El proceso de retirada de estímulos monetarios en la economía de Estados Unidos será recordado como la consagración de China en el escenario mundial. Las dudas sobre la ralentización de su crecimiento y su repercusión en los países emergentes han podido más que las buenas intenciones de la Reserva Federal norteamericana (FED, por sus siglas en inglés), y la presión de los mercados para no introducir más volatilidad en un mundo pendiente de la situación del gigante asiático, del precio de las materias primas, especialmente el petróleo, y de la asimetría de políticas monetarias que se producirá cuando se ponga en marcha realmente la subida de tipos han abocado a la FED a retrasar su decisión de poner fin al más largo período de laxitud monetaria que ha vivido su economía.
Igual que la rebaja hasta el umbral del cero por ciento ha supuesto un experimento para inyectar liquidez al sistema durante siete años, su retirada también resulta una novedad. Y los miembros de la FED han optado por la prudencia antes que pretender comenzar un proceso que la mayoría de inversores no consideraban ahora oportuno. Y el banco central de Estados Unidos ha preferido actuar más bien como un organismo internacional que como un ente doméstico, teniendo en cuenta que cualquier alteración de la economía de EEUU termina afectando al resto del mundo y viceversa.
Más que preocupada por los datos de empleo, a la FED le inquieta más la evolución de los precios
La excusa para justificar no subir los tipos en estos momentos la encuentra la Reserva Federal en que "los recientes acontecimientos económicos y financieros globales pueden reducir la actividad económica y es probable que introduzcan más presión bajista sobre la inflación a corto plazo". Es decir, reconoce sin mencionarlo en el comunicado que el problema es China. Y aunque mantiene su convicción de que los riesgos para el mercado laboral norteamericano y la actividad económica están cerca del punto de equilibrio, prefiere monitorizar los "acontecimientos externos".
"Lo más importante del discurso de Janet Yellen, la presidenta de la Reserva Federal, es que ha incluido el factor global, algo bastante novedoso. Ha tenido en cuenta la evolución de la economía global, de los últimos acontecimientos en Asia, para tomar su decisión. La FED siempre ha estado atenta a lo que ocurre fuera de Estados Unidos, pero esta vez lo ha incorporado de manera formal en su decisión. De hecho, probablemente, si solo se hubiese fijado en los datos americanos, que no son malos, quizá habría tenido una mayor predisposición a subir los tipos", señala Adrien Pichoud, economista jrfe de SYZ AM.
Evolución de los precios
Más que preocupada por los datos de empleo, que evolucionan favorablemente, lo que más inquieta a la FED es la evolución de los precios, que no terminan de repuntar al objetivo del 2%. Sus previsiones para este año indican una inflación del 0,4%, mientras que para el próximo año la estiman en el 1,7% y en 2017, en el 1,9%, porcentajes por debajo de las estimaciones que realizaba antes del verano. Y evitar las turbulencias que una subida de tipos hubiera provocado en el dólar y en el consumo han servido también al banco central norteamericano para tomar la decisión de aplazar la subida de tipos.
La predisposición para comenzar el proceso antes de que termine 2015 sigue aparentemente inalterable. Pero es poco probable que las dudas sobre China se disipen tan rápidamente. "Las probabilidades de que opten por volver a aplazar en diciembre la subida son altas. Dependerá en gran medida de la situación en el resto del mundo. Si la situación en China mejora, la volatilidad se reduce y los indicadores económicos en los mercados emergentes se estabilizan, diciembre es una posibilidad que no puede descartarse. No obstante, teniendo en cuenta que ese mes tiene tradicionalmente menor liquidez dada la proximidad del fin de año, creemos que es más probable que aplace la decisión hasta 2016", vaticina Pichoud.
De momento, el consenso dentro de la FED se ha roto, ya que uno de sus miembros destacados, Jeffrey Lacker apostaba por subir los tipos 25 puntos básicos, aunque hay otros que consideran oportuno posponerlo. El problema de retrasar la subida si los datos macro mantienen su tendencia, aunque la inflación no mejore al ritmo deseado, es que se podría lanzar un mensaje contraproducente a los inversores, acostumbrados a vivir de forma artificial durante casi una década. Ya existe una generación de profesionales del mundo financiero que no saben lo que significa vivir de otra manera. Y los eventos internacionales pueden ser una excusa eterna para retrasar una decisión difícil.