Pasar de vivir a tu aire en un casoplón a consumir las horas encerrado en una celda de diez metros cuadrados debe ser duro, muy duro. También es lógico que el cambio de ‘ambiente’ de los cócteles de alto copete a las partidas de parchís taleguero impresione. Y que, incluso, el estómago se resista al cambiar de comer en restaurantes de tres estrellas Michelín a alimentarse con una pensión completa en la que el Estado gasta poco más de 3 euros al día. Pero al final, todos los nuevos ‘inquilinos’ del sistema penitenciario español terminan adaptándose –qué remedio- a su nueva vida.
Lo que no es tan lógico es que alguien que se ha codeado con presidentes del gobierno y magnates de las fianzas, como Gerardo Díaz Ferrán, tarde en hacer la adaptación sólo unos días. Es cierto que cuando el juez Eloy Velasco ordenó su ingreso en prisión hace un par de semanas, el ex presidente de la CEOE vivió unos primeros momentos de ansiedad, de faltarle el aire. Igual le ocurrió al compinche, el liquidador Ángel de Cabo, pero a diferencia de éste, que tuvo que pasar varios días en la enfermería, terminó por adaptase pronto. Una adaptación que va a más, según le cuentan a este Buscón.
Y no sólo porque hasta ahora Instituciones Penitenciarias no se haya visto en la necesidad de aplicarle el PPS, las siglas del Plan de Prevención de Suicidios, sino por un detalle mucho más nimio pero igual de significativo: el hombre que hundió el Grupo Marsans ha vuelto a usar gomina para sujetar el escaso cabello que aún cubre una mínima parte de su cabeza. Un gesto de coquetería que, como señalan quienes le ven ahora a diario, es un signo de que empieza a hacerse a la idea de que tiene las ‘vacaciones’ pagadas en Soto del Real (Madrid) por una larga temporada.
Bien es cierto que el Ministerio del Interior ha sido cuidadoso con tan renombrado invitado y, tras el habitual paso por el llamado módulo de ingresos, le ha buscado un módulo de la prisión ‘suavecito’. En concreto, el séptimo, donde abundan los ‘novatos’, como él, y en el que los ‘veteranos’ no son especialmente conflictivos. Nada de reclusos multirreincidentes ni conflictivos, que a don Gerardo aún le queda mucho trecho para poder ejercer de ‘Malamadre’ tras las rejas. De hecho, de momento aún tira de gomina y no de tatuaje de ‘amor de madre’.