El gobierno de España quiere aprovechar la pandemia para «intentar liquidar su “conflicto territorial”, inyectando en el sistema una sobredosis de nacionalismo español como si fuera el desinfectante que quería Borrell», lo dice esta vez Salvador Cardús en su artículo del Ara, Victòries del nacionalisme espanyol.
Una sobredosis que no impide que se pueda discrepar de la gestión gubernamental afirmando, por ejemplo —lo hace el mismo Cardús—, que hubiera sido más efectiva sobre bases territoriales más pequeñas, como ha sucedido en otros países. Aunque hay paralelismos que habría que ponderar. California, que ha tenido su conflicto con la administración Trump, por superficie y población (unos 40 millones) es más comparable con España que con Cataluña.
Cardús descubre el Mediterráneo, en su diagnóstico: "La maniobra retórica del gobierno español es de manual: negando que el virus conozca territorios no sólo se justifica la acción centralizadora que ha hecho emerger una autoridad sanitaria que hacía decenios que pertenecía a las comunidades autónomas, sino que sobre todo se afianza el gran sobreentendido: el único territorio legítimo es el del Estado. Y es que el mayor poder de los estados, incluso más que el monopolio del ejercicio de la violencia física, es el de la imposición de una violencia simbólica que hace natural un statu quo, ahora una frontera, que se asume de manera imperceptible y así se convierte en indiscutible".
Pero pasa por alto que, al igual que la descentralización de la sanidad, el estado de alarma, y los otros, también están establecidos en el ordenamiento constitucional desde hace decenios, y que cualquier estado, sin necesidad de encomendarse a ningún espíritu nacionalista, tiene el derecho y el deber de actuar en todo el territorio que tiene reconocido en el concierto de las naciones.
Cine catalán: ¿qué hay de lo mío?
Isona Passola, presidenta de la ¡Acadèmia del Cinema Català', afirma en una entrevista en el Punt-Avui que la cultura hay que considerarla salud mental.
Es de suponer que no considera locos de atar a los que no tienen acceso a la alta cultura ni a todos los analfabetos que en el mundo han sido y son, sino que se trata sólo de su enésimo reclamo de más dinero público para la indústria del cine catalán, que en esto ni en casi nada no se distingue del cine español.
Passola advierte, casi amenaza a la Generalitat "que si ahora retocan los presupuestos, que consideren que la cultura es sanidad, es salud mental. Que vayan con mucho cuidado, porque esto de dejar siempre la cultura a la cola lo pagaremos muy caro". Con la pandemia "se ha demostrado que la cultura, dentro de la cual se encuentra la cultura audiovisual, ha sido la gran herramienta de defensa ante el confinamiento".
Entre sus reinvidicaciones económicas destaca, además de desgravaciones fiscales, que "a TV3 se le debe otorgar la partida finalista que se le ha prometido de 6 millones de euros para poder hacer ficción catalana, documentales y animación", "laxitud en las fechas de entrega de producciones" y que "no dejen de pagar nada de lo que se habían comprometido a pagar".
Ya lanzada en su petición que en los nuevos presupuestos "no se perjudique a la cultura", concluye: "Un palmo de carretera menos no lo echaremos en falta, un palmo de cultura menos es muy grave para un país".
Nacionalistas todos
Carta abierta de Arnau Mayans, en naciodigital.cat, cuestionando el posicionamiento de Roger Torrent en torno al nacionalismo y la idea de nación.
Empieza considerando que no es evidente, como afirma Torrent, lo que es una nación, de ahí tantas investigaciones y tantas controversias, y luego de muchas vueltas entre las cuales aparecen citas de Renan, Hobswaum y Esperanza Aguirre, le pregunta: «Dejar de apelar a un pasado nacional legitimador para recurrir a un proyecto nacional de espíritu comunitarista es, también, nacionalista. ¿Por qué, si no, lo desea sólo circunscrito a nuestra nación? (…) ¿Por qué quiere la independencia de este territorio en concreto?» Es decir, si el pasado no cuenta, y sólo cuenta el futuro, ¿cómo sabemos quiénes somos?, ¿cómo definimos nuestro “nosotros”?
Rechazando la idea, tan frecuente estos últimos años, de que nacionalistas son los otros, Mayans concluye: "La filigrana dialéctica [la de Torrent] sólo responde (…) a miedos y al qué dirán. Así pues, lo único que expresan es la existencia de dos fenómenos que giran en torno al nacionalismo: el uno es nacionalismo, el de estado, que es malo, y el otro no, el nuestro, que es buen republicanismo".
Siendo así que Torrent, después de haber empezado diciendo que la independencia era para conseguir un futuro mejor, acaba por reconocer que «de lo que se trata es de conseguir la independencia para preservar la nación», Mayans le reprocha: "¿Lo ve, que es imposible defender la independencia sin servirse de tesis nacionalistas?".
¿Dónde están los líderes independentistas?
Joan Puig, en larepublica.cat, se pregunta On són els líders independentistes que ens han de portar a la República?
Sorprendente pregunta viniendo de alguien que ha estado en política al menos desde el 1995, llegando a ser elegido diputado al Congreso en 2004.
Le preocupa no sólo el bajo perfil que están manteniendo los líderes habituales sino el espectáculo de desunión que ofrecen:
E"s preocupante que los líderes independentistas, de los tres partidos y de las entidades como Òmnium y el ANC, no estén confinados preparando una hoja de ruta para salir de la crisis social y económica de la pandemia por la vía de la República Catalana y que, en lugar de prepararse para dirigir con eficiencia la voluntad democrática que la ciudadanía catalana decidió el 1-O, se esté permitiendo una guerra civil independentista en las redes sociales y los medios de comunicación".
Su visión histórica sobre los hechos del otoño del 2017 es así de simple: "Lo teníamos todo para vencer, pero el llamado estado mayor decidió detener el proceso para evitar un baño de muertos".
Y de hiperbólica: "La represión de estos dos años largos, con el añadido de la pandemia, están [sic] obteniendo los mismos resultados que el sitio de 1714 o los bombardeos que cada cincuenta años hay que hacer sobre Cataluña para que se esté quieta".
Cuando impreca a los dirigentes independentistas que "nos ilusionaron" —como si él no hubiera tenido nada que ver— para que nos lleven ahora "a la salida de la crisis del covid-19 por la vía de la independencia o, de lo contrario, dejad paso a nuevos liderazgos", ¿no estará pensando en volver a primera línea?