Economía

¿Por qué se disparan las ventas de coches de lujo en Grecia? Mitos y realidades sobre el caso heleno

Conforme Grecia se acerca a su día D, la fuga de capitales acrecienta la recaída en la recesión y pone en duda toda la estrategia del Gobierno de Tsipras. Analizamos las pensiones, la deuda y las reformas que debe aplicar Atenas.

  • Imagen de una exposición de coches de lujo

En medio de una recaída en la recesión, la venta de automóviles de lujo se ha disparado en Grecia, según aseguraba este miércoles el vicepresidente ejecutivo de Anfac, Mario Armero, con datos de la patronal europea. ¿Y cuál es la razón? Pues que los griegos buscan desesperadamente destinos para su dinero por si se les acaba imponiendo un corralito.

Este mismo miércoles, el gobernador del Banco de Grecia declaraba que entre octubre y abril habían salido por piernas unos 30.000 millones de euros del país sin contar los fondos que podían haberse empleado en la compra de deuda alemana. Y así no es de extrañar que de repente se descarrile la recuperación de una economía que en 2014 ya creó unos 100.000 empleos en el sector privado. Desde que llegó Syriza al poder, el PIB ha retornado a la senda de la recesión y el desempleo ha vuelto a repuntar. Casi como en el mito de Sísifo, justo cuando estaban a punto de coronar la cima, el Gobierno de Alexis Tsipras se ha negado a protagonizar el último esfuerzo, ha izado los brazos en señal de rebeldía y ha dejado que la bola se escurra hasta el pie de la montaña. La realidad es que la asfixia financiera pesa mucho más que cualquier recorte que demande Bruselas.

Entre octubre y abril han salido unos 30.000 millones de euros del país­, según advirtió este miércoles el gobernador del Banco de Grecia

Al igual que Zeus, los griegos creen que pueden mantener secuestrada a Europa. Y a eso juegan. Tan sólo hay que hacer unas cuentas rápidas: si la periferia incluida Francia acumula más de 4 billones de deuda que se renueva cada seis años, basta con que el interés de la deuda periférica suba un solo punto como para que el coste de la carga financiera se encarezca unos 6.000 millones de euros en un solo ejercicio, tres veces el ajuste que rechaza Grecia. Sin embargo, la realidad es que Europa ya vivió la misma situación en 2012. Y se ha preparado para que no se repita. Gracias al Tribunal Europeo, las compras del BCE de deuda soberana son legales por más que los tudescos protesten. Todo está preparado para que Mario Draghi pueda levantar un cortafuegos alrededor de la periferia europea en caso de que Grecia amenace otra vez con incendiar la zona euro. En el fondo, es como si Varoufakis se pusiese la pistola en la sien y, a continuación, exigiese el pago del rescate.

La deuda griega, ¿asumible?

Y otro mito habitual se resume en que la deuda está ahogando a la economía griega. Cierto es que una deuda pública del 175 por ciento del PIB se antoja impagable. Pero un país como Japón la tiene en cotas muy superiores y nadie la trata como si fuese insostenible. El verdadero problema reside en los plazos de vencimiento, en lo que se abona de intereses y en la credibilidad que le otorgan los inversores. Los nipones cargan con un endeudamiento del 250 por ciento del PIB, pero su rúbrica de costes financieros tan sólo asciende al 1 por ciento del PIB. Y eso mismo la hace manejable. En el supuesto de Grecia, los socios europeos tomaron toda la deuda privada, la sometieron a una quita y la sustituyeron por deuda garantizada por los Estados en condiciones increíblemente mejores. Hasta el punto de que Atenas cuenta con unos vencimientos que duplican el plazo medio de Alemania, paga unos tipos medios tan bajos como Francia y soporta una carga de intereses sobre PIB por debajo de cualquier país de la periferia incluido España.

Es más, en la próxima década Grecia no tiene que devolver nada al fondo de rescate europeo, ni de intereses ni de principal. Por obra y arte de esta operación de ingeniería financiera, el vencimiento medio de Atenas se sitúa en los 16,5 años. Y un euro que tienes que devolver dentro de 16,5 años vale mucho menos que el que has de reembolsar hoy. Dentro de 20 años valdrá todavía menos. Y en 25 o 30 años, muchísimo menos. Es decir, se le ha propinado una patada hacia delante a la deuda y siempre se le podrá pegar otra. Que no le distraigan los cantos de sirena: la realidad es que el mecanismo de rescate europeo es una suerte de Caballo de Troya de la quita listo para ir renovando la deuda griega sin más problemas. Y ésa quita se la están aplicando los gobernantes europeos sin decírselo a sus votantes.

