De un tiempo a esta parte, proliferan los vaticinios de hecatombe del empleo por culpa de la tecnología. Y es que desde que la inteligencia artificial y el resto de desarrollos exponenciales subieron aún más la apuesta de la automatización del trabajo iniciada unos años atrás con la llamada transformación digital de las empresas, la amenaza de destrucción de puestos a manos de las máquinas parece cada día más real. El Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó el pasado enero un informe en el que auguraba un impacto de la IA en el 40% de los trabajos a nivel mundial, impacto que llegará a al 60% en las economías desarrolladas.
Incluso hay listados de los puestos que, más tarde o más temprano, acabarán siendo remplazados por un robot o un algoritmo. Uno de los más recientes es significativo porque lleva la firma de OpenAI. Según la compañía responsable de ChatGPT, entre los profesionales más expuestos al impacto de la IA, figuran matemáticos, contables, auditores, analistas financieros, periodistas, administrativos, traductores, ingenieros de blockchain, programadores o diseñadores gráficos. En el extremo opuesto, algunas de las especialidades que, por el momento, se encuentran a salvo de suplantaciones cibernéticas son operadores de maquinaria agrícola, reparadores de lunas para automóvil, albañiles, cocineros, carpinteros, instaladores de líneas eléctricas o mecánicos de autobuses y camiones.
El FMI augura un impacto de la IA en el 40% de los puestos de trabajo a nivel mundial, que llegará a al 60% en las economías desarrolladas
Resulta llamativo que, según estas previsiones, los trabajos más en la picota sean aquellos de “cuello blanco” o de oficina. ¿La razón? “Son las posiciones de las que más datos disponibles hay en la red y sobre los más fácilmente pueden aprender las tecnologías de IA generativa. Solo tienes que enviar a un crawler (araña) a recoger los datos y procesarlos”, señala Enrique Dans, profesor de IE Business School.
También para los trabajos de “cuello azul”
Esta mayor incidencia en los puestos más cualificados y con mejores salarios es, de hecho, uno de los rasgos que diferencian a la actual revolución laboral respecto a anteriores oleadas de automatización. Pero, cuidado, advierte el profesor Dans, porque esto no será así para siempre. “Por ahora los robots no ponen ladrillos, pero muy pronto, con el desarrollo de la robótica con algoritmos generativos, las máquinas van a poder hacer muchas más cosas sin necesidad de tener que ser programadas específicamente para ello. Bastará con poner al robot a ver videos y éste imitará lo que vea”.
Resulta llamativo que, según las previsiones, los trabajos más en la picota sean aquellos de “cuello blanco” o de oficina
Las posibilidades de esta nueva forma de aprendizaje son enormes, y, de hecho, la segunda oleada de automatización a través de la IA ya está llegando a las fábricas, un entorno de gran tradición en cuanto a mecanización de procesos productivos. “BMW ya está trabajando con robots humanoides como operarios en su planta de Carolina del Sur, y Foxconn, ha sustituido al 90% de sus empleados en China por robots de ensamblaje para montar los iPhones”, comenta el profesor Dans. ¿La consecuencia? “Para las empresas que no tengan ese mismo nivel de automatización será imposible competir en costes”, augura.
Los llamados trabajos de las 4 Ds (dull, dirty, dangerous and demeaning –aburridos, sucios, peligroso y degradantes–) podrían ser los siguientes en caer. Y es que, reflexiona este experto, hay trabajos que están hechos para ser sustituidos. "Si pones a un robot a hacer el trabajo de un minero vas a tener a un operario que puede trabajar 24/7, que no se sindica y que no se enfada. Y además evitas tener que exponer a un ser humano a los peligros de ese entorno”, ilustra.
Empleos de escaso valor añadido, como cajero de supermercado, también podrían estar condenados. No sería la primera vez. “Hace un siglo la gente no estaba familiarizada con los ascensores y desconfiaba de ellos, por eso había ascensoristas. Los usuarios se sentían más seguros teniendo a un profesional en la cabina. Pero, aparte de sonreír, lo único que estos trabajadores hacían era apretar el botón del piso que le decían”, explica el profesor de IE.
Buenas noticias para los trabajadores humanos
Frente a las previsiones más apocalípticas, como las de Elon Musk (“llegará un punto en el que no se necesitará un trabajo”), otros expertos como Benedict Evans se muestran más prudentes ("sea lo que sea lo que creas que va a pasar, tardará años, no semanas”). Santi García, cofundador de Future for Work Institute, recuerda que el hecho de que una tarea sea automatizable no quiere decir que la mejor opción sea siempre automatizarla. “Hay muchos clientes que prefieren que la siga haciendo un humano porque piensan que eso les aporta un valor añadido. A lo mejor en un McDonald´s no te importa hacerle el pedido a una máquina, pero en otro tipo de restaurante prefieres seguir tratando con un camarero de carne y hueso”.
Los analistas recuerdan que esto ya ha pasado más veces. Un ejemplo recurrente es el de Excel. Cuando en 1971 se creó esta hoja de cálculo muchos lo interpretaron como el final de la profesión de contable, pero lo que sucedió es que los contables empezaron a hacer su trabajo mejor y más rápido. “Es importante entender que el efecto de la IA en el trabajo no es directo, lo que se automatiza son tareas concretas, así que lo que las empresas van a tener que hacer es reorganizar esas tareas” apunta Santi García.
Bajo ese prisma, muchas profesiones no desaparecerán, sino que se transformarán. Y en ese proceso, subraya García, hay margen para las capacidades humanas. “La automatización debería ser un incentivo para mejorar. Si con la máquina voy a ahorrar tiempo porque va a asumir mis tareas más repetitivas o transaccionales, yo me podré dedicar a hacer a las cosas importantes y a tratar de llegar hasta donde no lo haga la tecnología”
Para este especialista, las capacidades humanas podrían ser el arma secreta de la diferenciación empresarial. “La IA es una tecnología barata y de fácil acceso. El problema es que, si todo el mundo puede acceder a ella, la calidad de los trabajos va a ser muy parecida”, advierte. ¿Cómo destacar en ese contexto de democratización tecnológica? “Puedes hacerlo por precio, algo que a nadie le gusta, o puedes hacerlo por el factor humano. Y para eso vas a necesitar personas que aporten otras capacidades como pensamiento crítico y que sean capaces de analizar con lupa lo que dice la máquina antes de tomar decisiones. Porque si no te fijas bien, la máquina te puede colar un gol”.
¿Qué pueden hacer las personas para mantener alta su empleabilidad en esos entornos tan tecnificados? Enrique Dans remite a seguir formándose y a no perderle el pulso a la metamorfosis del modo laboral. “Porque dentro de muy poco el problema no será que tú no uses el algoritmo, sino que habrá personas que lo sabrán usar mejor que tú”.