El 21 de marzo publiqué en este diario un artículo titulado 'Emergencia social y económica' en el que examinaba las medidas adoptadas por el gobierno de Sánchez para sostener la economía y advertía que, incluso con esas medidas paliativas, “la caída del PIB podría alcanzar el 12,5% del PIB en el primer semestre de 2020 y el aumento del déficit podría dispararse hasta el 11,5% del PIB del semestre”. Para no cargar las tintas en una situación donde las víctimas se iban acumulando, preferí no concretar mis estimaciones para el segundo semestre si bien advertí que “cabe anticipar en el escenario más favorable que el PIB caerá en torno a 7% y el déficit público superará holgadamente el 8% del PIB en 2020”. Obviamente, era consciente que el escenario más favorable, una recuperación casi total en el segundo semestre de 2020, no iba a producirse y así lo recogían las simulaciones que evité comentar.
El 15 de marzo, 23 días después de mi artículo, el FMI publicó sus estimaciones de primavera y cifraba en 8,5% la caída del PIB de España en 2020, en 11,5% el cociente del déficit público sobre el PIB y en 113% el ratio deuda pública/PIB. Menciono esta circunstancia no para sacar pecho –cualquier economista medianamente competente y honrado podría haber obtenido cifras similares a las mías–, sino para plantearles una pregunta sobre transparencia informativa y criterios técnico-científicos, algo de lo que Sánchez y sus ministros alardean todos los días. ¿Qué pensarían ustedes si desde mi cargo imaginario de director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Económicas del gobierno de Sánchez, en lugar de escribir lo que escribí me hubiera dedicado a tranquilizar a millones de televidentes, diciéndoles, un día sí y otro también, que la economía española apenas se vería afectada y que estábamos perfectamente preparados para hacer frente a una imperceptible caída del PIB y a un ligero repunte del déficit público?
Pues bien, esto es más o menos lo que hizo Fernando Simón en el ámbito sanitario y epidemiológico entre el 31 de enero, cuando se produjo el primer caso de coronavirus en España, y el 14 de marzo cuando Sánchez declaró el estado de alarma. Y lo peor del caso es que, una vez recuperado de su infección por coronavirus, este infatigable profesional sigue tranquilizándonos en la pequeña pantalla. El 15 de marzo, por ejemplo, restaba importancia al incremento de nuevos casos, 6.599 en 24 horas, achacándolo al desajuste en el recuento ocasionado por el fin de semana. Mientras le escuchaba, me decía a mí mismo, hoy es miércoles no lunes. En todo caso, nos conviene saber que en el momento más álgido de la epidemia en China el número de nuevos casos en un día sólo superó el umbral de 5.000 el 12 de febrero y que en España hoy más de 90.000 casos activos, unos cuantos más de los 2.000 que había en China cuando el 8 de abril se levantó gradualmente el confinamiento en Wuhan/Hubei. Una vez más, el Sr. Simón está empleando su devaluada autoridad profesional para restar importancia a la magnitud de la epidemia, y justificar, en este caso, la decisión adoptada por el gobierno de Sánchez de levantar la prohibición de realizar actividades productivas no esenciales a partir del 13 de abril. No seguiré su irresponsable ejemplo al informarles sobre la delicada situación de nuestra economía.
La recesión epidémica
El informe sobre la Perspectivas de la Economía Mundial que publica el Fondo Monetario Internacional (FMI) cada primavera, será recordado este año 2020 por un hecho singular: el Fondo ha revisado sus estimaciones de crecimiento en magnitudes nunca antes vistas y anticipa una recesión profunda con una caída del PIB mundial inusualmente alta y un preocupante empeoramiento de las condiciones financieras globales. El Cuadro 1 presenta las previsiones para el mundo en su conjunto y para las principales áreas económicas y economías en 2020 y 2021.
Cuadro 1. Proyecciones del PIB mundial y principales áreas geográficas
El PIB mundial se reducirá 3%, pero las economías avanzadas duplicarán esa cifra, 6,1%. Estados Unidos con una caída del PIB de 5,9% no escapa a la quema, pero la peor parte se la lleva la Eurozona con un desplome de 7,5%. Italia con una contracción de 9,1% y España de 8% son las economías más damnificadas. La recesión en las economías emergentes y en desarrollo será bastante más suave, 1,0%, y las dos principales economías del sureste de Asia, China e India, salvarán el año con crecimientos de 1,2 y 1,9 por ciento, respectivamente. El FMI prevé también una robusta recuperación del PIB en 2021 de igual intensidad en Estados Unidos y la Eurozona, 4,7%, e incluso más potente en las economías emergentes y en vías de desarrollo, 6,6%. De las cuatro grandes economías de la Eurozona, el PIB de España es el que menos crecerá en 2021, 4,3%, y entre las economías emergentes destaca China cuya tasa de crecimiento, 9,1%, será 3 puntos porcentuales superior a la registrada en 2019 (6,1%).
