En Cataluña, las últimas huelgas generales parecen convocadas por el Gobierno autonómico, y los cortes de calles, patrocinados por algunos ayuntamientos.
A imitación del corte cotidiano de la Meridiana barcelonesa, ha aparecido en Girona la iniciativa de ocupar un importante cruce viario. Sucede desde hace 23 días, habitualmente de 8 a 9 de la noche, donde la carretera de Barcelona cruza la calle Emili Grahit. Un grupo de activistas invade la calzada impidiendo el tráfico rodado.
Aunque quien realmente corta el tráfico es la policía municipal, que impide el acceso al punto ocupado y redirige los vehículos hacia calles alternativas. Sin duda, para evitar males mayores.
Amparo de la policía
Hemos de suponer pues que se trata de una manifestación legal. Si no lo fuera, la policía, en lugar de ampararla, debería disolverla. Pero por el momento no hemos podido saber quién es la entidad convocante.
Una llamada a la Policía Municipal del municipio se ha remitido a información de la Generalitat. Aquí, el funcionario ha remitido a la Policía Municipal; al decirle que por ahí la gestión había sido infructuosa, traspasa la llamada a un departamento cuyo teléfono no responde.
Volvamos a los hechos. El día 7, a la hora convenida, una cincuentena de personas ocupaban el cruce mencionado. Eran de todas las edades, aunque la media superaba los 40. Vestían ropa informal, mayormente deportiva, y predominaban los colores oscuros.
Presencia de la Policía Municipal
Al menos cuatro vehículos y dos motos de la Policía Municipal vigilaban el perímetro de seguridad, y cuatro agentes seguían el desarrollo del acto a una distancia prudencial.
En el centro de esa cincuentena de manifestantes, ocho de ellos improvisaban un partido de balompié, categoría veteranos. Alguien con un altavoz ejercía de comentarista del encuentro.
Los dos equipos enfrentados llevaban los nombres de “Òmnium” y “CDR”, según informaba el locutor. No lucían uniforme, pero siendo sólo cuatro contra cuatro, tampoco era necesario.
Curiosamente, el locutor se refería a veces al equipo CDR como los encapuchados, aunque nadie allí llevaba capucha ni ocultaba su rostro. Tal vez, una ironía. En el momento en que este equipo marcó un gol, el locutor lo celebró con entusiasmo: "¡Necesitamos a los CDR para que marquen goles!… Los necesitamos para que corten carreteras, para que lo corten todo…".
Ausencia de pancartas y carteles
Para ese día estaba previsto un concierto: Els Bandolers canten Llach —probablemente, un grupo que hace versiones del célebre cantante—. "Será inolvidable", decía alguien en twitter, abiertamente. Huelga decir que las convocatorias, tanto del concierto como de la ocupación viaria, no son secretas. Pero no hubo concierto: el locutor informaba que un miembro del grupo estaba indispuesto.
El público no manifestó contrariedad por la cancelación, y seguía con fingido interés el irrelevante partido de fútbol. Se agrupaban en corrillos, y se desarrollaban breves conversaciones de circunstancias. No coreaban consignas ni aporreaban instrumentos. Sin duda, estaban convencidos de la bondad de su causa y de la pertinencia de perjudicar los desplazamientos de sus vecinos, pero la exaltación brillaba por su ausencia.
No había pancartas ni carteles. De un largo mástil no demasiado erecto que presidía el evento colgaban tres estandartes: abajo, el de “Llibertat presos polítics”; en medio, uno de reciente creación, habitual entre los CDR (fondo negro, aspa blanca y estrella blanca), y arriba, la estrellada roja de fondo amarillo, propia de los grupos que han confluido en la CUP.
Boicotear una manifestación de Vox
El locutor, en un momento dado, invitó a los asistentes a impedir la manifestación que tiene previsto realizar Vox este domingo, día 12 a las 12, frente al Ayuntamiento de Girona. Afirmó que "nos vienen a provocar"; como es habitual en estos ambientes, discrepar es provocar.
Pocas horas después de que Pedro Sánchez Pérez-Castejón se conviertiera en primer ministro, en parte gracias a la abstención del partido independentista con más representantes en el Congreso, una cierta sensación de rutina recorría el ambiente de los cortadores del tráfico. Había que estar allí, hacer acto de presencia, tal vez esperando tiempos mejores en que las decenas se conviertan en miles.