El Fondo Monetario Internacional aún no se ha decidido en entrar o no en el tercer rescate griego, que ascenderá a un monto de 86.000 millones de euros. No lo hará hasta otoño. Su presidenta, Christine Lagarde, estuvo informada de la reunión del Eurogrupo en la que se decidió una nueva inyección de fondos al país heleno, pero no pudo comprometer a la institución que representa en el esfuerzo. Dice la francesa que necesita una reunión de la junta directiva para dar ese paso. Su ausencia es relevante, pues en las dos ocasiones anteriores formó parte de los financiadores griegos.
El siguiente paso en el tedioso proceso de aprobación del rescate es el paso de la propuesta por algunos parlamentos europeos, que legalmente no pueden actuar sin la aquiescencia del legislativo. Esto, que se supone rutinario, pues los gobiernos están informados y han aceptado la propuesta, podría no serlo tanto. Alemania, que lidera a los halcones del Eurogrupo, es uno de los países que tiene que aceptar la propuesta. Varios países satélites, como Finlandia o Letonia, que se han mostrado especialmente duros con Grecia, también tendrán que pasar la nueva normativa. A España ese momento le llegará el martes, cuando el gobierno explicará en un pleno extraordinario del Parlamento el acuerdo tomado esta semana. La cuota española del rescate será de 10.000 millones de euros, según el ministro de Economía Luis de Guindos.
España realizará el martes un pleno extraordinario del Parlamento para debatir el rescate griego
Wolfgang Schauble, ministro de Finanzas alemán, ya advirtió durante la semana que en su opinión la presencia del FMI en el rescate es imprescindible. No contempla un escenario en el que el Banco Central Europeo tenga toda la responsabilidad de la financiación griega. “Eso es una precondición. Naturalmente el FMI tiene sus propias reglas, pero tendremos que encontrar una vía”, declaró el ministro antes de la reunión que sirvió para aprobar el rescate.
Es bien conocido el pulso que mantienen el ministro y la canciller Angela Merkel. Los dos mantienen buena relación, pero también discrepancias en la manera de afrontar la sangría griega. Es probable que se imponga finalmente la opinión de la jefa, que la ausencia, al menos por el momento, del FMI, no haga cambiar la opinión del parlamento germano. Pero, en cualquier caso, el debate no será sencillo.
Schauble, en cualquier caso, abona el camino que marca Merkel en sus últimas declaraciones: "Aunque se haya expresado de forma algo dura, en este asunto lo que dice es que la clara postura del Gobierno (alemán), de la canciller (Angela Merkel) y del ministro de Finanzas ha llevado a que Grecia se encuentre ahora en un rumbo del que todos piensan que supone una nueva oportunidad para Grecia. Y eso es lo decisivo"
Porque la aprobación del FMI no es solo una cuestión de tiempo. El problema no es únicamente que no se vayan a reunir hasta otoño, sino que ni siquiera se sabe si finalmente se moverán en la línea que desea la Unión Europea. El principal problema, según el FMI, es el sistema de pensiones griego, que debería reformarse en su opinión pero es uno de los asuntos más espinosos para el gobierno de Tsipras.
El FMI ha actuado en muchas ocasiones con la política del palo y la zanahoria. Por un lado Lagarde manifestaba que una quita en la deuda era necesaria, algo siempre rechazado por el gobierno alemán. Por otro se empleaba más que ningún otro actor de esta película en apretar las tuercas en lo que a reformas se refiere. Por eso ahora no se sabe que pesará más, si la voluntad de ayudar o el escepticismo. Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, se muestra “optimista” sobre la entrada del Fondo en el rescate, aunque las explicaciones que respaldan su opinión son más voluntaristas que otra cosa.
La posición de Tsipras
Mientras tanto, Alexis Tsipras tampoco lo tiene sencillo. Entrar en el redil europeo le ha costado tanto dejar un poco de lado su ideología como parte de su capital político. Figuras prominentes de su coalición, Syriza, se muestran muy en desacuerdo con la aceptación de unas medidas que suponen más austeridad, dolorosas reformas e, incluso, la pérdida de soberanía nacional efectiva.
Grecia, en el ojo del huracán, podría tener unas elecciones en un futuro cercano. La confianza en Tsipras se reduce, tanto que sus últimos pasos se han dado gracias al respaldo de la oposición, que se frota las manos ante la fragmentación que sufre Syriza.
El Eurogrupo ha intentado echarle un capote diciendo que, tras la caída de Varoufakis, las negociaciones han entrado en un mejor ritmo, lo cual no es algo necesariamente positivo para Tsipras, que ha construido su fama dentro de su país desde su afán reivindicativo.
El Eurogrupo celebra la salida de Varoufakis del gobierno heleno que, dicen, ha hecho más sencilla la negociación
Cuenta a su favor, eso sí, con el apoyo de Francia, que se incluye en la columna de los que están haciendo todo lo posible para que el proyecto europeo no naufrague. La primera reacción del Eliseo ante el acuerdo fue hablar de “un éxito para Grecia, que ha hecho los esfuerzos esperados” y la reivindicación de que “Europa es capaz de avanzar bajo los principios de solidaridad y responsabilidad”. El gobierno de Hollande no ha perdido tampoco la oportunidad de mostrarse en el papel de motor europeo: “El acuerdo es la traducción del acuerdo de los jefes de Estado y de Gobierno el pasado 13 de julio, en el que Francia y Alemania desempeñaron un papel principal”.