Los suizos votarán el 30 de noviembre en un referéndum si el Banco Central de Suiza debe comprar más reservas de oro, una decisión que puede tener importantes repercusiones para el precio del metal amarillo y que revela las grandes preocupaciones existentes en Suiza por un sector financiero que ha adquirido un tamaño excesivo en un contexto de ralentización de la economía e incertidumbre sobre la deuda.
A comienzos de la crisis del euro, ingentes cantidades de dinero huyeron hacia la seguridad que inspiran las entidades helvéticas. Semejante flujo de capitales provocó que el franco suizo se disparase hasta la paridad con el euro, lastrando las exportaciones del país alpino y por lo tanto dañando seriamente su economía. Es más, una voluta tan fuerte tan de repente incluso importó al país centroeuropeo severas presiones deflacionarias.
En serias dificultades, el Banco Central de Suiza tuvo que reaccionar y comprar euros en masa. Todo para frenar la escalada de su divisa y así limitar los daños a la economía real. Hasta el punto que tres años más tarde este banco central ha multiplicado su balance por cinco y de camino ha engordado todavía más el tamaño del sector financiero nacional.
Y el hecho de que el BCE vaya a emprender una ronda masiva de estímulos bien puede empeorar la situación. Ni siquiera Suiza se libra. Los riesgos son evidentes y subrayan las consecuencias de las inyecciones monetarias realizadas. Por no hablar de los problemas que los países más pequeños padecen en medio de un terremoto financiero.
Semejante situación no ha pasado desapercibida para el gran público suizo y, de paso, ha abonado el camino para el populismo. En contra del criterio del banco central, la extrema derecha quiere reforzar el balance del banco con más oro y ha conseguido imponer un referéndum que se celebrará el 30 de noviembre sobre si el Swiss National Bank debe poseer más reservas de oro que garanticen su capacidad para hacer frente a futuras turbulencias o incluso a los problemas de un sector financiero sobredimensionado. En concreto, las preguntas son tres:
1) Si aceptarían que el banco central aumentase sus reservas de oro hasta un 20 por ciento de su balance en lugar del 7 por ciento que presenta en la actualidad.
2) Si ven correcto que el banco central detenga sus compras de oro.
3) Si las reservas de oro deben mantenerse en el país físicamente o gestionarse en el exterior.
De tener que elevar las reservas hasta el 20 por ciento de su balance, entonces el banco central tendría que adquirir en tres años unas 1.500 toneladas, prácticamente la mitad de toda la producción anual de oro. Una cantidad que podría ocasionar serias presiones alcistas para la cotización del preciado metal, tradicional refugio de los inversores hasta el 2013, año en el que tras tres décadas consecutivas de subidas se desplomó en torno a un 30 por ciento debido a las primeras señales de una recuperación firme en Estados Unidos. De hecho, muchos bancos centrales con el suizo entre ellos han acentuado esta tendencia bajista vendiendo sus reservas para hacer caja.
Así las cosas, el banco central suizo pelea con uñas y dientes para que esta operación de compra de oro no suceda. A toda costa, trata de retener el mando sobre su política monetaria. Sin embargo, la única encuesta publicada arroja entre un 40 y un 45 por ciento de ciudadanos a favor de que se adquiera el oro. Eso sí, todavía hay numerosos indecisos.
En cualquier caso, semejante historia pone de relieve las dificultades de la política monetaria y las limitaciones de la banca suiza en un momento en el que el problema son los excesos de deuda.