Draghi decepcionó este jueves al mercado. Sin embargo, los anuncios del presidente del BCE encerraban una excelente noticia para los presupuestos de los Gobiernos de la eurozona: la fiesta de la deuda barata prosigue hasta marzo de 2017 o incluso más allá.
Los mercados están tan acostumbrados a ver a Supermario que ya no les vale con verlo volar. Quieren más. A pesar de haber bajado el tipo de depósito del -0,2 al -0,3 por ciento, es decir, obligar a los bancos a pagar más por aparcar el dinero en el BCE y por lo tanto incentivarlos a que presten más. Por más que extendió durante otros seis meses el periodo que estará comprando activos, desde septiembre de 2016 a marzo de 2017 o más allá. Incluso si amplió el tipo de productos que puede comprar a bonos de ayuntamientos y gobiernos regionales. Nada contentó a los mercados. El vuelo de Supermario sencillamente decepcionó, lo que se plasmó en unas bolsas bajando y un euro subiendo. Y la razón estribaba en que los inversores esperaban que el banco central aumentase el volumen de compras que realiza por encima de los 60.000 millones mensuales que desembolsa en la actualidad. O lo que es lo mismo, querían que imprimiese más billetes con los que seguir alimentando la bonanza financiera.
Los malos datos de inflación del día anterior habían dado alas a la esperanza. Pero al final no ha sido así. Muchos habían apostado por un programa de compras mayor y, acto seguido, tuvieron que deshacer posiciones, quizás en una especie de sobrerreacción.
Aunque en minoría, la resistencia del Bundesbank ha desempeñado un papel fundamental. El banco central tudesco no quiere que los ahorros germanos valgan menos al imprimir más billetes, caer el valor del euro y retribuirlos con intereses cercanos al cero. Tampoco quiere fomentar la toma de riesgos, lo que favorece la creación de mayores desequilibrios y burbujas.
¿De verdad hace falta más cantidad?
“Me parece acertada la decisión del BCE. ¿Para qué vas a introducir más cantidad? ¿Acaso 10.000 millones de euros al mes más van a alterar sustancialmente la inflación que es lo que se persigue? El problema más bien reside en canalizar los excesos de ahorro de los centroeuropeos hacia la inversión, todavía en niveles demasiado bajos. Por eso es importante que el Plan Juncker tenga éxito", explica el economista José Carlos Díez. Sin embargo, esta iniciativa no está funcionando en España. El Gobierno tendría que ponerse más las pilas a la hora de aprovechar esos recursos.
Por otra parte, Draghi ha puesto la pistola en la sien a los bancos. Los tipos negativos erosionan sus rentabilidades. Les obliga a prestar, pero no pueden obtener beneficios por ello. A pesar de todo el dinero inyectado, irónicamente no es rentable prestarlo. El canal del crédito sigue atascado aunque haya mejorado algo. Y semejante situación empuja a las entidades a recortar costes. En tales circunstancias, también fuerza a las entidades a comprar más deuda pública a pesar de sus nulos rendimientos. La regulación es perversa, porque exige mayores requisitos de capital para el préstamo a los agentes privados que a los públicos.
Y de esa forma se permite que siga la fiesta de deuda pública a tipos irrisorios. Imagínense el agujero que entrañaría en los presupuestos de España si los intereses de la deuda repuntasen. Y todo ello ha servido también para facilitar la actividad y el desapalancamiento del sector privado, que se ha ido y sigue ajustándose aunque todavía permanezca en niveles altos. Por el momento, la buena noticia para los países endeudados es que la represión financiera continuará. Es decir, habrá tipos extremadamente bajos que facilitan la carga financiera de los endeudados a costa de las pérdidas para los ahorradores.
Ahora bien, ¿qué pasará con esa deuda si en algún momento se intenta que la política monetaria retorne a la normalidad? Para entonces, sería necesario que la mutualización de la deuda europea fuese una realidad. Sin embargo, al menos parece que la política monetaria ultraexpansiva va para más allá de 2017 y durante mucho tiempo, lo cual es una buena noticia para España, que seguirá aprovechando estos vientos de cola, en especial un euro a la baja que beneficia a nuestras exportaciones. La economía española obtiene un poco más de alivio en medio de una economía europea todavía renqueante y con unos países emergentes sumergidos en una crisis de caballo que lastrará la demanda global.