Aunque todas las miradas están centradas en el interminable culebrón griego y el 'corralito' bursátil chino, lo que preocupa a los inversores de verdad es Brasil. La crisis económica y política que atraviesa el gigante latinoamericano seis meses después de que Dilma Rousseff fuese nombrada presidenta por segunda vez inquieta hasta tal punto que sitúan al país carioca como la principal fuente de preocupación de contagio de inestabilidad al resto de las economías mundiales.
Tres de cada cuatro inversores de crédito europeo encuestados por la agencia de calificación Fitch consideran que Brasil, seguida de Rusia, es el país que representa una mayor amenaza de transmisión de los desequilibrios de los mercados emergentes y donde la subida de tipos de interés en Estados Unidos puede conllevar más tensión en su economía.
La economía brasileña se encuentra en un proceso de desaceleración que ha incrementado el número de desempleados y ha acentuado la caída de su producto interior bruto.
El sondeo, que aún no se ha hecho público pero que adelantan diversos medios latinoamericanos, se ha realizado entre inversores que manejan casi 8 billones de euros en activos bajo gestión. Se terminó a principios de junio, por lo que posiblemente la percepción sobre China hubiera sido distinta ahora, pero es un indicativo de la percepción de los inversores sobre las implicaciones de la subida de tipos de Estados Unidos en los mercados emergentes y cómo estos países afrontan la nueva etapa. Y desde este punto de vista, Brasil seguiría ocupando la primera posición probablemente. De hecho, las turbulencias en China acentúan el nerviosismo en otras economías dependientes como la brasileña del gigante asiático.
¿Por qué el gigante latinoamericano es observado con tanta cautela? Su economía se encuentra en un proceso de desaceleración que ha incrementado el número de desempleados y ha acentuado la caída de su producto interior bruto. Las últimas previsiones del FMI apuntan que sufrirá una contracción del 1,5% y que tan solo experimentará un ligero crecimiento del 0,7%. La caída del precio de las materias primas, debido al cambio de modelo productivo de China, y la intensa relación de las economías emergentes con el dólar son las principales causas de que el país carioca haya sufrido esta parálisis.
La política de expansión monetaria de Estados Unidos favoreció el aumento del endeudamiento en dólares de las empresas brasileñas, una situación que podría ser contraproducente cuando la Reserva Federal norteamericana inicie la subida de tipos de interés y choque con la política de ajuste fiscal que está llevando a cabo el gobierno brasileño permitiendo la depreciación del real.
En este contexto, la inestabilidad política que ha supuesto el escándalo de la trama de corrupción de Petrobras, la empresa estatal por excelencia de Brasil, que sacude directamente a Rousseff por estar presuntamente al corriente del pago de numerosos sobornos, no aporta tranquilidad a unos inversores que ven cómo el gobierno del gigante latinoamericano afronta una fuerte contestación en la calle y en todos los ámbitos económicos y sociales, en un momento en que se necesitan alianzas para llevar a cabo las reformas de la economía brasileña.
Este movimiento de Brasil entre alambres no aporta tranquilidad a unos inversores que contemplan como un estornudo en el gigante brasileño puede significar otro resfriado en la economía mundial.