto.
Actualmente, esta línea es una especie de museo de los horrores de la alta velocidad. Tramos inconexos, túneles clausurados, rescisiones de contratos. Y, mientras, otros tramos que están en fase incipiente, sin los mínimos estudios obligatorios para su construcción. Por medio pasa la tortuga mora, testigo de excepción de una batalla que comienza a ser un cuento de nunca acabar.