El tam-tam venía de lejos. El objetivo final la creación de un nuevo partido de centro-derecha producto de la fusión de populares y naranjas. La debacle de Ciudadanos y el estancamiento del PP junto con la ocupación del espacio de derechas por parte de VOX, ha sido el desencadenante de un proceso de confluencia, pedido repetidamente por Aznar y Cayetana Álvarez de Toledo, y que no había sido posible mientras Rivera soñaba con el “sorpaso al PP”.
Este movimiento estratégico explica la dura intervención ayer de Arrimadas contra Igea y su oposición a que las direcciones autonómicas sean elegidas por los militantes y su apuesta porque continúen designadas por la Ejecutiva Nacional como hasta ahora. Se trata de tener el máximo control del partido para conducirlo hacia la fusión sin la oposición de algunos territorios más inclinados al centro-izquierda.
En Cataluña, donde el sector socialdemócrata tiene un gran predicamento, como se demostró en la Asamblea de 2017, la coalición con el PP puede generar una escisión, salvo si a dicha coalición se une el partido de Valls y/o otras fuerzas, lo que le daría a la coalición un carácter constitucionalista transversal y no meramente del centro –derecha no catalanista, ni independentista.
Ocupada la derecha por VOX el único espacio de crecimiento de PP era hacia el centro. Especialmente con un PSOE pactando con Podemos y el independentismo. La descomposición de Ciudadanos lo hacia un objetivo fácil para una OPA hostil, que no va a ser necesaria porqué nos encaminamos hacia una fusión-absorción amistosa que, eso si, producirá escisiones hacia el partido de Valls y/o la creación de partidos regionalistas.