Es tradición que los monarcas holandeses no lleven corona durante su reinado, de ahí que en esa especie de 'traspaso de poderes' entre la ya exreina Beatriz y su hijo, entronizado como Guillermo-Alejandro I, no llevara ninguno de los dos la testa coronada. En cambio, el nuevo monarca se echó a los hombros una llamativa capa de armiño en tono corinto en su cara exterior con la que poco menos que desfiló de la mano de su esposa, Máxima Zorreguieta, una vez terminada la ceremonia.
Entre todos los príncipes herederos que acudieron al acto estaba don Felipe, quien tuvo ocasión de ir tomando nota para cuando le toque a él pasar por el mismo proceso. Y ya ha sacado una conclusión: no le gusta el armiño. Le pareció extemporáneo, fuera de lugar, antiguo, tal y como ha admitido en conversaciones privadas.
El príncipe tuvo ocasión de ver a Guillermo muy de cerca. De hecho, él y doña Letizia posaron tras los nuevos reyes en la foto de grupo que lleva el Hola en portada a todo color. Incluso pudo comprobar la calidad del paño, pero ni por esas.
El armiño, descartado pues. Lo de la corona es probable que también. A fin de cuentas, su padre no portó ninguna de las dos cosas en su coronación.