Parece que la inestabilidad política propiciada por los propósitos independentistas puede estar pasando factura a Cataluña. En el conjunto de España la inversión productiva neta de origen foráneo, es decir la diferencia entre las desinversiones y las entradas, ha aumentado un 20 por ciento entre enero y septiembre de 2014 respecto al mismo periodo del año anterior. En cambio, en la comunidad catalana la inversión extranjera neta se ha hundido un 56 por ciento, la bruta se ha desplomado un 45 por ciento y las desinversiones se han disparado un 42 por ciento.
Dado el brutal apalancamiento de la economía española, la recuperación de la inversión extranjera se antoja esencial para reactivar la economía y crear empleo de una manera sostenible. Y según los datos del Registro de Inversiones Exteriores del Ministerio de Economía, los flujos están evolucionando de forma positiva. De enero a septiembre de 2014, en España entraron 8.182 millones netos frente a los 6.798 millones que llegaron durante los mismos meses del ejercicio anterior.
Mientras Cataluña ha recibido hasta septiembre 781 millones de inversión foránea, Madrid se mantiene en el entorno de los 4.500 millones
Sin embargo, éste no es el caso de Cataluña. En los primeros nueve meses de 2014, la Autonomía recibió 781 millones de inversión foránea neta, la mitad de lo conseguido en idéntico plazo del año pasado, en concreto 1.779 millones. La cifra contrasta con lo obtenido por Madrid a pesar de que ambas economías presentan un peso similar y disfrutan de la ventaja de ser sedes de numerosas sociedades. La comunidad madrileña apenas perdió un 2 por ciento de inversiones extranjeras netas y se mantiene en el entorno de los 4.500 millones, casi seis veces más que lo registrado en Cataluña. No obstante, en 2013 la diferencia entre las dos sólo ascendía a las 2,5 veces.
FLUJOS DE INVERSIÓN EXTRANJERA PRODUCTIVA
Fuente: Registro de Inversiones Exteriores
En principio, semejante disparidad sólo puede obedecer a un entorno regulatorio más restrictivo, una fiscalidad más exigente y, sobre todo, a una mayor incertidumbre sobre cuál puede ser el destino del territorio si amenaza con independizarse, tal y como ha denunciado en diversas ocasiones el colectivo Convivencia Cívica de Cataluña. De toda la inversión apuntada, el 53 por ciento se ha destinado a Madrid, el 11 a Cataluña y el 7 al País Vasco.
Tras haber sufrido un repliegue en masa de los inversores foráneos directos que provocó la fuga de 20.000 millones de euros en 2012, la inversión productiva se recobró en 2013. Y ahora todo indica que sigue al alza. En un primer momento aterrizaron los fondos buitres a la caza y captura de chollos en las carteras de los bancos. Más tarde, los inversores se extendieron a otros sectores, como algunas relocalizaciones del automóvil y del textil impulsadas por las ganancias en costes salariales y flexibilidad laboral. Y en estos momentos la inversión abarca gran variedad de campos como el comercio, la industria manufacturera y el inmobiliario.
Inversiones no financieras
Es más, de los cerca de 10.000 millones contabilizados en inversiones directas brutas, el 84 por ciento se han dirigido al greenfield, esto es un aumento de la producción al construir nuevas fábricas, almacenes o tiendas. El resto se ha dedicado a la adquisición de empresas.
Estas inversiones aquí recogidas no son financieras, es decir nada de compras de cartera como participaciones en empresas, capital riesgo, acciones o bonos que luego se pueden escapar con suma rapidez en cuanto ven las orejas al lobo por un simple cambio de humor en los mercados. Más bien al contrario, éstas van directas en vena a la actividad económica porque se usan con el fin de abrir una fábrica, establecer una filial o contratar gente. Tardan más en llegar, tienen unos objetivos a más largo plazo y más vinculados al rendimiento de la economía y, por lo tanto, también tardarán más en irse. En definitiva, constituyen apuestas por una mejora de la economía.
O por decirlo de otro modo, implica que haya unos inversores dispuestos a poner su dinero porque creen que se ha tocado un suelo en los precios y que más adelante se podrá obtener una rentabilidad razonable por ello. Aunque dicho esto, algunos nubarrones se otean en el horizonte. La debilidad de la eurozona, la crisis rusa, la caída del petróleo de muchos productores emergentes y la inestabilidad de los mercados lamentablemente podrían poner un freno a esta mejora experimentada en la inversión directa.