Las pensiones y los salarios de los funcionarios suponen el 80 por ciento del gasto público del Estado heleno

La clave por tanto para escapar del laberinto griego es otra. Rogando a los dioses para que no haya otra gran recesión que altere los planes, se trata de crecer para ir diluyendo esa deuda conforme se le van dando patadas hacia delante. Al inicio de la crisis soberana, las instituciones europeas ponían en duda que se pudiese practicar la cirugía típica del FMI a un país europeo. Pero la casuística ha demostrado que no. Aunque con un tremendo coste social, las economías rescatadas han retomado el crecimiento. A grandes rasgos, la invasiva terapia del FMI consiste en ajustar lo que no se puede pagar y reorientar los recursos hacia el sector exterior para poder generar excedentes con los que abonar la deuda y retornar saludablemente a los mercados. Y hablando de ajustar todo aquello que no se pueda pagar, las pensiones y los salarios públicos suponen el 80 por ciento de los gastos del Estado heleno. La realidad es que todo lo demás se ha cortado hasta el hueso.

El lastre de las pensiones  

La rúbrica de las pensiones se antoja desde luego un asunto peliagudo. Durante años, los políticos griegos usaron las pensiones para comprar votos. Un tercio de los empleados públicos se jubilaban antes de llegar a los sesenta. Muchas profesiones gozaban de exenciones especiales que les permitían retirarse antes. Incluso se miraba hacia otro lado cuando algunos seguían percibiendo la prestación a pesar de que el beneficiario había fallecido. Para colmo, los responsables políticos no dotaron apropiadamente las reservas. Y la quita de deuda supuso un tajo bestial para los fondos de las pensiones que en su mayoría estaban invertidos en deuda pública griega.

La partida de pensiones representaba en 2012 el 17,5 por ciento del PIB griego, muy por encima de la media europea del 13 por ciento

Además, las prestaciones eran demasiado generosas y por lo general suponían el 80 por ciento del último salario a poco que se trabajase. Enfrentados con la perspectiva de que en el futuro sean mucho menores, el descontrol de las prejubilaciones se ha ido de madre. La cosa se ha puesto tan fea que según los datos de Eurostat las pensiones representaban en 2012 el 17,5 por ciento del PIB griego, muy por encima de la media europea del 13 por ciento incluso si el PIB griego se ha despeñado un 25 por ciento. O sea, Saturno devorando a sus hijos.

Desde entonces Grecia ha abordado muchas reformas del sistema que han reportado una rebaja de punto y medio de PIB. Ha recortado las pensiones por encima de los 1.000 euros y los complementos a las bajas. Ha impuesto una tasa solidaria a las prestaciones altas. Ha suprimido las pagas extras. Ha introducido la edad de retiro a los 67. Ha penalizado la prejubilación. Y ha ligado más lo recibido a las contribuciones realizadas. Pero el déficit del sistema todavía asciende al 9 por ciento del PIB. El desempleo y la economía sumergida erosionan los ingresos por cotizaciones. Así que Bruselas reclama que haya otro punto del PIB más de ajuste anual. Quiere que se atajen con más denuedo las prejubilaciones, que se retrase más la edad efectiva de jubilación y que se liguen aún más las prestaciones a lo que se ha contribuido. O lo que es lo mismo, un sistema de pensiones que se lo puedan pagar ellos solos sin necesidad de tirar de la chequera de otros como Estonia, que tiene que aportar al rescate griego pese a tener un Estado del Bienestar mucho menos desarrollado. 

