Fiarlo (casi) todo a la recuperación económica para evitar recurrir a un rescate con dinero público. Esta es, a grandes rasgos, la estrategia de salida de la crisis que quieren llevar a cabo tanto las autoridades como los bancos italianos. Los meses de verano y la calma aparente que vive el sector financiero en España no están siendo, ni mucho menos, igual de tranquilos en el país transalpino, que se debate desde hace meses entre la necesidad de sanear su sector bancario, ahogado por su enorme volumen de activos tóxicos improductivos, y el evitar a toda costa un rescate a la española que imponga condiciones macroeconómicas y pérdidas a los inversores no garantizados (preferentistas y acreedores subordinados).
La debilidad del sector financiero italiano, en especial de algunas entidades como Monte dei Paschi (tal y como mostraron los test de estrés de julio) es una de las grandes preocupaciones de las autoridades europeas a día de hoy. Lo perciben como una de las grandes asignaturas pendientes a nivel continental (algo que por ejemplo en España está ya completado), y fuente de inestabilidad a corto y medio plazo. "La banca italiana sufre una crisis de morosidad como resultado de 8 años de debilidad de la economía (el PIB de Italia todavía no ha recuperado el nivel previo a la crisis). Los italianos tienen más de 200.000 millones de euros de mora, y la cifra asciende a 360.000 millones si se incluyen los préstamos dudosos", tal y como explicaba Miguel Carrión, analista de Eurobriefing, en un reciente artículo publicado en eldiario.es.
En Italia hay unos 230.000 millones de euros de instrumentos subordinados en manos de pequeños ahorradores, por lo que el Gobierno italiano ni quiere oír hablar de imponerles pérdidas
Los bancos italianos necesitan, en esencia, una recapitalización para sanearse, lo que incluye entre otras acciones la creación de un banco malo y el rescate de los bancos más débiles. Y es precisamente aquí donde las autoridades italianas y europeas tienen sus mayores desencuentros. "En la evaluación de las distintas opciones, tres problemas se tendrán que abordar. Primero, el balance entre la contribución pública y privada a la recapitalización de los bancos y las implicaciones para los inversores. Segundo, la necesidad de preservar la estabilidad financiera y evitar el contagio desde los bancos más débiles al resto del sistema, o desde Italia a otros países. Tercero, las consecuencias de no tener en cuenta lo que ocurrió en el pasado y que tenga consecuencias para la situación actual", señalaba en un artículo reciente Silvia Merler, experta en banca europea del think tank Brueguel.
La normativa europea en vigor prevé que los rescates con dinero público a los bancos sea solo la última opción, siempre después de haber impuesto todos los costes posibles a los accionistas e inversores no garantizados, como ocurrió en España con los rescates a las cajas y las pérdidas a dueños de preferentes y deuda subordinada. ¿Sadismo? No, la doctrina europea opta por repartir la carga de los rescates para que el menos afectado sea en todo caso el contribuyente. Ése es el espíritu de la directiva europea entrada en vigor este año y así lo ha recalcado recientemente la justicia comunitaria.
Pero Italia no quiere ni oír hablar de aplicar quitas a sus inversores subordinados por miedo a que se desate un escándalo entre la ciudadanía, toda vez que hay unos 230.000 millones de euros de estos instrumentos en manos de pequeños ahorradores y familias, y existen dudas más que asentadas respecto a la deficiente comercialización de estos productos financieros. El Gobierno de Renzi y la banca transalpina querrían por tanto evitar a toda costa pasar por un rescate a la española que saneara al sector, sí, pero a costa de millonarios y costosos frentes judiciales y un daño reputacional como el sufrido en España desde 2012. En las ultimas semanas, la estrategia de Italia, que ha intentado apelar al Brexit como motivo "inesperado" que les ha obligado a recapitalizar a sus bancos, ha logrado ganar adeptos incluso en el Banco Central Europeo.
¿Evitar los rescates con crecimiento del PIB?
"Planteado con simpleza, la estrategia del Gobierno italiano, o su esperanza, es que incluso una modesta recuperación económica les dirija a una sostenida y gradual caída en sus activos tóxicos [NPL por sus siglas en inglés] y que por ello los rescates sistémicos a la banca puedan evitarse", tal y como explican los analistas del banco suizo Pictet en un reciente informe. Es decir, que mejore la economía, haya crecimiento, y esto suponga una reducción de la morosidad y el deterioro de los activos de los bancos. En este sentido, el ejecutivo de Renzi ha implementado una batería de medidas de choque pero que en ningún caso puedan considerarse ayudas de estado (de otro modo se activarían las exigencias europeas del reparto de la carga a inversores).
El Gobierno italiano ha llevado a cabo varias iniciativas en 2016, "tales como un esquema de titulización y el fondo Atlante [una especie de banco malo con fondos privados]", según explican los analistas de ABN Amro en un reciente informe. Con el esquema de titulizaciones se facilita la segregación de los NPL fuera de los balances de los bancos. "Esto reduciría las discrepancias de precios entre el precio al que los bancos querrían vender y el que los inversores quieren pagar. Una reducción de esta discrepancia (que a día de hoy es grande) significativamente reduciría el impacto de los activos tóxicos en los bancos italianos", advierten desde ABN Amro, quienes a su vez advierten de un potencial efecto adverso del fondo Atlante para el sector: en su opinión funciona en el corto plazo ya que aporta liquidez a las entidades más débiles sin recurrir a dinero público, aunque las entidades privadas no pueden en el largo plazo seguir tirando el dinero en este banco malo.
"Hay consenso entre los economistas que la solución óptima para el sector bancario italiano incluiría un reconocimiento de las pérdidas por los activos tóxicos y unas inyecciones de capital preventivas"
Los analistas de Pictet, sin embargo, creen que la estrategia del ejecutivo italiano para reducir su activos morosos [ver gráfico inferior] no es la más efectiva, y ponen como ejemplo el modelo de rescate español, que contó con capital público preventivo y la creación de la Sareb, que posibilitó una reducción del volumen de los NPL el doble de rápido que si se hubiera dejado en manos del mercado. "Hay consenso entre los economistas que la solución óptima para el sector bancario italiano incluiría un reconocimiento de las pérdidas por los activos tóxicos y unas inyecciones de capital preventivas. Dado este escenario, éste implicaría la imposición de pérdidas a los inversores no garantizados en el caso de que las ayudas fueran de estado, o una dilución de los accionistas si fueran privadas", anticipan.
En opinión de Pictet, la estrategia de Italia solo puede ser creíble "siempre y cuando el crecimiento del PIB se mantenga como mínimo ligeramente positivo y el desempleo confirme su descenso durante los próximos trimestres. Y es que la caída de los activos tóxicos está lejos de ser una certeza, toda vez que eventos como el Brexit u otros pueden revertir su tendencia descendente. Y en este caso, el orden de los factores sí puede alterar el producto: "Arreglar el problema de la banca italiana es crucial para restaurar el crecimiento, y el crecimiento no está fuera del alcance para Italia", indican en un artículo de análisis del think tank Voxeu, quienes hablan de un país cuya economía va a dos velocidades; por un lado las pymes y las empresas industriales, que se han comportado a gran nivel, y por otro lado las grandes firmas cotizadas, que han evolucionado por debajo de lo esperado.