Es un hecho cierto que si alguien quiere ser visto en Marbella y alrededores no tiene más que dejarse caer por El Ancla, el restaurante de moda sito en San Pedro de Alcántara, porque allí y en agosto se encontrará a buen seguro con gentío de tronío llegado básicamente de los madriles y dispuesto a presumir, además de comer bien, en cenas y almuerzos en elegantes ventas y casas de postas. El pasado jueves se pudo ver comiendo juntos en el restaurante El Ancla a cuatro curiosos personajes: José María Aznar, Javier de Paz, Rosauro Varo y José Ramón Navarro.
De José María Aznar qué quieren que les cuente… La vida y milagros del expresidente del Gobierno entre 1996 y 2004 está en las hemerotecas y en el imaginario crítico que de su presidencia albergan españoles de derechas e izquierdas. Más misteriosa, menos conocida para el gran público, es la figura de Javier de Paz, miembro del consejo de Telefónica y hombre de confianza del también expresidente Rodríguez Zapatero. Palentino de adopción, De Paz ha tenido la habilidad y/o el talento de hacerse un hueco en la corte del nuevo emperador socialista, un tal Pedro Sánchez, al que está sirviendo con gusto y ejemplar dedicación en frentes diversos.
El favor más grande que De Paz le ha hecho a Sánchez ha consistido en poner al Grupo Prisa a su servicio, al servicio de Su Sanchidad, se entiende, operación a varias bandas que ha contado con la anuencia del primer accionista del grupo, el fondo Amber Capital (29,84%), propiedad del francés de origen armenio Joseph Oughourlian, actual presidente de Prisa; de la propia Telefónica, primer accionista español, y de su presidente, José María Álvarez-Pallete, un hombre que mantiene excelentes relaciones con Sánchez, y naturalmente de la propia Moncloa, es decir, de Sánchez, que es quien corta el bacalao en la corte de los milagros española. Poner Prisa al servicio de Sánchez y del sanchismo (con el aplauso de los ricos del lugar, que esa es otra) le ha servido a Javier de Paz para consolidar su puesto en el Consejo de Administración de la operadora (un millón de euros año, entre otras gabelas), es decir, para blindarse en Telefónica y blindar su futuro, que a la intemperie hace frío.
Incluso en verano y en vacaciones, un presidente de la Audiencia Nacional debería tener mucho más cuidado a la hora de dejarse ver en según qué sitios y en compañía de qué gente
De Rosauro Varo no había reseña en códice alguno hasta que en fecha reciente, nadie sabe muy bien cómo y por qué, fue elevado a los altares como reencarnación de la "beautiful people" del sanchismo, al modo y manera de aquella otra famosa "beautiful" que tanto dio que hablar con el felipismo. Tras pegar el pelotazo en su día con la venta de PepePhone, este elegante señorito sevillano ha sido cooptado por el sanchismo como ejemplo de ese nuevo tipo de empresario y/o inversor al gusto de la izquierda radical que nos gobierna, es decir, un tipo preocupado por las causas sociales, el cambio climático, el feminismo y otros ismos al gusto del consumidor. Y por la pasta, claro. Dicen que Varo y Pallete suelen hacer footing con Sánchez por los jardines del recinto de Moncloa, y con el visto bueno de Moncloa, es decir, del capo Sánchez, ha sido nombrado consejero (independiente, ¿de quién?) de Prisa y hasta vicepresidente del grupo -no ejecutivo, de momento-, aunque hay quien le ve en la presidencia como testaferro del propio Sánchez el día en que el armenio se canse de su juguete madrileño y decida largarse.
El cuarto comensal de El Ancla es nada más y nada menos que el actual presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro, y aquí sí que chirrían algunas cosas, por mucho que en esta España destemplada estemos ya todos curados de espantos. Es cierto que se trata de un almuerzo entre amigos y en plenas vacaciones de agosto; es cierto que De Paz y Navarro son amigos íntimos, y es cierto también que los citados tienen derecho a reunirse con quien les dé la gana, hasta ahí podíamos llegar, pero incluso en verano y en vacaciones, un presidente de la Audiencia Nacional debería tener mucho más cuidado a la hora de dejarse ver en según qué sitios y en compañía de qué gente. No hay nada escrito, pero son cosas de sentido común, de respeto a la institución que representas y de eso que algunos llaman “calidad democrática”.
Mucho hablar de España y del futuro en peligro de España, pero lo que de verdad interesa a Aznar son los negocios. El business. Todo lo demás es atrezo, decorado de cartón piedra
¿Y qué hacía Aznar festejando con estos dos representantes de las nuevas elites socialistas cooptadas por el sanchismo, y con el presidente de la AN por testigo? ¿De qué hablaron? Pues seguramente de nada con gaseosa, aunque es evidente que el expresidente tenía especial interés en que se le viera en Marbella –y rebotara en Madrid- confraternizando con tan notorios personajes, tan cercanos a Sánchez, porque, conociendo el paño, cuando ese prodigio de simpatía apellidado Aznar quiere reunirse con alguien importante para hablar de cosas importantes no se le ocurre dar tres cuartos al pregonero, es decir, ir a comer a El Ancla –donde por cierto acude un día sí y otro también- para ver y ser visto. ¿Message in a bottle?
Alguien, con ocasión de la famosa boda en El Escorial –origen de casi todas las desgracias ocurridas al PP con posterioridad- dijo que Alejandro Agag, el a partir de entonces yerno, iba a vivir de José María Aznar, y otro alguien le respondió que no, que sería al revés, que Aznar viviría de Agag (el puesto en el consejo de administración de News Corp, el gigante mediático del magnate australiano Rupert Murdoch, 300.000 dólares año, por ejemplo), y en esa dirección van los tiros. Mucho hablar de España y del futuro en peligro de España, pero lo que de verdad interesa a Aznar son los negocios. El business. Todo lo demás es atrezo, decorado de cartón piedra. Incluido el PP. Porque su capacidad de influencia, real o supuesta, en el PP de Casado es la palanca, el certificado de garantía, el pasaporte covid que le permite hacer negocios por las “Anclas” del ancho mundo. Pablo Casado debería andarse con cuidado. También Pallete (aunque ese es otro cantar).
Por lo demás, la anécdota de “El Ancla” marbellí permite realizar un escueto recordatorio de las desgracias que aquejan a esta España carente de una auténtica sociedad civil, una poderosa y respetada sociedad civil, comprometida con el cumplimiento de la ley y el respeto a las instituciones, capaz de ejercer como faro y de levantar la voz, si no de poner coto, a experimentos como el que Pedro Sánchez y sus socios comunistas intentan hoy con este país. A nuestras elites –políticas y financiera- solo les preocupan los negocios, el dinero. Ahora mismo, lo único que de verdad les importa son los fondos europeos que va a repartir el tito Sánchez. ¿Lo de España? Ya luego si eso…