Pese a estar enclavada en la calle más 'VIP' de Madrid, la sede del Banco Popular rezumó, durante décadas, más sobriedad que lujo. La entidad siempre hizo gala, de puertas afuera y adentro, de ese espíritu austero que le condujo hacia el éxito. Es la huella que le impregnaron los dos hermanos que compartieron durante 17 años la presidencia: Luis y Javier Valls Taberner.
El primero, fallecido en 2006, marcó un estilo de hacer banca en España, convirtiendo al Popular en un banco capaz de tratar de tú a tú al Santander, a La Caixa o al BBV. El segundo expiró este lunes en un hospital de la capital a los 92 años, cerrando otro capítulo de la historia financiera de este país.
Si Luis Valls Taberner fue el estratega que hizo del Popular la entidad de cabecera de miles y miles de pymes, Javier desempeñó con atino su papel de 'embajador' del banco. Era el hombre que hablaba idiomas, que abría puertas y cerraba tratos, con un porte casi de 'lord', con el saber estar que brinda la educación en aulas de elite.
Luis y Javier eran el día y la noche. El primero era miembro numerario del Opus Dei y a la Obra dedicó todos los esfuerzos -y los ahorros- de su vida. Al segundo, empero, le gustaba la vida social, la calle y la noche. En un artículo publicado en este diario, el director de Vozpópuli, Jesús Cacho recuerda que "en Madrid se acotó una expresión entre castiza y licenciosa según la cual el Popular iba bien “porque tenía dos presidentes: uno del Opus Dei y otro del Opus Night”.
Los dos hermanos encontraron un punto común de entendimiento, un encaje insólito en la banca española que permitió al Popular crecer y desarrollarse durante años
Pero los dos hermanos encontraron un punto común de entendimiento, un encaje insólito en la banca española que permitió al Popular crecer y desarrollarse durante años… hasta que la burbuja inmobiliaria y una serie de decisiones descabelladas de inversión se lo llevaron por delante. Literalmente. Cuando el banco se fue a pique y acabó engullido por el Santander, Luis llevaba 11 años enterrado; y Javier, otros tantos alejado de la entidad financiera.
Los dos hermanos se criaron en el seno de una familia burguesa de Barcelona. Su padre, Fernando Valls, era jurista e historiador y regaló a sus hijos una educación de alto 'standing'. Javier Valls estudió de pequeño en Roma, y pasó otros centros en Pamplona y en Barcelona. En 1952, se licenció en derecho y se trasladó a Estados Unidos. Se matriculó en la Universidad de Columbia de Nueva York, completó sus estudios y avanzó en el aprendizaje de idiomas, hasta el punto de acabar defendiéndose con soltura, además de en inglés, en francés, italiano, holandés y alemán.
Con ese currículum se incorporó al Banco Popular en 1963, donde ya ocupaba un alto cargo Luis Valls. Nueve años más tarde fue nombrado vicepresidente y en 1989 alcanzó la presidencia, compartida con su hermano. A lo largo de la década de los 90, el tándem se dedicó a fortalecer las bases del éxito de la entidad. Si el banco podía codearse en aquellas fechas con los más grandes se debía a lo que hacía bien y, sobre todo, a lo que rehusó hacer.
Si el banco podía codearse en aquellas fechas con los más grandes se debía a lo que hacía bien y, sobre todo, a lo que rehusó hacer
El estilo de hacer banca consistía en aplicar un control severo de los costes, exprimiendo su mejor filón de negocio (las pymes), desoyendo los cantos de sirena y las promesas de beneficio rápido que provenían de sectores como el inmobiliario. Esa obsesión por embridar los riesgos impidió que Popular ganara tamaño a la velocidad que algunos de sus competidores. Pero le permitió ser una entidad ejemplar durante años.
Con Javier Valls como embajador y Luis Valls como estratega, se subieron al barco accionistas extranjeros como el portugués Amorim o la aseguradora alemana Allianz. Ambos, entre otros, compartieron capital con las familias del Opus Dei, que mantuvieron desde siempre una posición significativa, clave para sacar adelante cualquier decisión en elo consejo de administración.
Fueron los propios accionistas los que precipitaron la salida de Javier Valls. Un mes después de la muerte de su hermano, en febrero de 2006, la entidad le enseñó la puerta de salida del banco en el que llevaba 17 años como presidente. Javier Valls dimitió el 20 de marzo de ese año. Al frente de la entidad se quedaba quien ya detentaba todo el poder ejecutivo, Ángel Ron.
Esa obsesión por embridar los riesgos impidió que Popular ganara tamaño a la velocidad que algunos de sus competidores. Pero le permitió ser una entidad ejemplar durante años
Valls vio el declive del Popular desde la barrera. El resto de la historia es conocida: la entidad que tan sólida hicieron los dos hermanos acabó sucumbiendo a las tentaciones inmobiliarias. Al igual que ocurrió con otros bancos y, sobre todo, cajas, el Popular murió víctima de su sobreexposición al ladrillo, tras el pinchazo de la burbuja en 2008.
Javier Valls se mantuvo en la sombra, sin conceder entrevistas. Sólo rompió su silencio en 2013, cuando publicó un inesperado artículo en La Vanguardia para ensalzar "la prudencia" de su hermano en la gestión. Dejó una frase lapidaria, que condensaba la esencia del Popular, que resumía por qué llegó a ser uno de los bancos más rentables de Europa: "No estábamos dispuestos a tener que vender pisos si la cosa iba mal".