Son muchos los que dan por vencida la inflación, salvo un eventual giro argumental en el contexto internacional. El propio Banco Central Europeo (BCE) ha bajado los tipos de interés por tercera vez este año ante el contexto de desinflación en la eurozona. El pasado mes de septiembre España moderó su inflación al 1,5%, la tasa más baja desde que arrancó la crisis que llevó al BCE a combatirla con el endurecimiento de la política monetaria. Y la pregunta es: ¿qué pasará ahora?
Las proyecciones de los servicios de estudios y analistas apuntan a que los próximos meses traerán noticias algo negativas. La inflación volverá a subir, previsiblemente por encima del 2% que marca el BCE como nivel saludable. En España, afectarán la eliminación de las rebajas del IVA en alimentos ya en octubre y la que se llevará a cabo en enero de 2025. También habrá efectos base (la inflación es una tasa anual, compara los precios de hoy con el nivel que tenían un año atrás y, en este sentido, afecta la evolución que tuvieron en el mismo mes del año pasado).
El BCE adelantó este escenario en su comunicado del jueves: "Se espera que la inflación aumente en los siguientes meses, y que posteriormente descienda hasta el objetivo durante el próximo año". En el plano nacional, la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) prevé un repunte de la inflación en España al 1,7% en octubre, al 2,2% en noviembre y al 2,3% en diciembre. Pero desde el think tank aclaran que será temporal: en la primavera de 2025 la inflación voverá a estar por debajo del 2% y la inflación media del año que anticipa será del 1,8%.
"La reversión del IVA que se ha producido a partir del 1 de octubre tendrá un impacto muy limitado sobre el Índice de Precios de Consumo (IPC) general, en torno a una décima porcentual. El efecto en el IPC de alimentos naturalmente es mayor. La normalización del IVA prevista para enero de 2025 tendrá un impacto más significativo, aunque, como tal, solo será puntual y no debería poner en riesgo el proceso de desinflación", explica el director de Coyuntura de Funcas, Raymond Torres, a Vozpópuli.
El BCE no teme un cambio de guion en la inflación y descuenta que el ajuste del IPC continuará. Lo que le preocupa ahora es la ralentización económica de Alemania y Francia, que amenaza con frenar la inversión y el consumo. Ese riesgo pesa ahora más en Fráncfort que los peligros geopolíticos por la guerra entre Israel e Irán y el impacto en los precios del petróleo. En todo caso, este es un factor desinflacionista que contribuye a seguir bajando los tipos de interés en los próximos meses.
"¿Hemos roto el cuello de la inflación? Todavía no. Pero, ¿estamos rompiendo el cuello de la inflación? Sí, creo que sí. Aún no está completamente roto, pero estamos cerca de lograrlo", sentenció la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde. En definitiva, el proceso de desinflación (es decir, la disminución progresiva de la inflación o subida de precios; que no deflación, que implica una bajada continuada de precios) avanza según lo previsto.
El choque energético que generó esta crisis inflacionista en 2021, con la guerra en Ucrania, ya ha remitido. Los alimentos, que tardaron en contagiarse de la energía pero después presionaron al alza el IPC con una subida generalizada de precios, están ya en tasas inferiores al 2%. Y ahora el único foco persistente está en los servicios, donde también se espera una desinflación tarde o temprano, si no hay nuevas sorpresas en la inflación interna que generan las subidas salariales.
Esto significa que los precios de los principales componentes de la cesta del IPC están bajo control y no seguirán registrando las subidas acusadas del pasado más reciente. Sin embargo, si se echa la vista atrás, antes del inicio de la crisis inflacionista, la vida de los españoles ya se ha encarecido de media alrededor de un 20%. Y ese incremento de precios ya difícilmente se borrará, especialmente en los bienes y servicios menos volátiles.
En la alimentación, el encarecimiento acumulado supera el 30%, mientras que los hoteles y restaurantes han subido un 22% y el transporte, un 20%. La vivienda, que incluye el alquiler pero también los costes energéticos tales como la electricidad y el gas, es ahora un 17% más cara que antes de la crisis inflacionista. Los muebles y otros artículos del hogar han subido un 14%, la ropa un 7% y la enseñanza un 6%. Sólo las comunicaciones (servicios postales y equipos telefónicos) tienen el mismo precio que hace cinco años.
Ahora el foco está puesto en la recuperación del poder adquisitivo de los hogares para hacer frente a ese encarecimiento de la vida. Hasta ahora el aumento de los salarios no ha frenado el descenso de la inflación, pero el riesgo existe. Desde el BCE han alertado en varias ocasiones de que una subida acusada de los costes laborales, si no viene acompañada de un incremento de la productividad, podría menoscabar los márgenes empresariales y avivar la inflación.
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