Un mazacote azul al sureste de Valladolid destaca sobre todo lo demás en el programa Google Maps. La mole son los nuevos talleres que Renfe quiere instalar en la capital castellana, prácticamente terminados desde la primavera de 2012 pero con las obras de remate paralizadas por problemas surgidos el curso pasado, año en que los talleres debían de estar operativos. Cerca de mil trabajadores de Renfe y subcontratas esperan desde entonces un traslado que nunca llega. El complejo lleva ya consumidos 150 millones de euros y las últimas noticias arrojan sombras incluso sobre la viabilidad del proyecto.
La sociedad que lo promueve, Valladolid Alta Velocidad (50% Fomento y 50% Junta de Castilla y León y Ayuntamiento), encara ahora unas dificultades económicas tremendas, que mucho tienen que ver con el antiguo planteamiento urbanístico de las ciudades con AVE antes de que la burbuja estallara. Se suponía que la sociedad –paralizada los dos últimos años y dirigida por un expresidente que se embolsaba 120.000 euros anuales- iba a hacer caja con la venta de parcelas que la ciudad ganaba con el soterramiento. Pero, en plena crisis, Valladolid Alta Velocidad no ha ingresado nada y el Ministerio de Fomento ha dejado caer las partidas destinadas a soterrar vías urbanas. Y el ente asume este mismo año la primera devolución del préstamo de 400 millones que pidió para financiar sus ambiciosos proyectos, entre ellos el de los nuevos talleres de Renfe.
Algunas voces alertan de que Valladolid puede quedar al margen del Corredor Atlántico con el retraso
No son las de la localidad del Pisuerga unas instalaciones cualquiera: se trata de la gran base de mantenimiento ferroviario del Norte, una referencia mundial en el sector por la maquinaria de última generación utilizada para su construcción. Plantados en el Páramo de San Isidro, los talleres vallisoletanos recobrarían así la relevancia que tuvieron en el pasado, muy por delante de los de La Sagra (Toledo), base de Renfe en el gran Sur. Además de reparar trenes como los AVE Madrid-Barcelona, optarán también a fabricación y montaje y serán un enclave esencial en el Corredor Atlántico, uniendo Madrid con Oporto y París antes de 2020, de acuerdo con los objetivos de la Comisión Europea.
Los sindicatos alertan de que si no se completa la inversión, los talleres pueden hipotecar su éxito. “Es una realidad que Valladolid pueda terminar quedándose al margen del transporte europeo cuando España necesita impulsar este sector para remontar, sobre todo en el transporte de mercancías”, reprocha Juan Carlos Cáceres, de CCOO. La bancada de IU en el Ayuntamiento ha denunciado varias veces la opacidad informativa de Valladolid Alta Velocidad y ha pedido al alcalde, el polémico Francisco Javier León De La Riva (PP), los resultados de un estudio encargado para “determinar la viabilidad del proyecto" de soterramiento, que financiaría las nuevas instalaciones de Renfe. Este medio preguntó la semana pasada a la sociedad por los talleres y el enterramiento de los raíles, pero no recibió respuesta.
La sociedad pública que promueve los talleres, estancada por culpa del soterramiento
De La Riva indaga nuevas vías de financiación, como la de enajenar parcelas dirigidas a viviendas sociales en la exclusiva zona del Campo Grande tan pronto como se traslade a los trabajadores de Renfe. Pero ninguna promotora acudirá a la llamada del alcalde porque todas desconfían de que los bancos, que acumulan miles de viviendas en stock, vayan a aflojar más financiación, según publicaba El Norte de Castilla por octubre del año pasado. El atasco del soterramiento, “irrenunciable” para De La Riva, no hace sino empeorar la situación. El Gobierno de Mariano Rajoy y otros alcaldes del PP consecuentes se han desentendido desde el principio de tales operaciones con la participación de Fomento. “Es necesario replantear las obras, dada su inviabilidad económica”, planteó el ministerio el año pasado. Ciento cuarenta millones después, los talleres de Pucela aguardan su inauguración.