Gráfico 1. Precios bienes primarios e indicadores de condiciones monetarias y financieras
Aciagas como son estas proyecciones para 2020, el FMI advierte que los riesgos de desviación de este escenario central apuntan a la baja, y que “al igual que sobre la magnitud de la caída existe una gran incertidumbre sobre la fortaleza de la recuperación”: todo dependerá de que se controle lo antes posible la pandemia y se erradique gradualmente durante el segundo semestre de 2020. Como el Gráfico 1 muestra, el deterioro de la actividad económica y la expectativa de una recesión profunda han provocado una fuerte caída de los precios en los mercados de bienes primarios (petróleo, gas y metales) y los inversores han sustituido en sus carteras los activos con más riesgo y menos líquidos (acciones y bonos) por otros más seguros y líquidos. El resultado ha sido el desplome de los mercados bursátiles, la elevación del coste de financiación para las empresas en los mercados de renta fija, la aparición de tensiones en los mercados de deuda pública y la reversión de los flujos de inversión hacia economías emergentes.
La formidable desaceleración de la economía prevista para 2020 tendrá consecuencias sobre la ocupación, el paro y la tasa de paro en España. La relación que se muestra en el Gráfico 2 entre el crecimiento del PIB y del empleo en España sugiere que una caída del PIB del 8% producirá una caída de 11,8% en la cifra de ocupados, lo que significaría una pérdida de 2.271.278 empleos respecto al número medio de ocupados en 2019. En torno a 2,3 millones de empleos, en números redondos, se perderían en 2020.
Gráfico 2. Variación del PIB y del empleo en España, 1996-2019
El Gráfico 3 muestra la relación que existe entre la tasa de crecimiento del empleo y la variación de la tasa de paro, conocida como Ley de Okun. A una caída de 8% del PIB, la línea de tendencia indica que la tasa de paro aumentará en 8,3 puntos porcentuales, lo que significa que la tasa de paro en 2020 se elevará desde 14,1% en 2019 hasta 22,4% en 2020. El FMI en la página 20 de su informe anticipa una tasa de paro para España de 20,8%, cuatro décimas superior a la estimación que acabo de presentar. Estos cálculos indican que casi todo el crecimiento de la ocupación y reducción de la tasa paro conseguidos con tantos esfuerzos y sacrificios entre 2013 y 2029 desaparecerán de un plumazo.
Gráfico 3. Crecimiento del PIB y variación de la tasa de paro en España, 1996-2019
Las prisas de Sánchez
Esta crisis podría haber sido mucho menos dolorosa, humana y económicamente hablado, si el gobierno presidido por Sánchez se hubiera tomado en serio el informe elaborado conjuntamente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el gobierno de China entre el 16 y 24 de febrero. El informe, publicado el 28 de febrero, aconsejaba a todos los gobiernos, tanto si tenían casos de infectados importados como si estaban libres de infección, adquirir material sanitario (equipos de protección, tests de detección y respiradores) y reforzar la capacidad del sistema hospitalario. Era responsabilidad del gobierno de España alertar a las CC.AA. de la amenaza y proporcionarles los recursos necesarios para afrontar la epidemia con garantías. No me sirve que otros países también las ignoraran. Lo pagarán caro, como nosotros.
Las medidas que se fueron improvisando cuando los centros hospitalarios estaban ya colapsados y el personal sanitario doblaba turnos y se enfrentaba a la epidemia protegido con bolsas de plástico fueron con frecuencia heroicas, pero no pudieron evitar el desastre: 30.000 miembros del personal sanitario infectados; las residencias convertidas en trampas mortales para nuestros mayores; más de 20.000 personas fallecidas; y la tasa de mortalidad por millón de habitantes más alta del mundo: 428, frente a 376 en Italia, 286 en Francia, 215 en Reino Unido, 112 en Estados Unidos, 64 en Portugal, y 52 en Alemania. En estos tiempos en que la ministra de Educación nos dice que este año no habrá aprobado general sino una “evaluación comprensiva, diagnóstica, formativa e integral”, mi evaluación comprensiva, diagnóstica, formativa e integral de la gestión del gobierno de Sánchez es una calabaza tan grande como la catedral de Sevilla.
