Millones de inversores atrapados en acciones que pierden valor cada día a pesar de los esfuerzos del gobierno por contener las caídas de los mercados, en una economía en proceso de desaceleración y de cambio de modelo productivo. Y la cotización de innumerables compañías congelada para evitar un desastre mayor. Aunque el paralelismo con el crash del 29 de Estados Unidos, que daría lugar a la Gran Depresión, pueda resultar un tanto forzado, la imagen de las bolsas chinas incapaces de detener su descenso y provocando pérdidas a los inversores, recuerda a la más famosa de las crisis del mundo capitalista, solo que China sigue siendo una economía controlada y el gobierno actúa contra el comportamiento de los inversores como si se tratara de una protesta política.
La crisis bursátil que está sufriendo China desde hace varias semanas va camino de convertirse en el principal foco de preocupación, dejando pequeño el tema de Grecia, siquiera por la importancia del tamaño de la economía del gigante asiático para el mundo. Aunque siempre se ha hablado de la desaceleración de la economía china y de posibles burbujas latentes, como la del mercado inmobiliario, la visualización de los principales índices chinos cayendo con fuerza ha sido suficiente para levantar todas las señales de alarma hasta un nivel desconocido. Estas son algunas de las claves que explican lo que está ocurriendo en las bolsas chinas.
La revalorización del 150% que ha experimentado la bolsa de Shanghai en los últimos doce meses ha provocado un efecto llamada en los casi 90 millones de inversores minoristas que se calculan hay en China.
Euforia bursátil
Los mercados bursátiles se habían convertido en los últimos años en el refugio predilecto de millones de inversores que no encontraban otra alternativa mejor, después de las restricciones impuestas al mercado inmobiliario. La revalorización del 150% que ha experimentado la bolsa de Shanghai en los últimos doce meses, por ejemplo, ha provocado un efecto llamada en los casi 90 millones de inversores minoristas que se calculan hay en China, muy superiores en número a los institucionales, y casi parecidos en cifra a los componentes del Partido Comunista.
Loa valores predilectos eran los de empresas de nuevas tecnologías, farmacéutico, servicios y financiero. Esta inversión masiva retroalimentaba las cotizaciones de numerosas compañías porque los inversores vivían con la ilusión del cambio de modelo productivo y buscaban los valores más propicios para generar rendimientos. Desde el gobierno también se incentivó la inversión a través de la conexión de las bolsas de Shanghai y Hong Kong. El desarrollo de los mercados bursátiles como alternativa a la financiación a través de deuda que utilizaban las empresas también era una prioridad. De hecho, durante los últimos seis meses se ha producido un récord de salidas a bolsa tanto en el índice de Shanghai como en el de Shenzhen.
Pánico bursátil
Hasta tal punto había llegado la fiebre bursátil a convertirse en un síntoma de algo más preocupante que las autoridades comenzaron a poner restricciones a la inversión. Comenzaron a endurecer las operaciones de compra de acciones mediante deuda, una forma muy habitual en China de invertir en bolsa. Pero hace un par de semanas comenzaron los problemas. Algunos analistas señalan que se trata simplemente de una corrección de los índices después de un período prolongado de subida, con caídas de hasta el 25% en el CSI 300, selectivo que incluye a los mayores valores de Shanghai y Shenzhen. Los inversores minoristas comenzaron a darse cuenta de lo que suponía tener su dinero en los mercados y decidieron no seguir perdiendo más, alimentando a su vez las caídas.
Además, como gran parte de la inversión se realizaba mediante créditos que utilizaban las propias acciones como garantía, al no poder devolverlos tenían que incrementar las contrapartidas o devolver los títulos, lo que ha acentuado las caídas, al encontrarse en la tesitura de tener que deshacer sus posiciones en bolsa para devolver el préstamo. Y el refugio en otros activos más 'tangibles' ha provocado de hecho una bajada de algunas materias primas.
Frenar la sangría
Las consecuencias han sido que alrededor de 1.300 empresas, casi la mitad del mercado bursátil, han suspendido su cotización en un intento de frenar la caída de sus acciones, teniendo en cuenta que muchas firmas seguían el mismo método que los minoristas, es decir, utilizaban sus títulos como colateral para pedir préstamos.
El Banco Central chino ha recortado los tipos de interés por cuarta vez desde noviembre del año pasado y se ha rebajado el requisito de reserva de depósitos de las entidades financieras para inyectar liquidez a la economía.Se ha prohibido que los directivos de las compañías puedan vender las acciones, los fondos de pensiones van a poder invertir en renta variable, se han suavizado las restricciones a la inversión en bolsa mediante créditos... En definitiva, el Estado ha puesto en marcha toda la maquinaria a su alcance para intentar detener la estampida de los inversores. Incluso se persigue a quienes realizan comentarios negativos por internet.
¿Va a ser suficiente para calmar los ánimos de los inversores y devolver la confianza a los mercados? Algunos expertos señalan que los datos fundamentales de numerosas empresas siguen mostrando su potencial de rentabilidad, aunque numerosas compañías sobre todo medianas y pequeñas han sufrido un serio correctivo.
El plan de acción de las autoridades chinas se encuadraría más en un intento de sofocar una posible revuelta de pequeños capitalistas descontentos por las pérdidas sufridas en bolsa que por que los efectos de las caídas representen un riesgo serio para su economía. Pero este desplome de los índices han servido para evidenciar el problema de ir alimentando una burbuja para salir de otra, la inmobiliaria por la bursátil, hasta que algún día pinche una de verdad.