No sin razón, en Grecia siempre se argumenta que las pensiones no son tan altas y que soportan a muchos hogares. Con frecuencia sostienen que el 45 por ciento de los pensionistas cobran menos del salario mínimo de 665 euros al mes. Pero un 17 por ciento del PIB de gasto en pensiones implica que hay muchas prestaciones muy altas. Y aquí comienza la guerra de datos. Diversos estudios producidos en Grecia explican que la pensión media se ha recortado de los 1.300 euros hasta los 850 euros, aproximadamente el mismo nivel que las españolas. No obstante, el diario teutón Handelsblatt publicaba en marzo datos que guarda el Gobierno alemán de unos informes presuntamente elaborados por el Ministerio de Trabajo griego. Y estas cifras desmienten esos estudios. De acuerdo con estas estadísticas, la pensión media ronda los 950 euros, por encima de las españolas e incluso las alemanas pese a haber contribuido sensiblemente menos. En terminos relativos, si la pensión germana media ronda el 50 por ciento del último salario, en Grecia alcanza el 80 por ciento. De ahí la beligerancia de los germanos, si bien ellos también disfrutan de más esquemas complementarios.

Reformas para apuntalar la competitividad

La otra pata del ajuste se centra en los salarios públicos, que han sido podados en torno a un 30 por ciento. Sin embargo, en éste y otros capítulos Syriza amenaza con mirar atrás cual Orfeo. Plantea contratar de nuevo a buena parte de los empleados públicos despedidos, deshacer la reforma laboral y recuperar la negociación colectiva. Pretende subir el Impuesto de Sociedades. Ha reinstaurado la televisión para gloria propia, ha reescrito a peor la reforma de la Educación, ha coartado la independencia del Banco de Grecia y de la Agencia Nacional de Estadísticas, ha boicoteado el desarrollo de la web de transparencia, ha contratado amigos y familiares para puestos cercanos y obstaculiza las privatizaciones de empresas e infraestructuras.

Los costes laborales griegos han disminuido bastante, pero aún no han recuperado toda la competitividad perdida antes de la crisis

Sin embargo, la triste realidad es que Grecia debería proseguir con las reformas. De todos los países rescatados se trata del que menos competitividad demuestra. Aunque haya mejorado sustancialmente hasta el -2,3 por ciento, todavía no registra un superávit por cuenta corriente, lo que significa que el sector privado necesita financiación del exterior que le sale a precio de oro. Incluso después de un ajuste brutal, el sector exterior todavía arroja un déficit comercial del 3 por ciento del PIB. Por más que se trate de un conjunto de islas con costes eléctricos y logísticos más altos, Grecia debería haber rebajado tanto los costes que fuese atractivo producir e invertir allí. Sin embargo, aunque los costes laborales han disminuido bastante, aún no han recuperado toda la competitividad perdida antes de la crisis y se muestran algo rezagados respecto al resto de países rescatados incluyendo España. De lo que se pueden inferir dos cosas: que es extremadamente importante que en Grecia se vinculen las subidas salariales a los incrementos de la productividad. Y que hace falta elaborar nuevas reformas con tal de hacer el país atractivo para la inversión y poder mejorar la calidad y variedad de sus exportaciones.

No sólo urge acabar con la inestabilidad que reviste el riesgo de salida del euro. También hay que reforzar el sistema legal y judicial para que sea eficiente y previsible. Por no hablar de que se precisa suprimir licencias innecesarias, favorecer la entrada del sector privado en numerosas parcelas y abrir a la competencia los servicios profesionales y los carteles. No olvidemos que en un Consejo Europeo Papandreu le confesó a Merkel el alto grado de economía sumergida que existe y que no sabía siquiera con cuántos funcionarios contaba, una razones inexcusables para crear una Agencia Tributaria independiente y modernizar la Administración, informatizándola de tal modo que haya más transparencia y se acabe con el clientelismo político. Ése es el hilo al que hay que aferrarse para salir del laberinto de la crisis helena. Una vez se empiece por ese camino, Bruselas debería abrir la mano con los ajustes para hacer más aceptables las reformas. Los 2.000 millones que reclama Bruselas pueden no parecer tanto en el contexto de Europa. Pero las consecuencias en los países emergentes de una terapia Made in FMI son harto conocidas: el cambio de régimen. En Indonesia se acabó con Suharto. En Brasil llegó Lula. Y en Europa estamos observando los vientos de cambio. Normal que Merkel quiera mantener la Disciplina, hermana en la mitología griega de la Justicia y de la Paz. Esto es, la mítica Pax Germanica en la que cada vez caben menos las bravuconadas de los helenos.

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