Justo cuando parecía que la crisis del euro se había acabado, surge el adelanto electoral en Grecia y la posibilidad real de que un partido en contra de las medidas de austeridad tome las riendas en un país rescatado.
De poco sirve que Grecia haya retornado a un exiguo crecimiento o que haya alcanzado el superávit primario, es decir, el superávit fiscal una vez se suprimen los intereses y que en teoría se financian por sí solos con los crecimientos. Por más que la troika alabe el giro dado a la economía helena, el coste social ha sido terrible. La economía ha caído más de 25 puntos. La mitad de los jóvenes está en paro. La liquidez apenas existe y por lo tanto retrasa cualquier pago. Y la deuda se antoja impagable. “Los griegos saben muy bien quienes son los responsables, y por eso las manifestaciones se hacen a la puerta del Parlamento”, comentaba a este periodista el jefe de la misión del FMI en Atenas. Pues bien, parece que, dispuesta a librarse de su establishment o casta, la rebelión de los votantes se perfila en un horizonte muy cercano.
Primera clave: todavía hay que pelear las elecciones. ‘Un invierno ruso se aproxima a Grecia’, titulaba el pasado sábado el diario socialdemócrata Ta Nea, el rotativo de mayor tirada del país heleno. En ese reportaje básicamente se narraba la cadena de defaults, fugas de depósitos, pérdidas de ahorros e impagos de las pensiones y de los salarios que podrían suceder de ganar las próximas elecciones Syriza, el partido que lidera las encuestas en Grecia y que ha servido de inspiración a Podemos. “Las elecciones del 25 de enero se van a debatir entre el miedo y la esperanza que genera Syriza, entre el miedo a la incertidumbre y la esperanza de un cambio de rumbo”, comenta Yannis Symeonides, periodista griego.
Entre otras cosas, Syriza ha prometido acabar con los recortes, contratar de nuevo a los funcionarios despedidos o parar las privatizaciones. Incluso si ha moderado su discurso, no es de extrañar que los inversores encuentren estas propuestas harto complicadas de financiar. Además, partidos como Potami o el que probablemente funde en los próximos días el exprimer ministro Papandreu aún podrían restarle algún que otro voto a la formación que encabeza Alexis Tsipras. Aunque gane, Syriza podría no contar con aliados con los que formar un gobierno, sobre todo si se queda fuera del Parlamento la formación de derechas Los Independientes Griegos, la única que por ahora se ha mostrado a favor de pactar con Syriza con tal de acabar con el ordeno y mando de Berlín vía correo electrónico.
Si no consiguiese formar Gobierno, entonces se tendría que llevar a cabo una segunda vuelta. Y en el caso de que Syriza finalmente gane, lo más probable es que en algún momento convoque algún tipo de referéndum. La salida del euro estará en el aire, pero los griegos no quieren abandonar la moneda única. Así que la pregunta no planteará eso. Simplemente buscará tensar la cuerda con Alemania en tanto en cuanto se tenga liquidez. Y por lo tanto ese pulso podría aguantarse hasta marzo según las cuentas del ministro de Finanzas griego o hasta mediados de año según Fitch. Por el camino, Tsipras tendrá que arrojar por la borda muchas de las medidas que defiende conforme se enfrente a las turbulencias de los mercados. Sólo que cuánto más tarde en hacerlo mayores serán los costes y las penurias para los griegos.
Segunda clave: el no rotundo de Alemania. “¡Acabemos con el relato del terror!”, dijo Tsipras muy consciente de que en 2012 ya perdió unos cinco puntos de apoyo por la campaña que miedo que instigaron los partidos tradicionales. Y a continuación añadió que garantizaría los depósitos de los bancos en cooperación con sus socios europeos y el BCE (sic).
Sin embargo, las presiones del FMI, la Comisión y el propio ministro de Finanzas alemán no se hicieron esperar. El Fondo suspendió las negociaciones del rescate. La Comisión recordó a los helenos que su compromiso con Europa y las reformas sería esencial para prosperar en la zona euro. Y Schäuble exigió que Grecia cumpliese con sus compromisos. La quita de la deuda griega puede ser manejable. Pero si se hace, ¿qué pasará con la de los demás? ¿Empezaremos uno tras otro a aplicar quitas en los distintos países de la periferia? ¿Pueden imaginarse una gota fría cayendo por la frente de Merkel ante el panorama de que el siguiente después de Syriza sea Podemos y su deuda ilegítima? Por no hablar de que los germanos ya se resienten por estar soportando tipos de interés cero para sus ahorros. ¿Y no es eso acaso una quita encubierta?
