Canadá en recesión, déficit presupuestario en Brasil, derrumbe de las exportaciones en Corea del Sur... Aparentemente son hechos aislados pero con un denominador en común: la pérdida de fuelle de la economía china, que se ha vuelto a poner en evidencia con la caída de las manufacturas del gigante asiático, situadas en su nivel más bajo desde hace seis años y medio.
La caída del precio de las materias primas y, principalmente, del petróleo ya anunciaban un cambio de su modelo de crecimiento, más enfocado hacia el consumo interno. En este derrumbe del precio del crudo tiene mucho que ver también la irrupción del 'fracking' en Estados Unidos, que le ha hecho prácticamente independiente de las exportaciones de los países del Golfo Pérsico, en particular de Arabia Saudí. Y el reciente acuerdo firmado con Irán podría dar entrada a un viejo conocido otra vez en el mercado mundial del petróleo.
La crisis de los mercados emergentes, afectados por el parón de China, ha supuesto que el precio del Brent haya bajado casi un 60% desde hace un año, hasta situarse en los 50,16 dólares por barril. Los vaivenes que está sufriendo la cotización del oro negro muestran que cualquier noticia sobre la ralentización del gigante asiático afectan de manera clara al precio del crudo.
Varios países productores, que también son economías en desarrollo, como Nigeria, Venezuela o Rusia, están notando ya las dificultades para cuadrar sus cuentas con un nivel por debajo de los cien dólares. Los cálculos de algunos analistas aseguran que las pérdidas por el hundimiento del precio del petróleo han sido de un billón de dólares en el último año para los países exportadores.
Hacer justo lo contrario
La caída de las manufacturas en China ha hecho temer que la demanda de crudo del gigante asiático se resienta aún más y con ello el precio del crudo se siga manteniendo en niveles bajos, si no varían las circunstancias geopolíticas.
Y lejos de ajustarse por el precio ante la menor demanda, algunos jugadores importantes del mercado del crudo están haciendo exactamente lo contrario. Para contrarrestar los efectos del 'fracking' e intentar hundir a los competidores norteamericanos, Arabia Saudí ha incrementado su oferta de barriles en el mercado con la intención de echar un pulso a Estados Unidos y mantener cubiertos a sus potentes clientes asiáticos.
"La evidente debilidad de la economía china se extiende hacia el resto del mundo", aseguraba recientemente al The New York Times Daniel Yerguin, vicepresidente de la consultora internacional IHS. "Muchísimos productores que pasaban por una buena época dependían más de lo que creían del crecimiento de la economía china y ahora estamos en medio de una conmoción petrolera".
La caída de las manufacturas en China ha hecho temer que la demanda de crudo del gigante asiático se resienta aún más y con ello su precio se siga manteniendo en niveles bajos, si no varían las circunstancias geopolíticas. Pero incluso las autoridades chinas han aprovechado el descenso del precio para acumular reservas a través de la compra de petróleo de países productores de Oriente Medio en una operación intermediada a través de dos empresas estatales, que ha ayudado a distorsionar aún más los precios.
El gigante asiático querría cubrirse la espalda de esta manera en un mercado, el del petróleo, que cuenta ya con numerosos factores de inquietud, aunque son ya varias las firmas de análisis que advierten de que el crudo puede tocar aún nuevos mínimos anuales. Y en un momento en que todavía no se conoce si la Reserva Federal norteamericana va a subir los tipos de interés, y cómo terminaría afectando esta decisión al resto de mercados, los chinos prefieren curarse en salud, aunque los datos de su economía muestren cada vez más que el consumo voraz de energía de hace unos años ha terminado.
Para las economías desarrolladas, un precio bajo del petróleo significa menores costes energéticos y una mayor capacidad de los ciudadanos para consumir. Pero el ejemplo de Canadá, que ha entrado técnicamente en recesión al encadenar dos trimestres consecutivos de escaso crecimiento, ha encendido las alarmas por su enorme vinculación comercial con Estados Unidos. Aunque los expertos señalan que todavía es pronto para calificar de recesión la caída de su actividad económica, por estar muy circunscrita al sector energético, lo cierto es que no añadiría más certidumbre en un mundo inundado de dudas económicas.