El "think tank" de la CDU alemana, la Fundación Konrad Adenauer, decidió organizar a finales de abril unas jornadas en la ciudad de Santiago de Compostela sobre la crisis económica. Los ponentes eran de lujo: por la parte alemana se desplazaba a España el mismísimo y temido ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, por parte española le acompañarían la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y el ministro de Economía y Competititivad, Luis de Guindos. No fueron los únicos que acudieron a aquellas jornadas. También participaron el presidente del Parlamento alemán, Norbert Lammert; el secretario de Estado del Ministerio de Finanzas de ese país, Steffen Kampeter; además del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo; el ex ministro francés Jacques Toubon y varios eurodiputados, entre otros.
Las jornadas se habían apalabrado un año atrás, cuando Mariano Rajoy no era presidente del Gobierno sino líder de la oposición. Quizá por ello no cayeron en la cuenta de que la visita entrañaba una serie de peligros que no habían sido evaluados y que lo convertían en una cita de alto riesgo. Y es que a este Buscón le han contado que, de repente, la delegación española que tenía que acompañar a Schäuble recibió instrucciones para que intentaran que el ministro de Finanzas alemán no reparara mucho en la nueva terminal del aeropuerto de Santiago, inaugurada en septiembre de 2011 y a la que se destinaron 250 millones de euros, esto es, 41.500 millones de pesetas, lo que no está mal para una ciudad de 95.000 habitantes.
Pero ahí no paró la cosa, porque las maniobras de distracción para que el alemán no se fijara en el nivelón de nuestras infraestructuras y en la ambición de nuestros grandes proyectos incluía también la megalómana Ciudade da Cultura, que asoma, cual caparazones de tortuga, desde la carretera que conecta el aeropuerto con la ciudad. Diez años de obras y 400 millones de euros después (66.400 millones de pesetas, como le gusta contar a Rajoy) los Príncipes de Asturias inauguraron en enero la Biblioteca y el Archivo, que son los únicos departamentos que están en funcionamiento.
¿Cómo explicarle al ministro de Finanzas tal derroche, tal despropósito? No han llegado a este Buscón los detalles de cómo evitaron que Schäuble no echara las muelas de indignación. Menos mal, porque si no el último Consejo Europeo hubiera sido muy distinto.