En su momento, Berlín ya se mostró dispuesto a echar a Grecia de la moneda única. Y al parecer sólo se detuvo por la intervención de China y Estados Unidos argumentando que quién iba a comprar euros y por lo tanto deuda pública europea si la voluta no era estable. En definitiva, como ya demostró en pleno fragor de la crisis del euro, Berlín lo pondrá francamente difícil a Syriza, máxime cuando Grecia después de tan brutal ajuste aún ha de restablecer su competitividad con el exterior, tal y como se infiere de su déficit comercial y por cuenta corriente. Por dar una idea, la balanza comercial griega llegó a sufrir un déficit de casi el 15 por ciento del PIB y ahora todavía se sitúa en torno al 10 por ciento.
Tercera clave: la intervención del BCE y el efecto en los mercados. Por el momento, aunque las bolsas llevan un mal diciembre, el pánico no ha cundido, en buena medida porque se espera la intervención del BCE. Bajo el principio del cuanto peor mejor, si empeora la situación en Grecia será más probable una compra masiva de activos por parte del BCE que intente atajar el serio problema de los bajos crecimientos de la eurozona.
En cualquier caso, los tipos de la deuda de los países periféricos se mantienen en niveles históricamente bajos... salvo en Grecia. El mercado parece separar a Grecia de los demás… a menos que se plantee en serio la salida del euro y por consiguiente el contagio. Dicho esto, los últimos días de diciembre presentan muy poco volumen y habrá que aguardar por lo menos hasta los primeros días hábiles de enero para comprobar cuál es el verdadero efecto sobre los ánimos de los inversores.
Cuarta clave: los populismos ya son un problema europeo... y español. Editoriales como los del Financial Times mentando el riesgo de los populismos en Europa bien pueden desincentivar a un fondo de pensiones japonés de invertir en la zona euro. De hecho, aunque todavía muy incipiente y sin ser lo suficientemente importante como para preocuparse, durante los últimos meses las inversiones en España de cartera de foráneos han perdido unos 15.000 millones de euros, una cifra por encima del ahorro que supone para nuestra economía la caída del precio del petróleo. Desde el ascenso irrefrenable de Podemos, parece que los inversores extranjeros se están marchando y están siendo reemplazados por la banca española. En los próximos meses, habrá que observar con cuidado si ese patrón se confirma y si hay una estricta relación de causalidad.
¿Y esto cómo afectará a las perspectivas electorales de Podemos? “2015 será el año del cambio en España y Europa. Empezaremos en Grecia. ¡Vamos Alexis!”, aseguró en Twitter Pablo Iglesias. La alegría se extendía por toda la red entre los simpatizantes de Podemos. Sin embargo, se puede tratar de un regalo envenenado. Si estalla la tensión en Grecia fruto de Syriza, entonces no sería descartable que actuase en España como una suerte de antídoto contra el populismo, menguando la intención de voto de Podemos.
Quinta clave: ¿Para cuándo una solución paneuropea? Siete años de crisis han pasado factura y se sigue aparcando la mutualización de la deuda y la integración que permitirían atenuar muchos de los problemas de la periferia. En general, se llevan varias décadas respondiendo a las crisis y a la falta de competitividad con más impresiones de billetes que suben el precio de los activos, fomentan la toma de deuda y favorecen sobre todo a los más ricos. Hasta el punto que durante esta crisis las desigualdades se han ido ensanchando, ya sea entre norte y sur, entre clases sociales, entre el capital y el trabajo o entre sectores. En Suecia, un partido busca acabar con la inmigración. En Reino Unido, Ukip amenaza con desestabilizar la pertenencia a la UE. En Francia, Le Pen pretende acabar con Unión Soviética Europea… A este ritmo, Merkel puede acabar teniendo como interlocutores unos gobiernos demasiado fragmentados y Europa puede terminar deshaciéndose como un azucarillo a la intemperie. El largo invierno ha acampado. Y no sólo en Grecia.