Mario Draghi ha sido la mano salvadora de España, básicamente por pronunciar una frase en el mes de julio de 2012 que pasará a los manuales de historia que deberán estudiar los niños: “haré lo necesario para defender el euro”. Esa garantía de unidad de la Eurozona ha evitado males muy mayores al Gobierno que preside Mariano Rajoy, pero ha creado enormes quebraderos de cabeza a Portugal, que tiene una pelea con la banca de inversión por los swap contratados sobre su deuda. Mientras a España se le ha abaratado el coste de financiación, a Portugal se le ha disparado.
A grandes rasgos, la historia es la siguiente: Portugal suscribió contratos de cobertura sobre subidas de tipos de interés sobre la deuda pública y de empresas estatales. Lo hizo antes de estallar la crisis de Lehman Brothers, pero también posteriormente. La acción se englobaba dentro del marco de la gestión prudente del saldo de deuda que todo Tesoro debe hacer y hay que reconocer que en ningún momento se contempló como posible escenario una situación crítica como la de los tiempos recientes.
Tenía sentido
Esta cobertura cobró todo el sentido del mundo cuando, el 31 de enero del pasado año, la rentabilidad del país vecino se situó en el 17%, su máximo histórico, menos de una semana después de una visita de Mariano Rajoy al país. En 2011, Portugal ya había solicitado un rescate de unos 80.000 millones de euros, pero eso no sirvió para evitar que su deuda llegara a cotas de país prácticamente fallido.
En aquellos momentos convulsos, el país sufría una convocatoria de huelga general en medio de unas cifras de paro crecientes e inestabilidad política. Algo que también comenzó a presionar a España, aunque todavía tenía entonces un tipo del 5,50% aproximadamente. Rajoy conseguía escapar del contagio, pero fue por poco tiempo: los mercados comenzaron a descontar la ruptura del euro.
Para los poco profanos, el resquebrajamiento de la moneda única no deprimía la deuda pública de los Gobiernos por valoraciones morales o políticas, sino que introducía miedo entre los inversores por la posibilidad de que esos bonos que habían comprado en euros les fueran devueltos en moneda local, oportunamente devaluada en un 20% o 30% por lo menos. Eso, suponiendo que no hubiera posteriores quitas, además.
Pero Draghi dijo las mágicas palabras y todo cambió. España rebajó su rendimiento desde un más que preocupante 7,7% hasta los niveles actuales (al cierre de ayer, 4,43%)y Portugal desde el 11% al 5,6%, zona que ronda los mínimos desde más de 2011. El problema es que esos swap (que ejercen el papel de un seguro) cubrían el riesgo elevación de tipo de interés por encima de una cota determinada, pero al situarse por debajo de otros niveles, generan un descubierto que debe abonar el cliente.
Conviene recordar que la bajada de tipos es desde el 17% máximo hasta el 5,5%. Un descubierto que le cuesta al Gobierno luso unos 3.000 millones de euros solo para hacer frente al coste de los swap vencidos.
Semejante panorama ha costado ya la cabeza a los secretarios de Estado, Paulo Braga Lino y Juvenal Silva Peneda, por contratar estos productos para el metro de Oporto. La secretaria de Estado del Tesoro, Maria Luisa Albuquerque está negociando una quita sobre estos productos y ha dejado caer que los bancos de inversión están por la labor de aceptar una quita del 20%, pero JP Morgan y Santander Totta no quieren.
Bien firmado
Consideran que todo está firmado y bien firmado y no tienen por qué ceder, entre otras cosas porque insisten en que ese dinero que ahora toca ‘poner’ no son beneficios para ellos, sino para cubrir a su vez las posiciones tomadas en mercado por esos swap.
El tema acabará en los tribunales, pero las fuentes financieras señalan que el Ejecutivo luso tiene poco que rascar. “Esto no son unas preferentes colocadas a unos viejecitos; si no entienden los productos que no los contraten. Estamos hablando de un Gobierno”, dicen desde un banco de inversión con posiciones en Portugal.
Este asunto es de máxima actualidad en la sociedad, que sigue un atravesando por un desierto de manera similar a España. Acaba de convocarse una huelga general para el próximo 27 de junio (ni se sabe las que van ya). El país rezuma rechazo político. El Gobierno que preside Aníbal Cavaco Silva se va a ver obligado a reformular sus presupuestos, está exigiendo continuos sacrificios a la sociedad pero luego los tribunales rechazan los ajustes, y el malestar social es palpable... aunque de momento sin grandes episodios de violencia.
En el lado bueno, el país ha dado la vuelta a su balanza comercial (como nosotros) y está muy volcado en las exportaciones, con mención especial para la industria textil. El turismo también va viento en popa y si encima se le hace la propaganda que le realizó Beatriz Talegón, aún irá mejor.