Las prisas de Sánchez por levantar las medidas restrictivas impuestas a todas las actividades no esenciales son prematuras. El Grafico 4 muestra la evolución de casos activos y nuevos casos diarios que son todavía muy elevadas. Con más de 4.652 nuevos casos de contagio de media durante los últimos 7 días y 96.040 casos todavía activos, la experiencia en Wuhan aconseja mantener las medidas extremas de distanciamiento y confinamiento para evitar un rebrote de nuevos casos que podría hacernos retroceder a la situación en que nos encontrábamos a finales marzo y comienzos de abril.
Gráfico 4. Casos activos y nuevos casos en España
Nota: la cifra de casos activos puede estar sesgada al alza al no haberse actualizado la cifra de recuperados el 17 de abril.
La única razón de peso que explica las prisas del gobierno de Sánchez por reactivar la economía es el elevado coste y la dificultad de financiar las medidas anunciadas a bombo y platillo para sostener el tejido económico. La mayoría de los afectados por ERE’s y ERTE’s y autónomos afirman no haber visto todavía un euro, desbordadas al parecer las administraciones encargadas de tramitar los expedientes y se les asegura que cobrarán en mayo. El 7 de abril, las entidades bancarias habían agotado los 20.000 millones de la línea de crédito avalada por el ICO. Estos pagos se podrán financiar pero, como advertía en mi artículo de 21 de marzo, “en caso de que las caídas de actividad fueran elevadas también en el segundo semestre de 2020, la situación de las empresas y de lasfinanzas de las AA. PP. podría devenir insostenible”. En otras palabras, las medidas y ayudas prometidas por el gobierno no podrán sostenerse más allá de un par de meses, porque ante la previsible caída de la recaudación sólo podrían financiarse con mayor endeudamiento del Estado. No es lo mismo predicar que dar trigo.
Con una deuda de partida ya muy elevada, 95,5% del PIB a finales de 2019, un gobierno obsesionado con aumentar el gasto para ensanchar su base electoral, y la gran incertidumbre que planea todavía sobre la intensidad de la recesión en 2020 y de la recuperación en 2021, las dudas de los inversores sobre nuestra economía están más que justificadas. La deuda total del Estado en circulación creció 2,4% en el conjunto del primer trimestre de 2020 respecto al miso trimestre de 2019, y 3,4% en marzo sobre marzo de 2019. De no haber ampliado el BCE el 18 de marzo su programa de compra de activos hasta 750.000 millones para frenar “la escalada de los intereses de la deuda de los países más afectados por la expansión del coronavirus”, el aumento de la prima de riesgo de la deuda de España podría haberse disparado, y todos sabemos qué ocurrió en el verano de 2012. España no está en condiciones de exigir nada a sus socios en la Eurozona, a menos que el gobierno de Sánchez se comprometa a cambiar su política económica. Y eso resultará imposible mientras mantenga el gobierno de coalición con Unidas Podemos y el apoyo circunstancial e interesado de los secesionistas catalanes y vascos.
Pasar página
La gestión de la crisis del coronavirus ha sido tan desastrosa que no me sorprende que el gobierno de Sánchez pretenda pasar página lo antes posible, encubriéndola bajo el barniz de aparente consternación por las víctimas y preocupación por nuestros mayores, repartiendo mascarillas a quienes se desplazan a sus puestos de trabajo en medios colectivos, y llamando a la oposición a sumarse a la “mesa para la reconstrucción social y económica”. El 10 de abril, la ministra ‘portavoza’ aclaraba al finalizar el Consejo de Ministros que la llamada a la oposición a participar en la mesa era para “arrimar el hombro cuando más se necesita”, no para cuestionar las políticas y las alianzas del gobierno de Sánchez. Vamos, para asentir sin rechistar. Pero en ese caso, ¿para qué llamar a la oposición? Quizá el único propósito de la ‘llamada’ de Sánchez sea proporcionar a los medios de comunicación afines a su gobierno nuevo material para que sigan sacudiendo con saña al mono de feria en sus editoriales, informativos y tertulias, un espectáculo infame que nos retrotrae a una época que creíamos superada.